El régimen de lluvias que golpea la zona costera y aledaña al Río de la Plata y Bahía de Samborombón es inaudito: 156 milímetros de lluvia caída en dos horas sobre Capital Federal, y unos 300 milímetros, quizá más, sobre La Plata y Gran La Plata, no resisten los registros históricos. Ha sido una situación excepcional, claro que sí.
A un lado queda la diatriba política, los gestos de unidad formal que se exhibieron, la patética cobertura mediática metropolitana atacando en términos personales a Macri, la mentira de Bruera, el intendente de La Plata, o las corridas a ponerse en foco para hacer la escena de cuán preocupado que se está por lo ocurrido. Pero por qué ocurre lo que ocurre, nadie, seriamente, lo ha abordado. Se habla del cambio climático, ¿pero lo explica todo? Un poco, pero no completamente.
Hay en la actualidad todo un bagaje de conocimiento referido al fenómeno de “isla de calor” que no puede ni debe ignorarse. A medida que las ciudades agregan calles, edificaciones, industria, y por consiguiente habitantes, las temperaturas suben con respecto a sus entornos rurales, creando así una “isla de calor”. La temperatura en estas islas de calor urbanas puede ser hasta 5 grados más alta, bajo condiciones óptimas. Con el incremento del desarrollo urbano, las islas de calor pueden aumentar en términos de su frecuencia y magnitud. Los Ángeles, California, por ejemplo, se ha vuelto más caliente cada década durante los últimos 60 años. Estas islas de calor producen impactos que se extienden desde escalas locales hasta escalas globales, y realzan la importancia de la urbanización para el cambio del medio ambiente.
La isla de calor es un ejemplo de modificación climática no intencional cuando la urbanización le cambia las características a la superficie y a la atmósfera de la tierra. ¿Hay diferentes tipos de islas urbanas de calor? Sí que los hay. Se conocen tres: isla de calor de la capa de dosel (ICCD), isla de calor de la capa de perímetro (ICCP), e isla de calor de superficie (ICS). Las siglas que las identifican lleva a considerar que las dos primeras se refieren a un calentamiento de la atmósfera urbana; la última se refiere al calor relativo de las superficies urbanas. La capa de dosel urbana (CDU) es la capa de aire de las ciudades que está más cercana a la superficie, la cual se extiende hacia arriba aproximadamente hasta la altura media de las edificaciones. Por encima de la capa de dosel urbana se encuentra la capa de perímetro urbana, la cual puede ser de 1 kilómetro o más de espesor durante el día, y encogerse a cientos de metros o menos durante la noche. La ICCP es la que forma una cúpula de aire más caliente que se extiende en dirección del viento más allá de la ciudad. El viento a menudo le cambia la forma a la cúpula por una forma de pluma.
Todo esto influye notablemente en el clima, afectando el nivel de lluvias y provocando situaciones puntuales que pueden ser literalmente catastróficas, tal como ha ocurrido este fin de semana largo correspondiente a la Semana Santa de 2013 en la Argentina.
La comprensión de los mecanismos físicos subyacentes a la formación de las islas de calor provee la base para el desarrollo de controles que pueden promover o aliviar las islas de calor, pero en algunos casos la aplicación de esos controles es difícil. Por ejemplo, el cambio extenso en la geometría de la superficie urbana a través del espaciamiento de las edificaciones, generalmente no es factible. Sin embargo, otras estrategias son posibles: por ejemplo, usar tejados y pavimentos blancos o de otro color claro.
Una solución de tipo biológico es usar vegetación para reducir el calor urbano. La vegetación provee importantes efectos de sombra al igual que enfriamiento a través de la evaporación. Algunos ejemplos incluyen: sembrar árboles alrededor de edificaciones individuales para sombrear las superficies urbanas y así reducir su temperatura, especialmente aquella de los tejados y de las paredes de los costados sur oriental y occidental. La reducción en la temperatura de la superficie también conduce a reducciones substanciales en el uso de energía para el aire acondicionado. Son todos caminos hasta hoy no contemplados por los urbanizadores estatales, y olímpicamente ignorados por el sector privado.