Los trabajadores de delivery de la ciudad protestan por los robos que vienen sufriendo. Hay bandas que eligen Mar del Plata para venir a delinquir en el verano. ¿Cuál es el plan estratégico antidelito que prometió Montenegro? Y José Luis Segovia, ¿no debería al menos dar alguna explicación?
Cuando jugás al juego de los medios te puede salir bien: por ejemplo, que te elijan intendente de una ciudad en la que no vivís, que no conocés, y en la que no te conoce nadie. Arreglás con la cadena de corte y pegue, blindás tu imagen pública, y dale que va. A lo sumo, tendrás que hacer algún acto de sometimiento vergonzoso, como nombrar ciudadano ilustre a un vacunado VIP.
Pero ese juego es un arma de dos filos: si hacés campaña diciendo que te vas a hacer cargo de la seguridad siendo intendente, cuando la responsabilidad en realidad es de provincia, te puede pasar lo que le pasó a Tristán esta semana: que los trabajadores de delivery, en vez de irse a quejar a la Departamental, se te planten frente al palacio municipal a pedirte que les soluciones un problema con el que, en realidad, no tenés nada que ver.
Calles violentas
Se estima que en nuestra ciudad, unas 780 personas han decidido trabajar de repartidores o, como se los conoce comúnmente, de deliverys. Noche tras noche, estas personas se vuelcan a las calles de la ciudad a realizar una tarea que, hoy por hoy, casi puede pensarse como esencial. Por su propia naturaleza —la enorme mayoría de estas personas encuentran su trabajo a través de apps— la actividad está fuertemente desregulada: cualquier persona con una moto o bicicleta puede sumarse cumplimentando muy pocos pasos. Las exigencias son casi nulas. En medio de la crisis económica que atraviesa nuestro país como resultado del despilfarro de recursos y la enorme destrucción de la moneda vividos en el gobierno de Fernández-Fernández-Massa, cada vez son más las personas que deciden buscar una oportunidad de ganarse el sustento de esta manera.
Pero hay otras personas que responden a la crisis de manera menos proba: dedicándose a delinquir. Y gracias a la desatención del gobierno del endeudador serial Axel Kicillof, las calles marplatenses son una zona absolutamente liberada. José Luis Segovia hace la plancha —a no ser que su hijo se vea involucrado en algún evento de tránsito— y la violencia campea por la ciudad. ¿Qué puede hacer ante esta situación Guillermo Montenegro? En realidad muy poco porque, como venimos diciendo semana tras semana, la responsabilidad sobre el servicio de seguridad en la provincia es del gobernador, no del intendente. Pero, como «Guille» se llenó la boca diciendo que él venía de armar la policía metropolitana en CABA y que iba a mudar su despacho al COM, ahora se come reclamos que no le corresponden.
Según los propios trabajadores del delivery en la ciudad, en menos de una semana, sufrieron más de treinta robos. Además de la situación angustiante, violenta y peligrosa que implica cualquier hurto de este tipo, para ellos estas situaciones implican un drama mayor porque, cuando les sustraen el celular y la moto o bicicleta, básicamente les están quitando sus únicas herramientas de trabajo.
Hartos ya de estar hartos —como diría el amigo Joan Manuel—, los repartidores se autoconvocaron y realizaron una fuerte protesta en pleno centro de la ciudad, asegurando que hay zonas enteras que se encuentran liberadas. Algo de razón deben tener, porque si no, no se entiende que sufran entre cuatro y cinco robos por día.
La respuesta
Ante la protesta, la política local se hizo eco del reclamo. ¿Como? Con la nuestra, como siempre. La genial idea del edil Diego García fue, en vez de pedirle al gobernador que trabaje, o al jefe departamental José Luis Segovia que se haga cargo de sus responsabilidades, darles a los 780 trabajadores de delivery un botón antipánico que sale —cada uno— la friolera de $53.000.
La propuesta del concejal de Unión por la Patria es que, además del dinero que la sociedad en su conjunto ya invierte en policías, cámaras y patrulleros, todos los marplatenses invitamos más de 40 millones de pesos para paliar esta situación que es directa consecuencia de la forma en que Kicillof y Javier Alonso —¿no le suena? es el inexistente ministro de Seguridad de la provincia, el que remplazó a Berni—llevan adelante su desgestión en la provincia.
García parece —o elige— ignorar que la de los deliverys es una actividad desregulada, y que cualquier persona puede, el día de mañana, decidir dedicarse a la actividad. ¿Cómo se decide quiénes son los que reciben el —nada barato— botón antipánico? ¿Por qué otros trabajadores —como los taxistas— tienen que hacerse cargo de este tipo de costos, y los repartidores no?
