Pobre Sarmiento

Panorama educativo | En un año de aulas vacías, el Día del Maestro pasó sin pena ni gloria. O con muchas penas. Hay gente que trabaja a destajo para poder enseñar, y hay otros no que no tienen cura. El padre del aula y el delantal blanco, debe lamentar las pérdidas.

Parece que el 2020 no fuera tiempo de hablar de educación, porque nadie le ha puesto el cascabel al gato, y aún no se ha podido encontrar la manera de que los chicos del mundo habiten las aulas otra vez. Ni que los jóvenes vuelvan a los colegios donde deben estar, ni que los universitarios completen sus carreras y hagan sus prácticas. Porque, cuando eso suceda, las madres volverán a sus empleos y toda la rueda volverá a girar una vez más, tal como la imaginaron los que una vez pensaron a la educación como la única manera de hacer que un país dejara de ser sólo una extensión de territorio, para convertirse en una unidad soberana que quisiera decir algo con los colores de la bandera. Ahora Martin Kulldorff, epidemiólogo especializado en enfermedades infecciosas y profesor de la Universidad de Harvard, apuesta por volver a las escuelas.

Nacido en Suecia, Kulldorff defiende un abordaje que distinga por edades, y está en contra de los confinamientos generales porque asegura que representan el mayor asalto a las condiciones de vida de la clase obrera en décadas. “Era inevitable que el contagio alcance a todo el mundo, nadie debe sentirse mal por eso, porque era sencillamente imposible mantenerlo afuera”, afirmo.

En este país, hay leyes de educación obligatoria que llevaron a que los pequeños hijos de los inmigrantes asistan a una escuela donde aprenderían el idioma y las costumbres del país que los había recibido. Porque esa tierra creyó que la fuerza venía de la educación, la misma educación que daba oficio y patrimonio cultural.

Ahora estamos en mitad de la nada: maestros y profesores intentan acercase a los alumnos por los medios tecnológicos que disponen, cuando los disponen. Pero otros, tratan de enseñarles a pibes que no tienen luz eléctrica, menos aún Internet o WiFi, y menos todavía un celular con el que descargar ¿qué cosa? ¿Un video de YouTube? ¿Datos? Pero ¿desde qué escritorio rantifuso se piensa que las escuelas argentinas funcionan en edificios porteños de arquitectura afrancesada y placa de bronce en la puerta?

Los profesores de las escuelas técnicas tienen que enseñar tornería, carpintería, electricidad. ¿Por audios de WhatsApp? Los padres más humildes van a las escuelas en persona a pedir que les firmen las libretas de la Asignación Universal por Hijo, y ahí los asaltan con pilas de módulos que son requisito de escolaridad, y que sus hijos no sabrán resolver si no hay más alfabetizados en la casa. La mayoría de los padres no están en condiciones de acompañar aprendizajes que desconocen. Así va la cosa, que definitivamente no ha hecho más que agudizar las diferencias y acentuar la desigualdad. Ya no sirve de nada la voluntad enorme de un chico que no dispone de medios técnicos para seguir estudiando, ni de ayuda para realizar los módulos.

Inútilmente

En este estado de las cosas, no alcanzan las medidas tipo parche. Porque no hay un profesor de Matemática enseñando logaritmo cara a cara. No hay un profesor de Inglés enseñando cómo se pone la boca para pronunciar. No hay una maestra de Música en el jardín para enseñar a los pequeños los hábitos de convivencia que se adquieren en el nivel. Las cosas no están bien, y los más pobres son los que lo van a pasar peor. Así de múltiple es la situación, así de confusa y así de imposible resulta sacar una conclusión apresurada a partir de lo que no se conoce.

Quizá la parte más compleja de analizar sea la formación profesional de los universitarios y terciarios, de personas que se preparan para llevar adelante una profesión, a través de una pantalla. Las escuelas artísticas, por ejemplo. Imaginemos la formación de un profesor de danzas por Zoom, y la promoción de las asignaturas de este año. O la de un profesor que se está formando en la escuela superior de Artes Visuales Martín Malharro, cuya directora Solana Guangiroli ha sido mencionada más de una vez por la forma caprichosa en la que ha decidido conducir la institución, como si no dependiera de las normas de la Dirección General de Escuelas, ni del reglamento general de instituciones educativas.

