Caso Melmann | Tras la resolución que sobreseyó al policía Panadero por su presunta participación en la violación seguida de muerte de Natalia Melmann, la opinión pública se manifestó, y también las voces de muchas personalidades del mundo judicial. La sentencia dice que no hay elementos de prueba de su participación. Ninguna.
El juicio donde estaba acusado el exsargento Ricardo Panadero llegó a su fin con la inocencia del efectivo. Su defensor, Lautaro Resua, habló en la 99.9: “Es la primera resolución que se da favorable para la parte acusada después de tantos años. En el juicio quedó absolutamente claro que lo tuvieron a Panadero 17 años sometido a un proceso penal sin haber pruebas en su contra. Los fundamentos del fallo fueron la falta de entidad del informe de ADN del que tanto se habló y la contradicción entre los testimonios, además de la falta de credibilidad de varios de ellos”.
Por otro lado, remarcó la intención del ministerio público fiscal y la querella de encontrar culpable a su defendido: “han querido fundar un pedido de prisión perpetua en un testigo tan increíble, que en el primer juicio no compareció en debate. Los testigos fundamentales de la causa daban una versión de los hechos que no coincidían con el plexo probatorio; en mi opinión faltaron a la verdad”, dijo. La fiscal Ana María Caro se basó en una sola línea acusatoria.
Para Resua, se pudo llegar al fondo de la cuestión: “hoy en día los peritos dijeron la verdad, no usamos artilugios para el juicio. La Dra. Lojo, que en su momento hizo la pericia, tuvo que responder a las preguntas de las partes y del Tribunal aclarando los términos de sus informes, que fueron mal valorados durante 16 años”. Dijo que Panadero no fue sobreseído por duda, sino por falta de prueba.
Por otro lado, dejó pocas posibilidades de seguir litigando: “se acreditó además que los peritos de parte de la víctima se llevaron el material genético sin autorización y destruyeron la prueba. También que la perito Lojo se equivocó en los informes de ADN en un primer momento. Esto se había dilucidado hace tiempo, pero hubo que llegar a un juicio oral para alcanzar un punto final. Panadero había sido sobreseído 3 veces antes de este juicio oral”, finalizó.
Los hechos acontecieron en la mañana del 4 de febrero de 2001, en el mismo sitio o muy cerca de donde cuatro días después fue hallado el cuerpo de la víctima. La joven fue hallada en un paraje desolado, en el interior de una zona boscosa, cubierta con ramas, con un cordón de zapatilla ceñido al cuello por dos vueltas completas y nudo anterior. Sus vestimentas se encontraban parcialmente desgarradas, los jeans bajos; tenía la bombacha y el corpiño semiarrancados. Estos solos elementos autorizaban a sospechar de entrada una agresión sexual seguida de muerte. Aunque el avanzado estado de putrefacción del cadáver impidió constatar macroscópicamente lesiones evidentes, había signos de traumatismos, moretones y sangre desparramada en brazos, antebrazos y cara interna de los muslos, más un golpe frontoparietal derecho, eventualmente producido por un objeto romo. Todas las lesiones habían sido producidas en vida, con el fin de consumar la inmovilización y posterior violencia sexual.
Ricardo Panadero estaba imputado por el delito de homicidio calificado, abuso sexual calificado y privación ilegal de la libertad calificada: lo llamaban “el cuarto policía”. Quedó sospechado por el crimen luego de que los forenses que realizaron la autopsia de Natalia Melmann hallaron un vello púbico en la región inguinal de la víctima y lo enviaron a la Asesoría Pericial de la Suprema Corte de Justicia. Por eso en 2002, la justicia ordenó investigarlo ya que había sido mencionado como uno de los suboficiales que habría participado del asesinato.
El examen de ADN realizado por la titular de ese organismo, María Mercedes Lojo, determinó compatibilidad genética del vello púbico con el policía. Desde ese momento, Panadero quedó en el centro de las sospechas. Poco después, se realizaba un nuevo examen de ADN en el Banco Nacional de Datos del Hospital Durand de Capital Federal. Su directora, Ana María Di Lonardo, concluyó que el ADN no coincidía con el de Panadero.
Con esa novedad que provocaba un giro en la causa, el por entonces juez de Garantías Marcelo Madina decidió realizar una audiencia y citar a ambas peritos para que explicaran los motivos de la diferencia en los resultados. Otra vez, el resultado fue sorprendente: Lojo admitió que se habían anotado mal dos de los cinco datos del análisis.
