Inseguridad | Nuestra inseguridad ya es una marca de identificación, pero nadie habla de cómo resolverla. Parece ser algo inevitable, y no hay ninguna medida específica que pretenda disminuir sus efectos. ¿Será negocio?
Los mismos errores una y otra vez. Una ciudad que no para de equivocarse, y que no puede tomar ni una sola medida que la aleje de los records de inseguridad. Una población que no trae agua para su molino y no defiende las calles por donde le toca transitar, porque los funcionarios —sean policiales, judiciales o gubernamentales— también viven acá, y se encuentran en los mismos callejones sin salida.
La ciudad está tan desolada y descuidada desde hace meses que ni siquiera tiene suficientes taxis como para que los marplatenses no tengan que esperar en la calle un medio de transporte si —por esas cosas— se les ocurrió salir un día, y tratar de regresar a casa con un mínimo cuidado.
Según explican, fue una mezcla multicausal la que hizo que el número de licencias que efectivamente están trabajando los taxis en la calle sea mucho menor que la esperada. Entre la cantidad de gente que cambió de oficio durante el ASPO, o la misma inseguridad que convenció a algunos dueños de dejar el auto en la cochera, no hay coches para volver a casa. La municipalidad intima a los titulares pero, algunos prefieren vender.
Las calles están vacías después de que anochece, no ya por las restricciones, sino por miedo. No hay patrulleros en casi ninguna cuadrícula, y los controles policiales con los que las fuerzas de seguridad pretenden cortar el tránsito en las arterías importantes se avisan por medio de un grupo de WhatsApp del que participan muchísimos conductores, y se llama: operativos. Los coches con gente armada no pasan por donde está la Gendarmería, porque la ven a tres cuadras de distancia y doblan.
Además, hay un robo en cada cuadra. Un pibe golpeado por patotas en cada barrio. Una mujer a la que le roban la cartera en cada línea de colectivo. A nadie parece importante mayormente nada.
Asaltantes
El pasado 29 de marzo dos varones —delincuentes reincidentes— ingresaron a una casa de calle Soler al 4000 por la ventana de la habitación y, tras reducir a su moradora, una señora de 80 años, le robaron una computadora, un teléfono celular, alhajas y dinero. Las investigaciones decían que los autores serían dos: una persona llamada Matías y otra apodada el Tano. Juntos habrían cometido este robo, entre otros ilícitos.
El expediente relata que intervino el gabinete de robos calificados de la Dirección Departamental de Investigaciones. Y tales tareas permitieron establecer que el tal Matías resultaba ser Matías Alfredo Fernández, apodado «el muela», sobre quien pesaba un pedido de captura activo por el Juzgado de Ejecución Departamental N° 2 desde el 17 de agosto del 2021. Resulta ser que, como reincidente y condenado, había conseguido tener salidas transitorias del penal, y simplemente un día no regresó. Nadie lo fue a buscar, o nadie lo encontró desde agosto del año anterior.
El otro autor apodado «el Tano» resultó ser Raúl Alejandro Pacheco, y también tenía sobre sí un pedido de captura activo firmado por el Juzgado de Ejecución N° 2 desde el 24 de enero del 2022. Otro que no volvió a la Unidad Penal luego de una salida transitoria. ¿Entonces? ¿Cuáles fueron las acciones que se realizaron para traerlos de vuelta? ¿Y las alertas que se emitieron?
Les intervinieron los teléfonos, y así pudieron saber que Matías Fernández y Alejandro Pacheco, junto con otras personas, conformaban una organización: juntos se ocupaban de cometer delitos contra la propiedad. Robos. Fundamentalmente elegían víctimas de la tercera edad.
Esas mismas comunicaciones permitieron comprobar que habían sido las mismas dos personas, es decir Raúl Alejandro Pacheco y Matías Alfredo Fernández, los que habían sido autores del robo contra dos personas de 79 y 90 años, en su vivienda de Berutti al 7000. Lo habían hablado por teléfono con Maximiliano Pacheco, hermano del primero de los responsables. Sus identidades fueron comprobadas por la información dada por las cámaras de seguridad y el relevamiento de los testigos de la zona. Juntos sustrajeron documentación personal, teléfonos celulares, 80000 pesos, anillos, cadenas, etc.
Estos individuos habían llegado a la casa alrededor de las 5 de la mañana junto con un tercero no identificado y se habían quedado en el patio. Allí esperaron hasta las 7:30, momento en que uno de los moradores salió: entonces, fue abordado y reducido por los sujetos. Maximiliano Ezequiel Pacheco es el que esperó a los miembros activos de la banda a bordo de un automóvil Fiat Palio para facilitar la fuga una vez que hubieron concluido el asalto.
Medidas definitivas
El 18 de mayo hubo cinco allanamientos simultáneos: entre otros lugares, se allanaron los domicilios donde se habían ocultado Fernández y Pacheco durante el tiempo que estuvieron prófugos. Allí los detuvieron a ambos, y secuestraron distintas alhajas, una pistola nueve milímetros, proyectiles de distintos calibre, diversos teléfonos celulares, $ 310.000 más 800 dólares estadounidenses. También se incautó el Fiat Palio que se había usado en el robo.
Matías Fernández tenía una condena vigente a 8 años de prisión más la declaración de reincidencia dictada por el Tribunal Oral en lo Criminal 3. Raúl Alejandro Pacheco tiene aún una condena vigente a 7 años y 4 meses de prisión, y una declaración de reincidencia, del Tribunal Oral en lo Criminal 2. Completa el trío Maximiliano Pacheco, el chofer, que fue condenado a 9 años y 5 meses de prisión por el Tribunal Oral en lo Criminal 1. Ahora es reincidente.
Ahora la pregunta es obligada: si podían intervenir los abonos telefónicos de estos prófugos e ir a buscarlos a la casa donde se escondían, como lo hicieron el 17 de mayo, ¿por qué no lo hicieron antes de que robaran a dos ancianos? ¿Por qué nadie trabaja para evitar que los delincuentes profesionales que se fugan, sean capturados antes de la reincidencia? ¿Por qué en la ciudad la inseguridad no es la principal tarea de todos aquellos que son agentes del Estado en todos los estamentos competentes que no deberían estar ocupados de otra cosa?
Los taxis de la ciudad circulan con carteles que dicen que se niegan a instalar el GPS, y el secretario general del Sindicato Marplatense de Peones de taxi dice que tal posición extrema se debe a los altos costos de sostener el sistema de control que permitiría localizar el auto. Pero agrega una información importante: si los ubicaran por medio del dispositivo, la patrulla policial tardaría tanto en llegar, que no les serviría de nada. Todo es demasiado lento, aún el utilizar el servicio de botón antipánico que puede funcionar por aplicación en un teléfono celular a bajo costo.
La pregunta es por qué. ¿Por qué tarda tanto la policía? No es verdad que la nafta de la que dispone un móvil por día sea tan escasa. No es verdad que no haya coches patrulla. ¿Entonces? ¿Cuáles son los intereses que llevan a la ciudad a mantenerse en la cima de las más inseguras del país? ¿Esto le conviene a alguien?