Los institutos terciarios provinciales son numéricamente muchos menos que los secundarios, y están fuera de la atenta mirada de una estructura que pone la urgencia en la seguridad de los menores de edad, que concurren a los otros niveles. Parece ser que, hasta hace poco, la directora hacía exactamente lo que le venía en gana, porque tenía el aval de un inspector amigo, hasta que fue intimada a cesar en su actitud.

Hasta ese momento, cambiaba horarios para favorecer a sus amigos, o hasta cambiaba de materia a profesores que hubieran concursado. El dicho inspector de terciario, se dice, fue denunciado por una cuestión similar en su gestión de supervisión de Conservatorio de Música, otra institución terciaria artística que dependía del mismo funcionario en cuestión. De todas maneras, Solana sigue en su gestión al frente de la escuela Malharro, aunque quizá no pueda otorgarse ya las mismas libertades. Las libertades que pueden aparecer cuando varias instituciones de este nivel dependen de un único inspector, y el esquema de supervisión se debilita tanto, que nadie revé los estados administrativos para verificar que no cometan irregularidades. De todas maneras, ¿cómo se estará enseñando a dibujar?

Por todo esto es que los ojos no deben apartarse ni un segundo de la educación, para que el país siga siendo un país, y no se convierta en una extensión de terreno alambrada. Porque la diferencia es cultural. Así lo pensaron los próceres, y así lo creyó Sarmiento, últimamente arrastrado por el fango con poco análisis, cuando no se sabe cuál era en contexto histórico en el que dijo lo que dijo, o tomó las decisiones que tomó. Anacronismo, se le dice al vicio de pensamiento de analizar las ideas de una época con los parámetros de otra.

Inmortal

El historiador Ricardo De Titto publicó recientemente un artículo donde daba su mirada acerca de la vigencia de la figura histórica y polémica, e hizo un repaso en la 99.9 por los principales aspectos de su forma de ver el país.

De Titto considera que la mirada con la que se analizó la figura deSarmiento en el último tiempo ha sido injusta: “el revisionismo histórico se ha encargado de denostarlo creando una figura aún más controversial, para mi gusto en forma injusta y equivocada”. Agrega que se trató de buscar una imagen que puede tomar desprevenido a aquél que no investigue lo suficiente, y hacer que crea lo que no es: “se trató de diseñar un Sarmiento aparentemente complicado en el genocidio de los aborígenes, que es una exageración absoluta porque no tuvo participación directa. Se lo involucra como responsable de la Guerra del Paraguay, donde no tuvo nada que ver con las acciones militares concretas”.

Pero lo que aclaró De Titto es que Sarmiento tenía sí una visión muy clara de lo que debía hacerse en el país y en la educación: “virtualmente, Sarmiento es el único estadista que tuvo la historia argentina. La única figura política que miró estratégicamente el país pergeñando ideas para dos, tres o cinco generaciones. Esto se plasma en el proyecto educativo donde plantea que la igualdad de oportunidades permitirá construir ciudadanía capaz de participar activamente en el desarrollo republicano”. Si bien su principal propósito era la alfabetización, tenía otro fin detrás, del cuál poco se habla: “la necesidad de la lectura estaba ligada a un proyecto industrial-económico, porque las personas que tenían su propio negocio tenían un interés superior en la cosa pública”, explicó De Titto. Y agregó: “muchas veces se reduce su proyecto sólo en tener una población culta, cuando no es así. En un sólo período presidencial suyo se fundaron 800 escuelas. Esta pasión por la educación tiene que ver con un proyecto de país donde el ciudadano sea propietario de su parcela agraria y desde ahí, un ciudadano consciente en la participación de los hechos del país”.

En fin, este año las escuelas estuvieron cerradas y los guardapolvos blancos tan sarmientinos juntan polvo, guardados en los armarios. Lo que se puede asegurar sin temor al error es que, gracias a eso, el mundo se ha vuelto un lugar todavía un poco más injusto.