Es un clásico maldito la corrupción institucional que aparece como instalada estructuralmente en la policía de la provincia de Buenos Aires. Lejos de lo que pasaba en la década de 1990 o durante el inicio del siglo, cuando era puesta en foco una y otra vez por Página 12 —by Verbitszky—, hoy goza de cuasi impunidad mediática.
Y es obvio por qué: la bonaerense es una caja política enorme, manejada por Sergio Berni. La única razón por la que éste continúa en el cargo, es por ser un eficaz recaudador de los millonarios fondos que proveen las departamentales.
La inseguridad campea. La falta de instrucción y de recursos del personal, es tremenda. Y, cuando se produce un hecho criminal que destaca, de inmediato se desata alguna operación de medios canallesca, como sucedió en el caso del asesinato de Andrés Blaquier.
El empresario fue asesinado por criminales que se han movido a sus anchas, transformando zonas del Gran Buenos Aires en su territorio de caza. En esta gran ruleta rusa que gira cada día, su vida fue terminada por un asesino impiadoso que, a cuenta de los hechos, debe contar con protección.
Según revela el diario La Nación, los hechos presentados por el ministro de Seguridad Sergio Berni, colocando esta muerte en cabeza de dos jóvenes —uno de ellos, Luciano Jesús González, quien era señalado como el autor del disparo—, eran sólo un montaje. A tal grado, que el medio señala: «Al mismo tiempo, que el ministro hablaba ante los periodistas, algunos de sus colaboradores difundieron videos con la captura de Lucianito, mezcladas con imágenes del hallazgo de un arsenal enterrado en el fondo de una casa que, en realidad, correspondían a un allanamiento de una investigación por un homicidio ocurrido en General Rodríguez».
Una mentira atroz para con la memoria del occiso, y una felonía mayor para su familia, y la sociedad. Obvio que nada de lo ahora revelado fue obra de los poderes públicos, sino que se trató de la tarea de una abogada, quien reveló la verdadera historia que exculpa de este crimen a Luciano González y obliga a las autoridades a ahora sí, ir por la verdad de los hechos.
En los doce días que pasaron desde la presentación de Luciano Jesús González como el presunto homicida de Blaquier, el acusado demostró que, en la tarde del asesinato, estaba a 15 km del lugar del crimen: con la ayuda de su abogada Silvina Fernández Rosarno, presentó pruebas que indican que no tuvo ninguna vinculación con este homicidio.
De no haber sido porque un testigo clave aportó al ministerio público a cargo de la investigación los nombres de los tripulantes de la moto desde la que le dispararon a Blaquier, Luciano hubiera quedado como el supuesto autor de este crimen.
Una maniobra de este calibre, no puede quedar impune. Tanto Berni como el gobernador —que luce ajeno de toda ajenidad a esta situación— deben hacerse cargo y responder por tamaña canallada.