Aire fresco

Como ocurre desde hace años cuando la situación social se torna agobiante, la ciencia aporta aire fresco a esta atribulada sociedad nuestra. Esta semana, dos acontecimientos destacados a nivel mundial colocaron nuevamente a los científicos nacionales en el podio de lo mejor que nos acontece en este presente tan imperfecto.

El primero de ellos, conocido esta semana, se trata de un trabajo de científicos argentinos encabezados por Andrea Goldin, del Laboratorio de Neurociencia Integrativa de la UBA y el Conicet, que acaba de demostrar por primera vez que jueguitos de computadora especialmente diseñados no sólo pueden estimular ciertos procesos cognitivos, sino también mejorar el rendimiento escolar.
El estudio, que acaba de publicarse en Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), y que hace dos semanas inspiró encendidos elogios en la IV Escuela Latinoamericana de Educación, y Ciencias Cognitivas y Neurales realizada en Montevideo, Uruguay, se hizo con 111 chicos de primer grado en dos escuelas de doble turno de la Ciudad de Buenos Aires a las que asiste población infantil residente en villas de emergencia cercanas. La mayor parte recibía asignación universal, y la mayoría de las madres sólo había completado la primaria, tenía trabajos de pocas horas o no trabajaba.
“La idea surgió hace alrededor de cinco años -explica Goldin, cuyos estudios intentan aplicar los conocimientos producidos por las neurociencias cognitivas para mejorar la educación-. Desarrollamos tres juegos que estimulan funciones como la memoria de trabajo (que dura segundos y nos permite, por ejemplo, mantener una conversación), la planificación y el control ejecutivo. Son los ladrillos básicos de la cognición.”
Goldin señaló en la entrevista que se le realizó en la 99.9, que el 85% de la carga horaria en primer grado corresponde a Lengua y Matemática, y generalmente hay una correlación entre notas y asistencia. “Nosotros pudimos ver que, con este entrenamiento, los que asistieron poco llegaron a las mismas notas que los que asistieron mucho. Los chicos del grupo de control quedaron mucho más abajo”. El proyecto, que se llama “Mate Marote”, es de código abierto, y se puede acceder al mismo por Facebook. Aspiran a llegar a todos los sectores sociales, en particular a los menos favorecidos económicamente, con una herramienta que permita emparejar oportunidades.
La otra novedad del campo de la ciencia proviene de un equipo dirigido por el investigador Alberto Kornblihtt, que descubrió un nuevo mecanismo interviniente en la regulación de las respuestas que las plantas pueden dar ante la presencia de luz u oscuridad. El hallazgo, clave en el proceso de la fotosíntesis, fue publicado ayer en la prestigiosa revista Science. Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, destacó la relevancia de este tipo de trabajo que a la larga nos va a permitir tener cambios trascendentales a nivel tecnológico. “Este aumento de la visibilidad de la ciencia argentina en revistas de primer nivel nos ofrece una ventaja comparativa frente a otros países de Latinoamérica”, destacó Kornblihtt, director de laboratorio en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIByNE), dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la UBA.
La investigación comenzó hace seis años, cuando Ezequiel Petrillo, doctor en Ciencias Biológicas, le propuso a Kornblihtt estudiar el “splicing alternativo” en células vegetales. El splicing alternativo es el mecanismo por el cual cada uno de los genes puede producir más de una proteína; con lo cual se aumenta la capacidad codificante del genoma. “Por ejemplo, si el genoma humano tiene 23 mil genes, el número de proteínas que puede producir es mucho mayor, ronda los 100 mil, gracias a este mecanismo que está regulado”, explicó Kornblihtt, cuyo laboratorio venía estudiando el tema sólo en células animales.
Para qué sirve lo señala sencillamente Barañao: “De acá al 2050 tenemos que producir tanto alimento como produjo la humanidad en toda su historia; con los rindes actuales, necesitaríamos una superficie como la de Brasil para poder abastecer las necesidades de alimento de la humanidad, y esto ha llevado a muchos científicos a pensar que tal vez la fotosíntesis deba ser rediseñada. No estamos llegando a ese punto todavía, pero hay muchos aspectos de la fotosíntesis, de cómo la principal fuente de energía que es el sol se traduce en nutrientes y energía para los seres vivos, que es algo que amerita claramente ser estudiado en mayor detalle”, contextualizó Barañao. “Por eso, para el ministerio esto es un caso emblemático del tipo de ciencia que queremos. Que tenga que ver con problemas que son esenciales no sólo para la humanidad sino para el país, que tiene el rol indelegable de productor de alimentos.” Un desafío a escala global, con una respuesta local.