Ni cinco de bolilla

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El fiscal de Cámara Deniro confirmó la desestimación de una denuncia por usurpación que había presentado un vecino. Él no pierde tiempo ni siquiera en verificar la documentación que se le presenta, por más apócrifa que sea. Parece que esta ciudad, cualquiera se puede ir a vivir donde quiere, si tiene el amigo que corresponde. Ante una usurpación, el remedio es resignarse.

Tierra de nadie, ha dicho este semanario más de una vez cuando se refiere a la situación anárquica que se vive en lo relativo a las situaciones de dominio y posesión legítima de lotes y casas. Tierra de nadie, porque no hay una voluntad expresa de clarificar a quién le corresponden los derechos sobre los bienes. Y también porque las particularidades de la urbanización de la zona han permitido más de un delito: estancias loteadas entre gallos y medianoche, extensas superficies que una vez pertenecieron a grandes contribuyentes y se fueron vendiendo endeudadas, con el único comprobante de un boleto de compraventa del que sólo queda una copia amarillenta. Documentos perdidos, apoderados de los apoderados ya muertos. Y una escasa voluntad de hacer justicia. Porque en esta ciudad se han concretado enormes negocios haciendo una verdadera industria de la usurpación de los bienes de aquellas personas que mueren sin herederos: al mismo momento de la desaparición física del anciano, aparecen dos o tres que tienen en sus manos un poder firmado o una venta reciente.
Y la justicia no ve nada, porque siempre tiene cosas más importantes que hacer, y no se cansa de esgrimir la muletilla de que el fuero penal es la última opción. Mientras tanto, los años pasan, las causas prescriben, y hay estafadores que se hacen ricos. A nadie escapa que hay un aviso permanente en un semanario de esta ciudad donde un agente inmobiliario ofrece la titularidad de terrenos fiscales o de propiedades en litigio sucesorio. Lo hace a la vista de todo el mundo. A nadie se le ocurre cuestionar semejante avivada. Porque es eso, no hay aquí problemas de clase. No son los pobres sin techo los que se alojan en una casa del sur rompiendo las rejas. No son las víctimas del hambre. Son los que tienen contactos suficientes para bajar las rejas, entrar a la casa sin presencia policial, y permanecer ahí sin oficiales de justicia. ¿Cómo se hace? Contactos.

Casa tomada

El tema que ocupa hoy estas páginas no se aleja demasiado de esa desidia, y menos aun de la conveniencia que tanto entretiene a los fariseos, esos que hacen que Mar del Plata sea efectivamente tierra de nadie. La usurpación parece ser un fenómeno irremediable, porque cuenta en general con todos los avales poderosos para que así sea.
Se trata de una vivienda ocupada en la zona del Bosque Peralta Ramos, único bosque habitado. Un barrio elegido por una importante cantidad de vecinos a la hora de decidir dónde vivir, fundamentalmente en la décadas del 80 y 90, cuando parecía ser una Arcadia de tranquilidad enclavada a cuadras de la costa. La leyenda duró lo que duró.
Un vecino que habita la esquina de calle Diagonal Norte y Atahualpa desde 1972, denunció a finales de 2012 la situación irregular que percibía en una propiedad vecina, que él cuidaba desde hacía veinte años. Se trata de una casa semiconstruida en la misma Diagonal Norte entre 38 y Atahualpa, cuyos dueños – Mercedes Gallardo y Ángel Rogh- viven desde hace años en Holanda.
En aquel momento le llamó la atención que apareciera un cartel de venta de la inmobiliaria Leo: un comercio de la zona que funciona sobre avenida Vélez Sarsfield. Consideró entonces que se trataba de una equivocación, por lo cual procedió a retirarlo.
Pocos días después el cartel reapareció, y luego fue retirado por la misma inmobiliaria: adujeron, ante la pregunta de los vecinos, que alguien había intentado vender aquella propiedad sin la suficiente documentación respaldatoria de la situación de dominio.
Alertado ya de que había un intento de estafa en marcha, el vecino cuidador –AC- se encontró en días subsiguientes con una pareja desconocida que intentaba ingresar a la casa desocupada en cuestión, por lo que inmediatamente dio aviso a la policía. En la oportunidad se presentó un móvil de la seccional quinta de esta ciudad, cuyo personal dialogó con las personas que pretendían entrar a la casa, y les solicitó documentación de identificación y respaldo de sus derechos sobre la propiedad.
Pero por supuesto que las cosas no terminaron así. La razón de que el vecino inició las acciones legales correspondientes fue que la pareja de pretendidos usurpadores, identificados como Gabriela Pérez Frontal y Emmanuel Arriola, exhibió un mandato. Se trata de un documento por el cual resultaban ser mandados por una persona, que a su vez fue teóricamente apoderada desde el exterior por los propietarios: alguien que se llama María del Carmen Castro. La situación era tan confusa que hubiera merecido por lo menos que se echaran paños fríos, y todo pasara a manos de la fiscalía para evaluar los documentos. Hubiera sido así si le hubieran prestado atención. Pero no.
Los policías actuantes dijeron ante los vecinos: “esta gente tiene una escritura original y un documento firmado por un escribano”, y sin más les permitieron quedarse, como si ellos mismos estuvieran en condiciones de resolver la situación a simple vista.

