Aquellas quejas, esta indiferencia

En septiembre de 2019, el obispo salteño Mario Cargnello buscó humillar al presidente de la Nación, Mauricio Macri, espetándole en la cara: “Mauricio has hablado de la pobreza, llévate el rostro de los pobres. Son dignos, son argentinos y son respetuosos; merecen que nos pongamos de rodillas delante de ellos”.

Los curas del grupo “Opción por los pobres” fueron un martillo sobre el clavo cada día de los cuatro años del gobierno de Cambiemos. El cura Eduardo de la Serna decía: “hay hambre, chicos que van a las escuelas y los comedores, hay viejos a los que no les alcanza para los remedios. Hay cada vez más desocupados”. No se quedaba allí, y denostaba al presidente descaracterizándolo como lo peor del gobierno mismo.

Sobre finales de 2019, y a días del comicio presidencial, la UCA lanzaba la cifra de pobreza en torno al 41% de la población. Meses después, ya iniciado el gobierno de Alberto Fernández, la cifra bajó mágicamente: la cifra oficial del INDEC reveló índices similares a los del final del gobierno de Cristina Fernández viuda de Kirchner.

Estamos ante una iglesia militante que usa la pobreza como instrumento de la política. Hoy, la muerte de niños en Salta —en particular, de la tribu Wichi— no parece impactar la buena conciencia de los curas y pastores católicos. Seis niños, cinco de ellos pertenecientes a la comunidad Wichi, han fallecido en este año. Según expone Pagina 12 detalladamente, han fallecido por desnutrición y dan escenario a un cruce entre el gobierno de Salta, dirigentes políticos y medios, con gran ausencia de la iglesia en el debate al respecto.

Los fallecimientos se dieron en esta secuencia, según revela Pagina 12: el primero tuvo lugar el 7 de enero pasado, cuando un nene falleció en el Hospital Materno Infantil, en Salta Capital. No se reconoció la desnutrición como causa pero sí el riesgo nutricional. El niño de un año y dos meses era de La Mora, comunidad wichí del departamento San Martín, ubicada cerca de la ciudad de Tartagal. El segundo fue comunicado por el mismo gobierno provincial el 11 de enero. El niño wichí de dos años era de Misión El Quebrachal. Falleció en su domicilio. Los estudios preliminares de la autopsia confirmaron que al menos tenía bajo peso. La tercera muerte tuvo lugar el mismo día en el Hospital de Santa Victoria Este. Se trató de un niño de dos años oriundo de la comunidad wichí de Rancho El Ñato. El informe indicó una insuficiencia orgánica a causa de una deshidratación por vómitos y diarrea.

Es absurdo que se pretenda formar una mesa multisectorial para abordar el problema, porque las muertes siguen: la cuarta víctima falleció el 17 de enero, una nena de dos años y 8 meses que murió tras ser trasladada de Morillo (en Rivadavia Banda Norte) al hospital de mayor complejidad de Orán. Aunque las autoridades de Salud culparon a los padres por “consulta tardía” de una diarrea de cinco días, el caso no quedó demasiado claro. La nena había entrado por consultorio un lunes, la estabilizaron hasta el jueves. En ese tiempo se había comenzado a recuperar pero el jueves empezó con convulsiones. Las trasladaron a Orán y falleció allí el viernes.

Una información extraoficial señala que la muerte fue causada por la prescripción errónea de un medicamento, versión que el Ministerio de Salud negó de plano. En declaraciones públicas el secretario de Salud, Antonio de los Ríos, reconoció que los padres utilizaron un vehículo particular para trasladar a la nena, con lo que desmintió a la subsecretaria de Salud, Gabriela Dorigato, quien había afirmado que fue trasladada en una ambulancia. La quinta muerte de un niño de ocho meses en el Hospital Juan Domingo Perón de Tartagal fue el 21 de enero. Algunas versiones insistieron con la desnutrición pero médicos confirmaron que el niño estaba con el peso adecuado. El nene, oriundo de la Comunidad wichí Las Vertientes (en jurisdicción del municipio de Santa Victoria Este, en el departamento Rivadavia), fue trasladado en vuelo sanitario. Los médicos afirmaron que la muerte fue a raíz de un problema respiratorio.

Ausente de estos temas, la iglesia católica hoy celebra en el Vaticano el gobierno de los Fernández ya lejos de toda retorica pobrista, como suele decir Miguel Ángel Pichetto.