Finalmente a pedido del fiscal de la causa, el juez de Garantías Gastón de Marco sobreseyó a Panadero, y poco después la Cámara de Garantías lo confirmó. Pero el tribunal de alzada dio marcha atrás con la decisión, y dejó a Panadero como el cuarto policía sospechado por el asesinato.
Ya en 2002, el Tribunal Oral en lo Criminal 2 de Mar del Plata había condenado a Suárez, Echenique y Anselmini a reclusión perpetua por “privación ilegal de la libertad agravada, abuso sexual agravado y homicidio triplemente calificado por ensañamiento, alevosía, en concurso con dos o más personas para procurar su impunidad”. Además de los ex policías, Gustavo “El Gallo” Fernández fue condenado a 25 años de prisión acusado de haber “entregado” a la adolescente, pero luego de que su pena fuera reducida a 10 años, fue condenado por otro homicidio.
Infierno
Panadero dice que desde hace 13 años su vida es un infierno. La sociedad lo rechaza a él y a su familia, aunque permanece insistiendo sobre su inocencia.
Ahora el Tribunal Criminal 4 investigaba nuevamente los delitos de privación ilegítima de libertad agravada por el uso de violencia, abuso sexual agravado por acceso carnal y por el concurso de más de dos personas y homicidio doblemente agravado por el concurso premeditado de más de dos personas y por haberse consumado para lograr la impunidad de los coautores de un delito anterior. Los jueces que lo integran son Jorge Daniel Peralta, Fabián Luis Riquert y Juan Manuel Sueyro.
En este marco, se acreditó que Natalia Melmann salió esa noche de su casa en Miramar con dos amigas hacia un local de diversión nocturna de la costa. Quería reanudar una relación sentimental con un ex novio, Maximiliano Marolt, pero no lo logró. Se encontraba a poca distancia de la puerta del bailable Amadeus junto a Marolt, su novia Daiana Escalada, y Gustavo Fernández, apodado El Gallo, cuyos avances sobre la joven fueron referidos por dos testigos. Tras ser brevemente interceptada por personal policial de un móvil de la policía de Seguridad Vial, Natalia continuó su marcha por calle 35, seguida de manera discontinua por el Gallo Fernández. En la misma dirección transitaban Marolt y su novia.
Pero hubo en la escena dos móviles policiales. Primero uno del Operativo Sol, con cuya presencia Gustavo Fernández se habría mantenido a distancia. Un segundo móvil fue una camioneta de la policía de Miramar, y dice el tribunal: “Hay que aceptar que el encuentro de Gustavo Fernández con los policías de la camioneta ha tenido alguna relación con lo ocurrido de inmediato con Natalia Melmann, con la presencia del mismo Fernández y de personal policial (…) La presencia de “el Gallo” Fernández en el momento en que Natalia era ascendida violentamente a la camioneta policial se infiere asimismo de su propia admisión en la declaración”.
Ricardo Panadero había sido sobreseído en 2005 porque la prueba testimonial no lo colocaba en el lugar del hecho. La Cámara de Apelaciones revocó el sobreseimiento hablando de la validez de las declaraciones testimoniales de las genetistas: dijo que faltaba confirmar la ruptura de la cadena de custodia del primer peritaje. Daniel De Marco dictó en 2006 el segundo sobreseimiento porque no surgiría prueba incriminatoria, pero la Cámara revocó también este segundo sobreseimiento por prematuro. En 2009, Saúl Errandonea dictó el tercer sobreseimiento, después anulado.
Ahora, el tribunal examina los alcances de los resultados periciales de María Mercedes Lojo, quien en su declaración ratificó y clarificó los informes reseñados. Pero quitó todo valor aseverativo a lo informado en ambas ocasiones respecto la coincidencia entre el material rescatado del vello pubiano en el primer examen y el perfil genético de Panadero; debía prevalecer el carácter inconcluyente de lo informado. La misma perito Lojo concluyó relativizando enteramente el valor indicativo de los índices de verosimilitud alcanzados respecto de la posible correspondencia entre el perfil genético de Panadero y el vello señalado en el primer informe. Afirma la sentencia: “Entiendo que la insuficiencia de las coincidencias observadas no sólo tiene incidencia cuantitativa sobre el índice de verosimilitud o de probabilidad, sino que también —cuando no se ha alcanzado a identificar el haplotipo mínimo y sólo se puede hablar de ciertos hallazgos— tiene incidencia sobre la confiabilidad de esos resultados, que son de carácter experimental”.
