COVID-19 en Mar del Plata | No ofrece alternativas eficientes de atención para sus afiliados con síntomas de COVID. Salud de la municipalidad realiza hisopados en el CEMA, y por ahora es la alternativa más rápida para los adultos mayores que rebotan hasta en el HIGA. ¿Hasta cuándo con los viejos?
Semana complicada para la epidemia de coronavirus en medio de anuncios de medidas más estrictas, ya que los casos de la enfermedad aumentan en todos lados. Los más jóvenes se han amontonado hasta el cansancio en fiestas clandestinas, en las mismas fiestas que el Estado no podía controlar cuando la pandemia no existía, y los riesgos eran la inseguridad y el abuso de sustancias.
Mar del Plata atinó a comenzar una temporada que pudiera dar un punto de recuperación a miles de comerciantes del sector turístico: alquiló casas, carpas, plazas de hotel, sin saber muy bien qué iba a hacer cuando los contagios arrasaran. Esta semana, la Clínica 25 de Mayo colgó el cartel de que no había más sitio para internar enfermos de COVID, y al poco tiempo lo hizo la Pueyrredon. Las opciones privadas no son tantas, y ni se imaginan las restricciones que implica ser afiliado al PAMI: un drama que parece no tener salida.
Una persona de edad avanzada no es aceptada por la medicina prepaga, a no ser que sea un afiliado antiguo que las empresas no pueden dejar de asistir. Si no es así, obviamente, sólo queda el PAMI. ¿Sabe usted lo que eso significa?
Supongamos que usted es la señora MG, una jubilada y pensionada de esas que no se enferman nunca. De las que conocieron la clínica cuando tuvieron sus hijos y nunca más pero que, ahora, ante la evidencia del avance de los síntomas de fiebre, malestar y vómitos, tiene que rendirse ante la evidencia de que se ha contagiado el coronavirus quién sabe cómo. Porque a las fiestas clandestinas no va.
Para hacer las cosas bien, la familia sigue las indicaciones de PAMI y recurre a la página web. Los síntomas que se resumen allí como indicadores de la enfermedad para un afiliado adulto mayor incluyen palabras como odinofagia, cefalea y mialgia. Expertos en comunicación no se han percatado que los usuarios no son los médicos, que ya conocen los síntomas, son los afiliados. Agrega disnea, astenia y anosmia sin olvidar la disgeusia.
La otra indicación guía a los afiliados que se sienten enfermos a comunicarse telefónicamente al 138 opción 9. Los familiares de MG comenzaron por allí y llamaron el domingo 3 de enero desde horas del mediodía, y durante una hora y 45 minutos, tiempo durante el cual el PAMI retuvo la llamada en línea con un sinfín de información que no venía a cuento.
Convengamos que si el afiliado en cuestión estuviera con síntomas de COVID y solo contara con un celular, no hubiera podido proseguir con la espera porque no habría saldo ni batería de teléfono que lo soportara, a no ser que el enfermo en cuestión contara con un teléfono de línea que resiste bastante más. Pero bueno.
Cuando pasó ese tiempo, una empleada de la línea de PAMI atendió el llamado y se limitó a solicitar el “número de beneficio”. Inmediatamente dio la misma información que se obtiene por la página: el sitio en el cual el jubilado capita su módulo de internación. Dijo: “tiene que ir al HIGA”, aunque no sabía qué era porque tuvo que confirmar con qué ciudad se estaba comunicando. Preguntada por el hisopado dijo que a MG no la iban a hisopar, sino que la internarían directamente. Al menos eso era lo que ella pensaba.
El médico de la familia hizo su recomendación desde el optimismo de quien cree que las instituciones están regidas por la lógica y la justicia, si la atención de COVID para el PAMI se centralizaba en el Houssay. Encima, él creía a pie juntillas que quienes alguna vez habían capitado en el antiguo EMHSA habían recuperado su módulo de internación allí, porque eso era lo que habían prometido. Pero no, claro, quienes fueron damnificados por el cierre del hospital original, y fueron a parar al Hospital Interzonal, nunca recuperaron su sitio en el Houssay, y —por supuesto— los afiliados jamás recibieron una notificación. Es decir que, un afiliado sano que nunca requirió internación, puede no saberlo.
La Odisea
Eran las 15 de aquel domingo 3 de enero con 33 grados cuando la afiliada, con fiebre y vómitos, ya en evidente situación de deterioro de salud, es trasladada al Houssay. El cartel de la puerta de avenida Juan B. Justo dice “entrada por Fleming 98”. La entrada a la guardia, sin señalizar, era una rampa bastante más cerca de la avenida, pero bueno.
