Sólo una brutal disociación cognitiva puede llevar a reclamar, en el contexto del Día Internacional de la Mujer, por una Palestina libre y por el final de genocidio en Gaza. Las organizaciones feministas en buena parte de occidente han sido captadas por un esquema ideológico que mezcla el posicionamiento anti-occidente, con la idealización brutal de la opresión que sufren las mujeres bajo el imperio del Islam.
Hay una corriente —en principio, mayoritaria en Europa, pero que ha ganado espacio también en Estados Unidos— que ciertamente es espeluznante. No hubo una sola mención en las marchas, se la de Mar del Plata, Buenos Aires, Madrid o parís, al respecto del martirio que están sufriendo las mujeres secuestradas por Hamas hace ya 22 semanas.
Este medio se ha pronunciado reiteradamente al respecto del nefasto y criminal comportamiento de Hamas, pero éste no es único: las mujeres Yasidis son traficadas como si de una mercaría se tratara por Daesh, algo de lo que parece que se olvidaron las mujeres que marcharon esta semana por todo el mundo. Se olvidaron que, ese monstruo que nació de las entrañas de la destrucción de Irak, se lanzó a recrear el califato islámico, arrasando y sumergiendo en baño de sangre a la Mesopotamia.
A un consejo de Ulemas —eruditos en el Corán— le preguntaron: «¿Qué mujeres pueden ser esclavizadas?» A lo que éste respondió: «En esencia, todas las que no son musulmanas, da igual su edad». Y es que, según Saleh Al-Fawzan, miembro del Consejo de los Ulemas, el más alto organismo religioso de Arabia Saudí, «la esclavitud forma parte del Islam, forma parte del yihad, y el yihad durará tanto tiempo como el islam». Pero el destino de los infieles depende de su género: si eres mujer, acabarás esclava; si eres hombre tendrás otro: a los niños pequeños se les secuestra para adoctrinarlos y convertirlos en soldados, a los mayores se les asesina a tiros o cortándoles la cabeza.
Pero eso no es lo único, ya que las valientes mujeres afganas marcharon el 8 de marzo y fueron reprimidas salvajemente por esas otras bestias con forma humana que dicen expresar su violencia en nombre de Alá. Y, obvio es, la violencia contra las mujeres en Irán que no cesa, como no cesa su lucha contra el régimen criminal de los mullah.
Esta disonancia cognitiva es particularmente notoria en lo expresado por la dirigente Irene Montero, del grupo PODEMOS: Señaló con orgullo que el día 8 de marzo el grito que más se escucho fuerte y claro “alto al genocidio en Palestina”. Una mujer que habla de las mujeres e ignora y ha ignorado a todas las mujeres que han sido vendidas, esclavizadas, o violentadas brutalmente bajo el imperio del Islam. No hubo palabras para las rehenes, ni para judías, la iraníes, las afganas o la Yasidis.
Esa misma dirigente que pide igualdad de derechos para todos, pero ve el sometimiento de las mujeres en el Islam como una cuestión cultural. Brutal y atroz disonancia cognitiva.