Vergüenza ajena

El mundillo judicial. Prospera la imputación contra un abogado local que se quedó con el dinero de la indemnización a una familia china, cuya madre fue víctima de un accidente de tránsito. Cobró una fortuna en nombre de su cliente sin permiso, y encima le sumó los honorarios. La fiscal insistió en acusarlo penalmente por defraudación, y así consiguió que la Cámara hiciera lugar al reclamo. Una avivada, un papelón.

Llamamos vergüenza ajena a esa enorme incomodidad interior que es causada directamente por acciones de otro. Para ciertas culturas puede resultar casi incomprensible, pero no para el universo cultural latino, donde ciertas maneras de actuar de individuos desconocidos pueden poner a una persona en franca situación de bochorno. Esa es la sensación que seguramente produce esta noticia, que se detalla en la requisitoria de elevación a juicio presentada por la Fiscalía 10, a cargo de Lorena Hirigoyen, contra un abogado de la matrícula local.
Se trata de Pablo Javier Gentile, el letrado que fue acusado por la UFI ante el Juzgado de Garantías n° 4, bajo la figura legal de defraudación por administración infiel. ¿Qué puede haber hecho el profesional del derecho para causar vergüenza ajena en sus congéneres? Pues bien: se aprovechó de que su cliente era chino, de que no conocía el idioma ni la cultura. No conocía ni las costumbres ni la legislación, y sobre todo, de que vivía al otro lado del mundo.
Con todas estas ventajas a su favor, el abogado cobró ilegalmente la indemnización que le correspondía a su cliente de nacionalidad china tras un proceso por daños y perjuicios, cuya sentencia del 2007 fijó la suma en más de $400.000. Pero, claro, nunca le avisó del acuerdo al que se había arribado, ni que el pago se había efectivizado.
Las cosas sucedieron así: Xiadong Xing, ahora el denunciante, vivía en China en 1999, cuando fue notificado de que su esposa Ping He había sufrido un grave accidente en esta ciudad, el 7 de agosto de ese año. Por supuesto que viajó a la Argentina de inmediato, pero lamentablemente aquí recibió la luctuosa noticia de que la mujer había muerto en el hecho: un incidente vehicular, sucedido en la intersección de las calles Martínez de Hoz y 12 de Octubre, de Mar del Plata.
A pesar del atroz momento vivido, Xing supo entonces que podía reclamar una indemnización por daños y perjuicios a la Empresa de Transportes 25 de Mayo SRL, que había sido parte interviniente en los hechos que terminaron con la vida de Ping He. Por esa razón, se contactó con el abogado Gentile, con el fin de que lo representara en el proceso judicial.
Siguiendo la indicación de Gentile, Xing se dirigió a la escribanía Redi, y firmó allí un poder general para juicios a favor de su abogado. Lo hizo en su nombre, y también representando a su hija menor de edad, Yingxin Xing.
A los pocos días, fue alertado por los conocidos que tenía en este país acerca de la riesgosa amplitud del poder que había firmado, ya que no parecía demasiado conveniente que el abogado estuviera en condiciones de tomar decisiones inconsultas en su nombre, y –por ejemplo- percibir dinero. Por esa razón, el denunciante se dirigió a la escribanía de Dora Fiorentini, y suscribió ante la notaria un nuevo poder que reemplazaría al anterior, donde específicamente se eliminaba para el abogado la facultad de percibir dinero. Se trataba de un poder particular que se limitaba a representar al denunciante en el juicio.
En la presentación de la fiscal se aclara específicamente que el segundo poder también obraba en la causa, y que estaba absolutamente claro que éste reemplazaba el anterior bajo cualquier concepto.

