La causa que impulsó el juez de Lomas de Zamora Federico Villena trajo a la luz del día en Argentina el debate de la relación entre los medios, los periodistas, y los servicios de información. La relación, hoy puesta sobre el tapete, es habitual, a pesar de que pueda parecer compleja y extraña al ejercicio mismo de la profesión periodística.
El impacto más extraordinario que se dio jamás hasta hoy en dicha relación fue la que mantuvieron los periodistas Bob Woodward y Carl Berstein con aquel al que llamaron «garganta profunda», fuente de la información que desató el escándalo de Watergate. Luego de 30 años, William Mark Felt admitió ser quien que reveló los ditirambos internos del espionaje al cuartel demócrata. Felt fue promovido a la más alta jerarquía del FBI luego de la muerte del mítico J. Edgar Hoover. Ocupando ese rol, sintió que la presión del entorno republicano, que servía a Richard Nixon, empujaba al FBI por caminos de espionaje interno que eran claramente reprobables.
La relación entre el jefe de los espías, Felt, y los periodistas Woodward y Berstein, que dio luz a las publicaciones del Washington Post, fue la que provocó la renuncia de Richard Nixon y cambió el curso de la política de Estados Unidos. El medio se transformó en un faro para el periodismo de investigación de allí en más. Como se advierte, nada nuevo bajo el sol.
La pretensión de Cristina Fernández impulsada por su mastín Oscar Parrilli —ex jefe de la Agencia Federal de Investigación (AFI)—, de transformar la causa que llevaba el juez Federico Villena en algo equivalente a una mafia, vinculando a periodistas como actores operativos del sistema ilegal de inteligencia, choca claramente con la realidad. No sólo porque la causa es un dechado de ilegalidad y locura procesal, sino porque el acceso de los periodistas a información de valor público es un eje central de la profesión. Cómo se llega a la información, cómo se valora, y cómo se expone, es parte de lo que cada medio construye, pero no es nunca una ilegalidad que pueda someterse a proceso penal.
La relación entre espías y periodismo no es nueva ni original. Quizá los casos más notables sean los de algunos escritores laureados por audiencias masivas en el planeta, todos ellos de nacionalidad británica: Graham Green, John Le Carre y Ian Fleming. Estos escritores fueron agentes operativos del MI5 y el MI6 que recién en sus años mayores revelaron su relación con las agencias de inteligencia, siempre expresados como «servicios a la patria».
Las revelaciones locales —que sensatamente han sacado de las inquietas manos del juez Villena—, son de otra entidad: un conjunto de actores que se han robado millones, y que, como ha quedado expuesto, buscaban generar un escenario grotesco en un barro que les permitiera decir que «todos son iguales». Darío Nieto, ex secretario de Mauricio Macri, fue claro al señalar: “Soy una persona íntegra. Es la primera vez en mi vida que tengo una causa. El kirchnerismo busca igualar para lograr la impunidad de los funcionarios procesados por corrupción. No somos iguales”.