De mentiras, y esperanzas

El gobierno suele a darle a todo un tono teatral, como lo hizo con la soldadura del último caño que hace a la estructura del gasoducto que conecta Tratayen a Salliqueló, la cual implica 56.700 caños, de 12 mts de largo cada uno. No todo es tan cierto y, amén de ello, el ministro de Economía, Sergio Massa, mintió.

Lo hizo cuando dijo que la construcción del gasoducto fue suspendida estando ya lista la licitación en 2018. La verdad, es que la licitación quedó presta para ser definida en el año 2019, durante el último tramo del gobierno de Mauricio Macri, y que fue la presidencia de Alberto Fernández la que la hizo caer en marzo del 2020.

También miente el ministro cuando habla de un «último caño». Aún resta construir un tramo de 470 kilómetros hasta Santa Fe, que permita la conexión con obras de reversamiento de ductos existentes que permitan el envío de gas a Catamarca, La Rioja y Salta. La obra podría haber alcanzado su estado actual en el año 2021, si no fuera por la miopía de dejar de lado un emprendimiento de estas características porque «era una obra de Macri». La situación habla mucho sobre las razones detrás de la situación de desastre a la que han llevado al país.

Lo cierto es que, para el 2024, el gasoducto podría impulsar 44 millones de metros cúbicos diarios, generando —en expectativa— exportaciones estimadas por la actual secretaria de Energía, Flavia Royón, en el orden de los 12 mil millones de dólares, con un piso de al menos ocho mil millones.

Lejos del palabrerío, lo que acontece se debe a una respuesta tardía, la cual implica que el gobierno, por miopía, se pegó un tiro en el pié. Pura impericia. Ante el impacto negativo para las cuentas públicas que implica la baja de importaciones de cereales —a consecuencia de la sequía— el aporte del sector energético desde Vaca Muerta habría permitido cubrir el bache y alcanzar el equilibrio en las cuentas fiscales.

Ahora, en paralelo, se reactivan los gasoductos que unen a Argentina con Chile conforme la firma Pampa Argentina obtiene la autorización en firme para exportar al país trasandino. Royón autorizó a esta empresa a exportar una producción adicional de unos 900.000 metros cúbicos de gas por día. De esta manera, y hasta que termine el mes de junio, la empresa podrá venderle a Chile un total de 2,2 millones de metros cúbicos diarios.

Esto es posible porque la capacidad de transporte hacia los grandes centros urbanos argentinos es aún limitada, lo que obliga a que esté ya operando el buque regasificador de la firma Exelerete. Las malas políticas, y la pésima praxis hacen que, en tanto se utiliza una estructura que data de la década del 1980 para exportar a Chile, haya que adquirir gas en el exterior para abastecer al área central del país.

Mala páxis, malas decisiones políticas, y un único perjudicado: el ciudadano argentino.