El sistema capitalista cruje, es evidente, aunque no hacia su desaparición, tal como supuso alguna vez Carlos Marx. Sí a un camino de cambio en las reglas de juego de acumulación que han definido el sistema desde mediados del siglo XIX.
Distintas utopías están en juego hoy. Quizá la más cuestionada sea la de la Unión Europea, nacida de la alianza del hierro y el carbón y pergeñada por Charles de Gaulle y Conrad Adenauer, que buscaban una opción distinta a la que llevó al germen de las dos guerras mundiales.
Sin embargo, la utopía comunitaria de matriz socialdemócrata está sometida a severo escrutinio por el avance de partidos de derecha que plantean que todos los males son consecuencia de este modelo. En Francia, el ex presidente Nicolás Sarkozy sugiere una reforma en profundidad de la construcción política de Europa, que tiene varios objetivos: salir al paso de la subida de la extrema derecha, renacionalizar muchas de las políticas europeas y reforzar el poder del eje franco-alemán. Algunos de los planes del ex presidente son revolucionarios: como quitar a la Comisión Europea todo o casi todo su poder legislativo, y devolver a los Estados la mitad de sus competencias. En un segundo plano, propone crear una «unión franco-alemana» dentro de la zona euro para la «dirección política» de la misma. En un tercer capítulo, propone suspender y renegociar los acuerdos de Schengen que regulan la libertad de circulación. Y es que, a juicio de Sarkozy, la política inmigratoria de Europa es una catástrofe: «No podemos continuar fingiendo creer que es posible acoger a todos los que lo desean. Es necesario suspender inmediatamente los Acuerdos de Schengen». Dichos acuerdos fueron los que iniciaron, basados en buenos propósitos humanitarios, lo que hoy es claramente una catástrofe humanitaria y matriz de buena parte de la cosecha electoral de la derecha en Europa.
Dos casos paradigmáticos sacuden a Europa. El fuerte avance del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) en las elecciones municipales parciales, ha desatado el pánico entre la clase política británica. Los primeros resultados de los comicios, celebrados al mismo tiempo que las elecciones al Parlamento Europeo, apuntan a que la formación populista y eurófoba que dirige Nigel Farage ha multiplicado su número de concejales tanto en el sur como en el norte de Inglaterra, bastiones respectivos de los conservadores y de los laboristas. Y a ello se suma la marcha independentista de escoceses y catalanes que, de prosperar, dispararía otras acciones de independencia de grupos diversos por todo el territorio de la Unión Europea.
El desencanto es un hecho, la expectación es mayúscula. Quién o quiénes serán los líderes que enderecen el barco de la UE, es un asunto que intriga, interesa y, por qué no, preocupa al mundo entero.