La trama que culminó con la detención de José Luis Segovia tiene ribetes increíbles y actos de torpeza inusitados. Un testimonio fue clave para terminar de darle forma a la acusación.
Para entender el origen y la relevancia de este relato que fue clave en la investigación que culminó con la detención del ex Director de la Policía Departamental Mar del Plata, José Luis Segovia, es necesario hacer un breve repaso de los acontecimientos que terminaron por derribar los esquemas de protección que aseguraron por años su impunidad.
Todo comienza en diciembre del 2020, cuando dos hombres y una mujer se introdujeron en un departamento ubicado en el séptimo piso del edificio Cabo Corrientes, donde sustrajeron u$d220.00, $400.000 y otros objetos de valor. Uno de los autores de este ilícito fue Alejandro Juárez, sin embargo, luego de una reunión en la Departamental en donde participó parte del círculo más íntimo de confianza de Segovia, quien fue públicamente señalado como autor del hecho, fue Mauricio Di Norcia.
Esto sirvió par un doble propósito: en un principio, desviar la atención de los fiscales de los verdaderos culpables del crimen. Pero, además, se sospecha que el entorno de Segovia le cobró a Di Norcia para pasarle información sobre las acciones judiciales que se iban realizando en su contra, como los allanamientos. Di Norcia era representado por el abogado Lautaro Resúa, acusado de ser parte de la banda que lideraba Segovia. El letrado tenía una estrecha relación con el ex policía Christian Holtkamp. La hipótesis de la Justicia es que Holtkamp era quien, gracias a sus vínculos con la Departamental —fue subordinado de Segovia cuando estaba en la fuerza— le pasaba a Resúa la información.
Por otro lado, tanto Holtkamp como Di Norcia pertenecían al mundillo del intercambio de divisas y otras actividades turbias que se concentraba en la zona de Luro e Independencia. Di Norcia fue arbolito en esa zona, y Holtkamp fue uno de los que se quedaron con el bar Sutton, donde se terminó concentrando todo este negocio. Su socio allí, era «el Ruso» Toletti.
Ahora bien, pasados unos meses, Holtkamp y Toletti deciden —o se les ordena— llevar adelante una acción de apriete en contra de Alejandro Juárez, el verdadero culpable del robo en el edificio Cabo Corrientes. Lo levantan y se lo llevan a un hotel de Punta Mogotes, donde lo retienen —de manera claramente ilegal— para exigirle un pago de u$s50.000. Y es aquí donde se da el suceso más increíble de esta historia: una vez que lo liberan, Alejandro Juárez decide denunciar el hecho al 911.
El testigo
Uno de los acusados en la causa que se abrió a partir del «secuestro» de Juárez, es un policía que sirvió durante un tiempo en la DDI. ¿Cómo terminó involucrado? Bueno, durante bastante tiempo, él también estuvo vinculado al otro negocio que aparentemente manejaba Segovia: el de los arbolitos de Luro e Independencia. Según cuenta, acuciado por sus necesidades económicas, este agente de policía trabajaba en su tiempo libre haciéndoles mandados, entre otros, a Holtkamp y Toletti. Fue su testimonio el que permitió desentrañar toda la trama de corrupción y delitos que rodearon a Segovia durante tanto tiempo.
«Volviendo a la llegada de Segovia a la Departamental, les pidió a los arbolitos una cifra descomunal y les puso un patrullero en la cuadra y no dejaba que nadie trabajara. Después empezó a trabajar el Ruso Toletti, que se quedó con la cuadra», relata. «Antes de que Segovia llegara a la Departamental, Holtkamp era el que nucleaba a todos los arbolitos y le juntaba la plata, y se la pasaba a la policía. Y también siguió Holtkamp cuando llegó Segovia. Holtkamp recaudó para Segovia siempre, y le reportaba directamente». Al respecto de Lautaro Resúa cuenta: «[…] decía que era de la AFI […] presumía que tenía relaciones con la policía».
Pero, además, su testimonio revela hasta qué punto José Luis Segovia estaba involucrado con todos los esquemas de corrupción y recaudación ilegal diseminados por la ciudad: «Segovia consiguió un fuerte flujo de dinero de la recaudación ilegal a través de una cooperativa ficticia de supuestos bomberos, que no eran tales, y que estaban por toda la ciudad pidiendo colaboración. De esto había todo el tiempo llamados al 911 quejándose de estos recaudadores y nunca hubo ni un procedimiento ni un procesado. Era porque con esto recaudaron fortunas para Segovia y el Crio. Inspector Gabas que era el que centralizaba los tres destacamentos de bomberos de la ciudad».
Pero allí no se terminan los negocios espurios del ex director de la Departamental: «Otro que recaudaba para Segovia era el Comisario López de la Comsiaría 5ª, que manejaba toda la nocturnidad porque manejaba toda la costa y los locales nocturnos de la costa, incluso fuera de su jurisdicción, incluso los puestos de panchos y de cosas menores. Nadie se podía meter con López, que era el gran recaudador de Segovia».
Al respecto de cómo funcionaban estos mecanismos de recaudación, el testigo cuenta que «el mecanismo era que todos los policías que estaban apostados supuestamente para brindar seguridad en los comercios o en las cuadras, recibían dinero de los comerciantes, y todo esto estaba justificado por órdenes de servicio. Ese era un método de recaudación. Para esto usaban a los policías más nuevos. También todo lo de los locales nocturnos, Mute y la movida del verano, era similar, un fuerte mecanismo de recaudación».
El testimonio da cuenta del nivel de vida que se permitían los miembros de esta organización encabezada por Segovia: «Toletti siempre andaba en coches de alta gama: Mercedes Benz, BMW y parecidos. Los demás imputados, como Resúa, Holtkamp y Toletti tienen plata, se han quedado con mucho, y aunque están presos, tienen plata para solventarse».
Segovia también disfrutaba de una vida de lujos: «Ese grupo selecto almorzaba todos los días en la Departamental con Segovia, donde había un cocinero que cocinaba para todos […] Eran entre 8 y 12 personas, y nadie pagaba nada. Me pregunto de dónde salía la plata para todo eso: el cocinero, la comida y la bebida de todos los días. Tenía un cocinero para él, cuando en las demás dependencias no había ni para imprimir una hoja, ni para el combustible de los móviles. Todas estas cosas molestaban a los compañeros. Sé que Segovia tenía varias personas contratadas, creo que tres, para su imagen y redes».
Las fiestas organizadas por Segovia eran conocidas mucho antes de que surgiera esta investigación. Cuenta el testigo: «También me consta lo de los actos protocolares, tanto de fin de año para otros festejos, con mucho gasto general».
Se requerirán años para investigar toda la trama de corrupción que rodeaba a José Luis Segovia, el ex jefe departamental que se jactaba de su profunda amistad con el fiscal general Fabián Uriel Fernández Garello y, lamentablemente, muchos de estos actos corruptos quedarán impunes y nunca verán la luz.
Pero con un líder como Segovia, que se manejaba a través de castigos y aprietes, que sólo hacía partícipes a unos pocos de lujos desmedidos mientras dejaba que sus demás subordinados se tuvieran que arreglar en la más absoluta de las miserias, lo más probable es que muchos detalles sigan saliendo a la luz, porque ya no cuenta con lo único que lo protegía: ese miedo, el que ya no le tienen.