Neonazis en Mar del Plata | Un grupo de marplatenses fue procesado por protagonizar hechos violentos y formar parte de una agrupación neonazi. Son un puñado y andaban a plena luz y a cara descubierta gritando que iban a matar a tal o a cual. ¿A quién benefician con esta táctica elemental que firman de puño y letra?
Desde el mes de marzo, los acusados de integrar una organización neonazi en Mar del Plata -Oleksandr Levchenko, Alan Emanuel Olea, Gonzalo Paniagua, Nicolás y Marcos Caputo, Franco Martín Pozas, Giuliano y Giordano Spagnolo y un menor de edad- son objeto de un proceso judicial que implicó la prisión preventiva y la caución de un millón de pesos a cada uno en virtud de la reparación de posibles daños en el marco de la justicia civil. La decisión la tomó el juez Santiago Inchausti, quien hizo lugar al pedido del Ministerio Público Fiscal: conectar cinco causas que estaban tramitando en la justicia federal, y otros cinco expedientes de tribunales provinciales relacionados con los autores de hechos violentos que se registraron en la ciudad desde octubre del año pasado.
El juez acusó a los procesados de haber actuado, en grupo o individualmente, en diversos episodios de violencia, que van desde pintadas, daños materiales, amenazas de muerte, hasta fuertes golpizas. Para el juez, sus víctimas no son elegidas al azar, porque consideró que las acciones se apoyaban en una reivindicación del nazismo, y les atribuyó la difusión de simbología nazi, en el marco de actos discriminatorios que la legislación argentina condena. Dijo, además, que los acusados pertenecen a un grupo organizado que actúa en relación a personas o grupos minoritarios, así como contra comercios que pertenecen a sujetos con militancia política o actividad social, lo que también es delito según el Código Penal.
Oportunamente, los acusados se negaron a declarar, y luego de las rondas de reconocimientos, el procesamiento requerido por el Ministerio Público fue resuelto por el magistrado. El juez fijó la suma de un millón de pesos por cada procesado, a fin de garantizar la pena pecuniaria, la responsabilidad civil y penal que pudiere caberles. Se los intimará a dar dinero o bienes a embargo, y en caso de ser insolventes, se decretará la inhibición general de bienes.
Además de todo lo expuesto, el juez Inchausti ordenó dar intervención al INADI con la fundamentación que sigue: “se observa, del material fílmico y fotográfico reservado –sin perjuicio de la prueba que representa para estas actuaciones- la presencia de varias personas (algunas probablemente menores de edad) para su análisis y tratamiento frente al peligro de propagación de conductas futuras”.
Según consta en la resolución, Olea, Paniagua, Caputo, los hermanos Spagnolo, Levchenko -alias Rusito-, Pozas y un menor de edad son parte de la organización desde el año 2014. Desde allí, el juez indica que está convencido de que han articulado, en conjunto o individualmente -de acuerdo al caso-, amenazas, y también han causado lesiones físicas, así como daños materiales, movidos en función de proclamas del grupo nazi al que pertenecían.
El juez destacó que los procesados son los mismos que amenazaron personas y hasta las golpearon salvajemente, mientras usaban para ellos mismos el apodo “pelados” – en alusión a los skinheads- o se presentaban armados de palos, manoplas y armas blancas con el fin de amedrentar, amenazar y lesionar a quienes no podían defenderse. También en grupo, eran quienes pintaban a modo de escrache o propaganda cruces esvásticas, frases de contenido nazi o amenazas en los frentes de los domicilios de las víctimas o de sus organizaciones.
Inchausti mencionó que estos grupos persiguen la ocupación del espacio público, y que lo hacen de dos maneras: o físicamente, en enfrentamientos que prefieren las plazas como espacio, o atacando a quien brega por la igualdad como base de un Estado democrático de derecho. Los fiscales de la causa son Laura Mazzaferri y Nicolás Czizik.
¿Hay más?
Seguramente hay más. Como en todo conflicto que implique el entramado social, la complejidad de los fenómenos hace que sea necesario tener en cuenta para el análisis todos los elementos que coexisten en un tiempo.
Para comenzar, los ataques comenzaron justamente un día antes de las elecciones que llevarían a su cargo al actual intendente Carlos Arroyo, y rápidamente las voces comenzaron a vincular ambos hechos. Por otra, no es casual que se haga un interesante uso político de la palabra que, gracias a la más triste de las etapas de la historia mundial, refiere a los ciudadanos al temor inmediato. El nazismo ha sido un azote, y aun hoy, en muchos países existen grupos organizados que se nutren de su ideología para ejecutar crímenes aberrantes de los que pocos pueden encontrar una explicación.
Ahora bien, ¿es casual que todo haya sucedido en este momento? O pero aun, ¿es Mar del Plata el sitio donde una verdadera organización neonazi pone en jaque la convivencia de una sociedad organizada? Y más aún, la lamentable existencia de un grupo de jóvenes violentos que toman como elemento de identificación un tatuaje con un águila a la vez que encuentran la manera de canalizar su intolerancia social a través de hechos de violencia particular,¿ resulta funcional a cierto sector político que acusa a sus oponentes de ser integrantes latinos del Tercer Reich?¿es verosímil que un grupo de pibes a cara descubierta y fácilmente identificables esté poniendo en jaque a toda la militancia social de la ciudad? ¿Qué otros elementos hay en juego?
