Odisea pesquera I

Pesca sin responsabilidad, consecuencias económicas y biológicas graves. Desplazamientos de actores tan vitales para la actividad, como para el recurso. San Borombón y Chubut, muestras del desquicio.

Como si se tratara de un «spaghetti western» de los años setenta pero ambientado entre la provincia de Buenos Aires y la de Chubut donde, en vez de surcar los fardos aquellos áridos terrenos desérticos del lejano oeste norteamericano, aquí los vientos del cambio tecnológicolo, que propulsaron, fue una nueva sensación de dominio territorial en las aguas jurisdiccionales que a veces está en manos de particulares, como en San Borombón, y en ocasiones en control de los estados provinciales con políticas independientes del contexto nacional, como sucede en Chubut.

Hay que remontarse una o dos décadas, quizás, para entender un proceso que dio en la pesca argentina: muchas de las embarcaciones con puerto en Mar del Plata se trasladaron a la Patagonia, buscando acceder más fácilmente al recurso ictícola. Eso los hizo primero poder sobrevivir, y luego ya ser más competitivos. Se asentaron en la provincia de Chubut, la misma donde hace una semana el gobernador electo Ignacio Torres hacía gala en su discurso triunfante acerca del recurso económico que genera el langostino para su provincia.

Tan importante parece ser el langostino para Chubut, que el armador pesquero chubutense, Raúl Cereseto, presidente de la Fundación de Sostenibilidad Pesquera y autor del libro «De proa al sur» lo definió, en una entrevista realizada por la FM 99.9, como «el oro naranja».

¿Cuál es la característica dominante? Chubut tiene una «cuota social» y actúa sobre las 12 millas marinas de jurisdicción de aguas provinciales como si le fueran propias. Incluso allí es donde los barcos trabajan en verano, siendo época de desove de la especie, pudiendo provocar un desequilibrio importante en el recurso. De esto es de lo que se quejan los armadores marplatenses, entre otras cosas, porque saben que al final de cuentas a ellos también les provocará inconvenientes a futuro. Así lo explicaba claramente el presidente de ALFA, Mariano Retrivi, en diálogo con la FM 99.9 en una entrevista en donde describía el desmanejo de la pesca en Chubut y la falta de reclamo por parte de la provincia de Buenos Aires en el Consejo Federal Pesquero.

En paralelo, en nuestra provincia también ocurrieron algunos cambios: en la Bahía de San Borombón se fue potenciando un modelo pesquero muy particular. De aquellas embarcaciones de una pesquería artesanal, con construcciones en madera, fue deviniendo una nueva pesquería industrial, que compite ahora fuertemente con el resto de la flota. Además, en ese lugar en donde siempre fue difícil ingresar a pescar, ahora en el último año ya directamente se les prohibió a los armadores de las lanchas amarrillas de Mar del Plata trabajar en esa zona.

Esto tiene una connotación directa en la economía regional de Mar del Plata, afectando al último grupete de 15 embarcaciones que todavía resiste en la banquina chica del puerto local. Esas barquitas pescaban variado, caballa y anchoas, pero ahora están sumamente condicionados porque este año no pudieron ir a San Borombón y los peces que llegaban hasta frente de nuestras costas, a desovar y a cumplir una función biológica en el ecosistema marino, hoy son frenados y capturados antes, con redes de arrastre que impactan de manera contundente en la actividad local.

Como en el farwest

Fuentes a las que tuvo acceso N&P describieron la situación en el municipio de Lavalle, donde dicen que la comuna le cobra a los armadores un fee por cajón descargado sin emisión de comprobantes, lo que sería posible por la existencia de un puerto municipal desde donde operaría la pesquería local.

Además, en referencia a la seguridad de navegación, explican que no existe fiscalización de Prefectura y que tampoco hay controles provinciales ni nacionales sobre las capturas y los desembarques, con situaciones confusas como pesca fuera de zafras o bajo el amparo de declarar especies que allí no existen.

También el INIDEP viene reclamando que se le permitan realizar mediciones sobre el tamaño de los ejemplares extraídos sin respuesta favorables a sus pedidos. Lo que trasciende es que, de las capturas, el 85% serían crías y el resto juveniles, con pescados que no superan los 100 gramos. De confirmarse, sería un escándalo. Por eso los informes que circulan en el INIDEP coinciden en que debería vedarse las 7 millas de la bahía de forma permanente.

El panorama se completa con falta de fiscalización de SENASA, y métodos de manejo del recurso poco recomendables, entre los que carecen del hielo, se transporta con envases precarios o sin envases, perdiendo calidad el producto y provocando malos antecedentes cuando ese pescado llega a clientes internacionales, poniendo en riesgo los mercados conseguidos por la Argentina y abastecidos durante tantos años.

Descontrol y disputa

Lorenzani conoce lo que viene ocurriendo y aporta su mirada, desde la importancia que para su Fundación Fauna Argentina tiene el correcto manejo del recurso y su misión dentro del ecosistema marino. Reconoce que la situación de El Salado está fuera de control y que la Dirección de Pesca de la Provincia de Buenos Airesno hace nada al respecto del descontrol que hay en el lugar, fundamentalmente por aquello de que se les prohíba la pesca a las embarcaciones marplatense.

«Esta gente contaba con esa zafra como la de la caballa y la de la anchoa. Esas especies llegaban frente a la costa de Mar del Plata y ahora no llega, impidiendo el proceso biológico. Sin embargo, ahora esto no ocurre por intervención de otros barcos con artes de pesca destructivas, por arrastre, donde todo lo que entra a la red se muere, a diferencia de las redes que usan las lanchas donde se compara lo que ingresa a la red y se libera aquello que no tiene que ser extraído, sustentando el recurso. La Secretaria de Pesca debería ordenar la actividad de la pesca», resalta.

Retrivi confirma que la cuestión de El Salado es un tema que preocupa, porque ahí se ha armado una jurisdicción propia en la que no hay ningún tipo de control. También distingue entre lo que hace la Secretaría de Pesca, a la que acuden y llevan ideas las cámaras empresariales y donde son escuchados, también, a diferencia del Consejo Federal de Pesca, donde Carla Seain, actual funcionaria que ocupa la silla de la Provincia de Buenos Aires, debería reflejar lo que piden los sectores sin que eso suceda.

Pero su mirada está puesta en algo más grande, como Chubut, y critica la falta de responsabilidad en la gestión por parte de Seain. «Vemos que la representación de Buenos Aires en el Consejo Federal Pesquero deja mucho que desear, desde hace tiempo. Y eso nos deja una fuerte sensación de bronca. Creo que es por falta de idoneidad y compromiso, hace falta gente que tenga ganas de trabajar para y por la industria y aportarle lo que tiene que aportar desde un lugar que fija las políticas pesqueras», afirma.

Mientras estas cosas pasan puertas adentro, en el litoral marítimo argentino la lucha es desigual contra la depredación que provocan buques extranjeros. En la milla 200 llegan a haber hasta 500 buques poteros esperando levantar el recurso. Uruguay presta asistencia a los barcos españoles para que tengan la logística necesaria para capturar abadejo y otras especies, mantener su bandera e ingresar a Europa una pesca de estas aguas como si fueran extraídas en origen. Bien dice José Hernández en el Martín Fierro: «si los de adentro se pelean, los devoran los de afuera».