Al llegar al piso de abajo, había tres personas esperando afuera y un guardia de seguridad que impedía la entrada del paciente en cualquier condición. La hija de MG le refirió una frase que creyó suficiente: “Tiene síntomas de COVID”. El guardia giró y buscó a alguien a quien repetir la consigna con cierta extrañeza. Como si le hubieran dicho malaria del Congo, o mordedura de cobra. COVID, sí, COVID.
Pasados unos diez minutos salió una muchacha joven, coucheada para repetir lo mismo varias veces sin ofrecer una salida ni comprender las razones: “Debe dirigirse al Interzonal, estamos colapsados”. Por supuesto que trataron de explicar que allí había tres personas, que ninguna esperaba un hisopado, y que en el HIGA habría muchas más, además de que implicaría demora y un nuevo traslado de la enfermaen una jornada de intenso calor. Que podría haber mayor deterioro para una paciente de edad avanzada. Ella volvió a repetir lo mismo que ya había dicho: “estamos colapsados, debe dirigirse al HIGA”, como si no oyera las respuestas.
Al llegar a la guardia del HIGA, a ese sitio donde parece que se está filmando una película distópica donde no rigen las leyes de la física ni el paso del tiempo, el joven que tenía a cargo la recepción para la guardia estaba literalmente escondido detrás del monitor de la computadora y con auriculares puestos, de manera tal de no ver a quien se acercara, ni ser visto por nadie. Pasaron minutos antes de que la hija de MG golpeara el vidrio de la ventanilla y él la escuchara. Es más: parecía sorprendido. Preguntado por los pasos a seguir con una persona afiliada al PAMI que tenía signos inequívocos de COVID y que ya a esa altura se estaba deteriorando, dijo solamente: “tiene que ir a la unidad de respiratorios. Queda allá donde está el UPA. Acá no puede entrar”.
Una policía de custodia tuvo a bien explicar cómo se llegaba al sitio, que es lo que se ha difundido a través de los medios como el Hospital Modular, y está pegado a la Unidad de Pronta Atención UPA (parece una broma).
Unidad de respiratorios
Luego de rodear el mercado comunitario y seguir algunas cuadras se llega a un sitio vidriado, el UPA. Dos mujeres con ambo y ropa de protecciónse encontraban en el interior y dialogaban con un hombre, pero mantenían la puerta cerrada. Había afuera varias personas más que esperaban guardando distancia reglamentaria: todos enfermos.
La hija de la paciente se resolvió por golpear el vidrio, tras lo cual una de las mujeres, como única respuesta, le pegó en el vidrio una hoja que decía: horarios de hisopado. Claro, no incluían el día domingo.
Ante la insistencia, la mujer uniformada dijo: “Está cerrado. Andá a la sala de Guanahaní o al CEMA, no sé”. Preguntada sobre si el CEMA era el sitio al que deberían dirigirse para hacer atender a la afiliada del PAMI, repitamos, con fiebre vómitos y de avanzada edad, contagiada de COVID, la mujer en cuestión dijo: “no sé, yo no trabajo en el CEMA. El médico de acá se fue. Se sintió mal. Es un ser humano también. Cerró y se fue”.
La familia de la señora MG estaba en un coche, pero allí había más personas. Había un hombre visiblemente desmejorado, que tenía en su mano una tarjeta Sube y decía: “¿cómo se hace para ir en colectivo a ese lugar? ¿Cómo hago?”. Estaba enfermo, y nadie podría haberlo socorrido sin correr riesgos de contagio. Así se subió a un colectivo cualquiera, porque allí no lo veían.
Media hora después, la familia de MG llegó al CEMA a preguntar si el servicio de hisopado funcionaba. La policía de custodia estaba en la puerta, e indicaba el lugar hacia el cual había que dirigirse para ser atendido.
Hay un espacio organizado en la dependencia municipal para tomar las muestras de las personas enfermas que se acercan. Con custodia y protocolo de cuidado. Dos médicos hacen las preguntas de rigor, toman los datos y ordenan la muestra para el análisis. También controlan el oxígeno en sangre, la garganta y el estado general. Recomendaron reposo, hidratación y analgésicos.
Dos días después comunicaban por teléfono el resultado positivo, y desde ese momento llamaron cada 48 horas para verificar el curso de la enfermedad, y asentar por escrito las preguntas que se quisieran realizar. El CEMA es el Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias de la municipalidad, y atiende a cualquiera. MG no obtuvo atención por ser afiliada al PAMI, que como institución vacía no tenía absolutamente nada para ofrecerle más que una página web y una línea telefónica sin respuesta. ¿Cómo no se les van a morir los viejos?