La maniobra

A todo esto, los supuestos usurpadores habían cortado la reja perimetral en el frente y en un lateral, es decir habían ingresado por la fuerza. Y el policía en cuestión, Sergio Riconosciuto, de la seccional quinta, lejos de impedírselo, utilizó el propio móvil policial para trasladar a los denunciados hasta su casa – un departamento en el barrio Alfar-  a buscar documentación y algunas cosas. Para justificarse sólo adujo que: “si no van a tardar mucho, porque no tienen auto”. Desde ese momento, y con sobrados motivos, los vecinos comenzaron a sospechar que los policías no restituirían el bien, sino que protegerían a los usurpadores.
Pero el vecino cuidador se volvió incansable, y comenzó  a hacer averiguaciones. Lo mismo hicieron los propietarios de las demás casas, que veían cómo día tras día se efectuaban en la vivienda usurpada ciertas tareas de demolición sin ningún resguardo profesional, hasta el punto de poner en riesgo las fincas vecinas. Veían cómo sospechosamente se tapiaban las ventanas y la puerta del frente de la casa,  a la vez que se improvisaba un escondido ingreso por el fondo, fuera de la vista de los vecinos.
A los pocos días ya había unos custodios en la propiedad, a quienes los vecinos calificaron como patovicas, y al menos uno de los cuatro hombres habría estado armado, según declaró una de las vecinas que denunció amenazas ante la fiscalía. Rondaban todo el tiempo, intimidaban, asustaban, y así algunos en el barrio antes tranquilo, comenzaron a callarse por miedo.
La causa vino a dar en la Fiscalía 1, que entonces estaba a cargo de Marcos Pagella, razón por la cual -cuando el vecino AC volvió a llamar a  la policía ante el primer entredicho- simplemente le dijeron: “Dijo Pagella que ustedes se tienen que ir de acá, que tienen que irse a sus casas y dejar a esta gente tranquila. Que ellos tienen razón” Así no más, así de serio, así de documentado.
Pero AC siguió averiguando y denunciando, y se presentó ante Obras Sanitarias para ponerlos sobre aviso de que los usurpadores de la casa, que no cuenta con ningún servicio de manera legítima, estaban improvisando un pozo ciego a cincuenta centímetros de la medianera, con lo cual ponían en riesgo toda la construcción. Pero nada.
Denunció los coches que estaban día y noche en la propiedad, por lo cual los cambiaron inmediatamente y comenzaron a usar otros. Con esa actitud despertaron nuevas sospechas: ¿quiénes eran los usurpadores, que podían cambiar de autos en cuanto lo creían oportuno?¿Cómo se enteraban del contenido de las denuncias policiales?
Hasta que una de las vecinas se sintió intimidada, asustada por los comentarios y las caras de las cuatro personas que ahora estaban allí, y salió a ver qué eran los ruidos que había en la calle a las 2.30 de la mañana. “Andá para adentro vos”, le dijeron; “andá para tu casa”, y le mostraron un arma que el que estaba en ese momento cuidando la casa tenía en la cintura.
¿Y qué hizo Pagella? Desestimó las acciones, convencido de que no había nada que él tuviera que hacer. Cuando ni siquiera había averiguado a quién le correspondía la titularidad, ni si el mandato que exhibía Pérez Frontal era legítimo. De hecho, fueron los mismos vecinos los que elevaron a la fiscalía la denuncia de que el firmante del poder era un ex escribano, hoy destituido por estafas.
Ante este primer revés, el camino a seguir parecía simple: apelar la medida y dirigirse a la fiscalía de Cámara, a denunciar que la documentación completa debía ser revisada, ya que la fiscalía de primera instancia no había tomado en cuenta ninguno de los elementos de valor que los vecinos aportaban.
Para sorpresa de todos, el fiscal general adjunto Oscar Deniro se expidió a principios de este año, y no les dio ni cinco de bolilla. Confirmó los dichos de su amigo el fiscal Pagella, y dijo que no había nada que hacer. Que los usurpadores tenían una documentación que a él le alcanzaba, y que si había una denuncia por amenazas, se trataba de otra causa que seguiría su justo camino.
Así nomás. Es por eso que uno puede decir que Mar del Plata es tierra de nadie. Porque la misma policía es quien les hace de flete a los que toman casas, ante la mirada del vecindario. Sólo queda no salir de la casa, o dejar siempre a alguien al cuidado. No sea cosa.