Los hechos violentos acontecieron, y son lamentables. Pero también es cierto que esta sociedad sabe cómo se ponen en marcha las cosas cuando un verdadero grupo organizado decide atentar contra la vida social y la convivencia democrática de las ideologías, las razas, religiones y elecciones sexuales. Esta sociedad, tristemente, sabe de sobra lo que sucede cuando atacan personas que no tienen nombre, y son parte de organizaciones clandestinas que se mueven en vehículos que nadie puede localizar, hacia sitios que no se pueden ubicar ni mucho menos allanar. Cuando los violentos tienen realmente el apoyo de las fuerzas de seguridad, y nada puede hacer una víctima para exigir su derecho a la vida y la seguridad. Porque todo eso, a esta sociedad, ya le pasó.
Estos acontecimientos lamentables son de cabotaje, y se iniciaron en octubre pasado, cuando el comerciante marplatense Javier Moreno Iglesias fue amenazado en la vía pública por el apodado Rusito, el joven Levchenko, de nacionalidad ucraniana, que le dijo “vos cuídate que te voy a acuchillar”. Fue en Balcarce y Salta, y rápidamente los hechos se comentaron, y se conectaron con la conocida militancia del apodado Duque en las organizaciones que defienden la diversidad sexual, en particular con AMADI. Luego vino el ataque al local, que para algunos testigos fue un vandálico atentado contra el frente del local, y para otros un hecho particular que se habría originado cuando los custodios del comercio Nevermind golpearon a uno de los integrantes del grupo, y los demás reaccionaron en su defensa ante un llamado telefónico de la víctima.
Para seguir, tres hechos innegablemente horrorosos. El primero, la agresión en las inmediaciones de la plaza España, de la que resultaron víctimas Santiago Robledo y Lucas Baima. Según las víctimas y su relato, los atacantes los corrieron por la zona munidos de armas contundentes, los rodearon entre muchos y los golpearon mientras decían a viva voz que los iban a matar. Para otros, el resultado de una reyerta entre dos grupos que coronó amenazas que se venían instalando por las redes sociales: esta es la versión que dan las familias de los detenidos, que el grupo llamado Militancia Antifascista atacó en un quiosco a la joven Mailén Pampillón, y que el grupo liderado por su pareja respondió rápidamente porque el enfrentamiento ya estaba previsto. Luego vinieron la agresión física de una mujer trans y la golpiza tremenda a un activista por la diversidad, que estaba en un local de comidas del centro de la ciudad.
Otra voz
Giovanni Naldi Gravigna, un joven transgénero de esta ciudad, se presentó ante la justicia con la intención de aportar su propia declaración acerca de los hechos en discusión, ya que, a su criterio, ha existido un uso político de lo acaecido.
Para comenzar, le consta que no todos los implicados sostienen una ideología neonazi, y que se ha cometido un error al considerarlos en conjunto. Dice: “En cuanto a la ideología neonazi, es verdad que tanto los miembros de Banderas Negras como Levchenko la profesaban, pero no es por eso por lo que están siendo imputados, sino bajo la carátula de asociación ilícita para cometer delito de odio (213 Bis) y a la vez por violación a la ley antidiscriminatoria, cuando no hay ninguna prueba de la asociación ilícita y cuando, en opinión de los juristas, no se puede imputar por las dos carátulas a la vez”.
Precisamente, el denunciante mantiene desde hace tiempo una querella con el ex secretario de Derechos Humanos de la municipalidad, José Luis Zerillo, a quien acusa de no haber intervenido en su defensa en ocasión de que él denunciara los actos discriminatorios de los que se sintió objeto por parte del personal médico del Hospital Interzonal.
Agrega que Zerillo no actuó porque la jefa de aquella institución y el ex secretario compartían militancia política, y franca simpatía por el espacio político de la gestión saliente. Hoy Zerillo representa judicialmente a todas a las víctimas de los hechos mencionados, de lo que Gramigna desprende que es el abogado quien pretende vincular lo sucedido con una agrupación neonazi que estuviera de alguna manera amparada por la gestión de Arroyo. “Desde que el actual intendente Carlos Arroyo gana las PASO, se genera en Mar del Plata una campaña sucia que fue noticia hasta a nivel nacional. Tanto el señor Zerillo como el señor Moreno Iglesias (junto a otros referentes del partido político del ex intendente y del FPV) comienzan a manifestar que el actual intendente era un “nazi” que enviaba “grupos de tareas” conformados por jóvenes de ideología neonazi a golpear homosexuales y supuestos activistas. E identifican a la banda Banderas Negras con estos jóvenes, aunque, una vez más, no pesaba sobre ellos ninguna denuncia por agresión. De hecho también incluyen en esta banda a Levchenko y a Spagnolo, aunque no eran parte de ella y no había ninguna prueba que los vinculase”, afirma.
Un combo fatal: un puñado de violentos, unos hechos deleznables, y una oportunidad perfecta para ligar a la nueva gestión con su llegada repentina. Ni tan repentino ni tan recién llegado, el pensamiento intolerante y la violencia conviven con nosotros, son parte del riñón de la sociedad misma, y algunas veces se les cae el poncho y les vemos la cara.