¿Por qué Guillermo Montenegro no sale claramente en los medios a señalar las directas responsabilidades del gobernador Axel Kicillof, del ministro de Seguridad Javier Alonso y del jefe de la Policía Departamental José Luis Segovia ante esta situación? Que los repartidores alcen su cartel diciendo «Basta!!! de zonas liberadas. Protejamos a las víctimas» frente a la municipalidad y no en Entre Ríos 2499 —sede de la Jefatura Departamental— es un claro signo de lo distorsionado que está el tema en el ojo de la opinión pública.
Turismo delincuencial
Año tras año asistimos a la misma pantomima: la imagen de los políticos —en la última versión del acting, Kicillof, Montenegro, Raverta que andaba por ahí y se subió al escenario también— junto a filas y filas de móviles policiales y agentes uniformados presentando las distintas versiones del operativo de seguridad para el verano que, en su última mutación, se llama «Operativo de Sol a Sol 2023/2024».
Se ve que esta idea de hacer venir a veranear a cientos de agentes de policía a la costa atlántica ha inspirado a los delincuentes: el otro día desbarataron una banda de personas que se alojaban en un hotel —como un grupo de turistas más—, pero cuya actividad no era pasear y disfrutar de nuestras playas, sino robarles a los marplatenses.
Al respecto, el fiscal Leandro Arévalo brindó una entrevista para la FM 99.9 donde explicó cómo se desbarató a esta banda de turistas delincuentes: «se trataba de cinco sujetos masculinos y una femenina que estaban en plan vacacional, si se quiere. Habían llegado a la ciudad a realizar tareas exclusivamente delictivas. Alquilaron un hotel por unos días, habían llegado en un vehículo robado y estuvieron involucrados, al menos, en dos hechos. Uno de los cuáles se descubrió gracias a la sustracción de piezas de tecnología que tenían rastreador, sumado a imágenes de la cámara de seguridad de la víctima y los vecinos».
Pudieron actuar rápidamente luego de un robo y eso ayudó para poder detenerlos con eficacia: «el hecho fue al mediodía y sobre media tarde, la víctima avisa que logra dar con un punto de ubicación de una de las pertenencias. Fue personal de la Comisaría Novena a ese lugar y se logró divisar en inmediaciones de ese lugar, que era un hotel en Gascón y Olavarría, un vehículo que coincidía con el que se había visto por las cámaras. Hicimos un allanamientos de urgencia, revisamos las habitaciones y ahí encontramos un 70 u 80% de las cosas que habían sido sustraídas».
Se tratan de personas muy jóvenes, pero hay uno de los detenidos un poco más grande y ya con antecedentes: «algunos son tan jovencitos que no alcanzan a tener antecedentes ya que el sistema argentino indica que cumplida la mayoría de edad, salvo pena por cumplir, todo lo que es antecedente no puede ser contabilizado. Con chicos de 18 o 19 años, no es lo mismo que muchachos de 30. Uno tenía antecedentes marcados y otro que había estado en la ciudad involucrado en un hecho y había sido excarcelado. Uno de ellos portaba un arma de fuego de grueso calibre, no tenían otro objetivo que venir a hacer daño».
La inteligencia la pueden hacer incluso antes de llegar a Mar del Plata pero no es algo para lo que el sistema judicial esté preparado: «esta metodología no es novedosa ni deja de ser preocupante. No hace falta ser un gran genio para darse cuenta que la posibilidad de entablar comunicaciones y averiguar datos con los dispositivos que hoy se utilizan es mucho más fácil».
Haciendo la plancha
La semana pasada hablábamos del alarmante aumento en casos de entraderas. Esta semana, de los robos a quienes trabajan en tareas de delivery. La ciudad se vuelve cada vez más peligrosa a medida que los delincuentes entienden que el gobernador, el ministro de Seguridad y el jefe departamental están haciendo la plancha y que las calles son, en definitiva, zona liberada. Tan atractiva es la propuesta de venir a robar a Mar del Plata, que hay gente que hasta se da el lujo de alojarse en un hotel por unos días, para aprovechar que todo está servido.
Mientras tanto, las miradas se posan sobre el intendente que tuvo la malísima idea de decir que él tenía un plan estratégico antidelito y que prometió que podía hacer una diferencia en materia de seguridad en la ciudad. ¿Cómo era eso de que el pez por la boca muere?
¿Quién va a salir a dar la cara si la escalada de violencia sigue su curso, y sucede otra desgracia? ¿Hasta cuándo van a seguir jugando a la ruleta rusa, exponiendo la vida de la gente común? ¿Por qué estamos hablando de regalar botones antipánico y no de Segovia, el jefe departamental que es directamente responsable de estas situaciones y que ha sido denunciado en reiteradas ocasiones?