Los testigos
En cuanto al testimonio de Yésica Alvarengo, contó en este juicio que el miedo a los policías de la ciudad la había hecho callar después de la privación de libertad de Natalia Melmann y de la aparición de su cuerpo, hasta el momento en que fue convocada al juicio ante el Tribunal 2. Un temor prolongado por el hostigamiento posterior que había sufrido por parte de los familiares de dos de los imputados (entre los que no incluyó a Panadero). Los reproches que a sí misma se hacía por haber sido testigo de la privación de libertad de la víctima sin haber intervenido, teñía de dramatismo su testimonio.
Contó que había acordado con un chico, Sebastián Gómez, encontrarse a la salida de los locales bailables y para ello lo esperaba en un terreno baldío sobre calle 35. Desde allí pudo ver una escena que tendría lugar en línea oblicua al sitio donde se hallaba. Escuchó a un vehículo frenar abruptamente con el chirrido de sus cubiertas, pero el sonido que evocó en todo momento y que había quedado impreso en su memoria era el grito de Natalia Melmann. Se trataba de una camioneta de la policía con cuatro personas en su interior. Dijo que uno de los tripulantes descendió del vehículo, se dirigió a la joven y la introdujo por la fuerza en el vehículo. Se trataba de un individuo al que vio de espaldas y que pudo no obstante reconocer, era Anselmini. La testigo indica que se desmayó, y no pudo ver la partida de los policías. Agregó que se encontró en dos oportunidades con Sebastián Gómez, que había visto los mismos hechos desde otro ángulo, pero que no iba a decir nada ya que se encontraba internado en un instituto de menores cerca de su casa y habían puesto a custodiarlo al mismo Anselmini.
Debido a la contradicción espacial con otros testigos, se le requirió a Alvarengo que situara el hecho en la planimetría confeccionada y lo hizo, en las inmediaciones de la 35 y la 4. Pero el testimonio de Gómez no la respaldó, y tampoco el de sus amigas, por lo que el tribunal no lo da por respaldado.
Matías Emilio Hasen es quien contó en el juicio que caminando solo por calle 35, al llegar a la calle 4 vio que por la primera arteria venía un patrullero, camioneta marca Toyota con la patente terminada en 15, que frenó abruptamente y de donde bajó en primer lugar el policía apodado “Rambo”. Supo luego que éste se apellidaba Anselmini. Contó que el policía agarró a Natalia, a quién él había conocido en la escuela, y mientras tironeaba de la chica descendieron del vehículo en un orden que no pudo establecer los policías Panadero, Suárez y Echenique, a los que conocía de vista en las calles de Miramar. En otro coche Gol rojo dijo ver al Gallo Fernández, que veía la escena junto al cordón de la vereda, mientras la chica, ya en el sector trasero del patrullero, insultaba a sus captores. Circunstancialmente apareció por allí, transitando en su propio automóvil, su amigo Diego. Lo detuvo y, sin indicarle los motivos le pidió que siguiera a ambos vehículos, lo que hicieron por calle 37 manteniéndose a una distancia de dos cuadras, hasta que aquellos, a alta velocidad, llegaron a la calle 40 y doblaron por ésta en dirección a Mar del Sur.
No supo decir cómo, a partir de un comentario en la radio de Miramar, dieron con él los abogados de Melmann, y así prestó declaración en la fiscalía pasando a la condición de testigo protegido, bajo la cual y con intervención del juez de menores fue trasladado a la ciudad de La Plata, donde dijo que vivió varios meses en la casa particular del secretario del procurador general De la Cruz. Dijo estar enojado con los abogados de Melmann que lo dejaron en La Plata sin avisarles a sus padres, quienes lo dieron por muerto durante dos años. Pero él, que tenía 16 años, no vivía con sus padres ni tenía domicilio fijo en Miramar, pernoctaba en casa de distintos amigos.
Hasen no fue convocado al juicio de 2002, por la incredulidad que ya entonces suscitaba. Sin embargo, fue su afirmación la que trajo a Panadero a juicio. Ahora el tribunal no puede otorgarle credibilidad por no aparecer sustentada, ni siquiera por el amigo Diego que lo habría acompañado en la búsqueda por las calles de Miramar. Rescata, sí, el aporte claro de las dos empleadas que observaban desde la vereda de enfrente, que Natalia fue perseguida por Fernández, de forma insistente.
Ningún elemento pone a Panadero en el sitio de los hechos. Ni siquiera trabajó ese día. Quizá este sea el final de una vida de infierno, tras 17 años que ya no recuperará.