Incansable
Desde allí en más, el proceso de reclamo de indemnización fue interminable. Xing viajó varias veces a la Argentina con la esperanza de cobrar el dinero que le correspondía por la muerte de su esposa, pero nunca obtuvo una respuesta clara de su abogado. Todas eran evasivas y afirmaciones de que había que esperar, que todo estaba muy demorado, y poco más.
Los años pasaron, y la hija -Yingxin Xing- alcanzó la mayoría de edad, se recibió de ingeniera, y se radicó en los Estados Unidos. Desde allí vino a la Argentina a rubricar un poder por el cual, ya como adulta, facultaba también a Gentile para representarla. Pero por supuesto, no figuraba allí ninguna cláusula que lo habilitara a percibir dinero en su nombre.
Ya en 2007, padre e hija sospecharon el engaño, por lo cual en diciembre, el denunciante llegó a la ciudad otra vez, y trajo consigo un poder de su hija para cobrar él mismo la indemnización que correspondía a ambos, ya que estaba dispuesto a encontrar la manera de finalizar el trámite, después de haber esperado casi 8 años.
Cuando vio a su abogado, él le dijo más o menos lo que le decía siempre: “Sigue en la Cámara, muy demorado, con la apelación de los peritos”. Afortunadamente, Xing tenía un amigo que sí conocía el idioma, y las costumbres, Alejandro Hesse, quien declara en la causa afirmando que fue él quien le recomendó al denunciante ubicar el expediente para ver qué decía, aunque ninguno de los dos era abogado, y su comprensión de los términos legales sería limitada. No pudieron salir de su asombro cuando pudieron ver que a principio de 2007 se había llegado a un acuerdo por la suma de la indemnización, y que entonces Gentile había solicitado al juez de primera instancia que se le extendiera un cheque para cobrar en nombre de Xing la totalidad del monto. Entonces, había obtenido como respuesta una negativa momentánea, ya que no contaba con un aval para cobrar también en nombre de la joven hija, a la que también representaba. Por lo tanto, se hacía necesario discriminar cuál era el monto que correspondía a cada uno de los demandantes. Gentile reclamó entonces la parte del padre, $167.000, y tuvo éxito.
Dice la fiscal: “El juzgado omite verificar que el propio imputado Dr Gentile había anunciado que el poder original de fojas 4/6 había sido sustituido por el que se había acompañado a fojas 63, del cual surge que el letrado interviniente ya no tenía facultades para percibir en su nombre, y en consecuencia ordena el libramiento del cheque a nombre del Dr. Gentile por el capital que pertenecía al Sr. Xiadong Xing por la suma de $ 167.004,00, entregándose la libranza el día 14 de marzo de 2007 con el número 381.120”.

Sin límites
Por supuesto que no se conformó con esto, sino que además cobró un monto de más de $154.000 en concepto de honorarios, tras lo cual, encima, pretendió reclamar una litis causa establecida en el 25%. Pero esta figura es aplicable cuando el demandante y su abogado acuerdan que el representante cobrará un porcentaje de la indemnización obtenida en lugar de honorarios. Gentile pretendía las dos cosas porque no tiene límites. Apretado por las circunstancias, finalmente, y cuando todo se descubrió, insistía en decir que a Xing le correspondían $40.000 de lo obtenido.
Gentile se defendió tras la denuncia diciendo que no se trataba de un poder que sustituía a otro, sino que, a criterio del juez de primera instancia interviniente, los dos poderes coexistían. El argumento es insostenible, y sólo apunta a legalizar el fraude, porque en realidad el expediente dice textualmente que el nuevo poder sustituye al anterior.
Y no sólo se disculpó de esa manera, sino que dijo además que el dinero había estado depositado en su estudio jurídico a disposición del denunciante, que no había podido ser ubicado telefónicamente en China, y que solamente debería haber pasado por el domicilio para cobrar.
Pero el denunciante presentó ante la justicia la copia de su pasaporte, donde consta la cantidad de veces que vino al país con el único propósito de intentar cobrar su indemnización y la de su hija. Además, la última consulta a Gentile, que fue respondida con evasivas, sucedió meses después de que el monto aludido fuera efectivamente cobrado por el letrado.
Xing afirma en su declaración que hay constancia de estos numerosos encuentros, sobre todo de los acaecidos durante el mismo 2007, cuando el cobro ya se había efectivizado: “… También fuimos juntos a la escribanía a firmar el Poder que me otorgó mi hija … con fecha 5/9/07 … También fui a la oficina de él y me acompañó el Sr. Alejandro Hesse. Incluso la semana pasada, cuando salía de la Cámara -yo me encontraba en compañía de Alejandro Hesse- y nos cruzamos con Gentile, entonces le pregunté cómo iba el expediente, y éste me manifestó “todavía no firma el juez; vamos a tener que esperar hasta fines de marzo…”.
En realidad, Pablo Gentile ya hacía casi un año había percibido el dinero del capital correspondiente al denunciante. Además, cuando el imputado hizo ratificar el pacto referido, el 6 de septiembre de 2007, nada les dijo ni informó a ambos que el juicio había concluido, ni que los fondos estaban disponibles para ellos.
De todos modos, y por más vergüenza ajena que produzca, es alentador que en semejante fuero, una causa que evidencia la falta de ética de un profesional del derecho esté prosperando y no haya sido absorbida por los poderosos intereses corporativos del sector, donde nadie parece querer ganarse un enemigo dentro del edificio de los tribunales. Prosperó decimos, a pesar del juez de garantías Juan Francisco Tapia, que en un primer momento desestimó la posibilidad de avanzar en el proceso.
Porque fue la Cámara de Apelaciones la que consideró que era procedente. Quizá a los integrantes también les haya dado vergüenza ajena. Y si fue así, era hora.