(Antiguo proverbio árabe) |La tremenda hazaña cívica y política que llevó a la candidatura de Mauricio Macri del infierno de la derrota abismal, a alcanzar el 41%, introdujo un marco de equilibrio republicano que, de no existir, permitiría arrasar la republica. Por si existen dudas, las revelaciones de Diego Giacomini sobre la naturaleza del financiamiento de José Luis Espert en 2019, deberían cerrar el debate.
Una formidable coalición de intereses buscó demoler el gobierno surgido del voto popular en 2015, que encarna —con errores propios de la condición humana— la oportunidad de cambio real en una Argentina dominada por mafias gremiales, económicas y políticas.
El sabor amargo de la derrota debe analizarse hoy a la luz de los hechos que, pandemia mediante, han exacerbado brutalmente la naturaleza maliciosa de quienes, con cantos de sirena y apegados al relato sectario, no aciertan en nada porque, sin billetera, ninguna galanura pueden ofrecer.
Era un hecho, al conocerse que la vacuna de Pfizer requería ser conservada a -70 ºC que, para Argentina, esto sería un problema. El gobierno salió a anunciar que el ejército, con su experiencia enorme de llevar adelante el operativo electoral, se haría cargo de la distribución de la vacuna en todo el país, garantizando eficiencia.
No hay modo de que dicha misión pueda ser cumplida si no se proveen los medios necesarios. Esto es, sistemas de refrigeración que mantengan la vacuna a temperatura controlada. La única fábrica en el país, puede producir no más de treinta equipos por mes, trabajando 24 horas seis días a la semana. Tarde, ante la urgencia del momento.
Lo que el laboratorio Pfizer exige es claro: la firma del presidente de la nación —como se hizo tanto en Chile como en Canadá— en un acuerdo que establezca, puntillosamente, en dónde termina la responsabilidad del laboratorio, y en dónde empieza la del Estado. Eso es lo que Ginés González García considera inaceptable: establecer responsabilidades.
El triunfo del binomio Fernández-Fernández trajo una sensación de reparación para millones de argentinos que, por razones ideológicas, o necesidades políticas, creyeron que enmendar sus padeceres —como pagar a precio de mercado de la energía—, les llevaría a un nuevo estadío de comodidad que, hoy, está claramente negado. Obvio que todo el esquema actual está sostenido por los pactos y acuerdos del grupo en el gobierno y sus socios y que, de ser el gobierno de otro signo, ya habrían llevado al país a una guerra civil.
Dios escribe derecho con la mano izquierda.