El camino que Argentina no tomó en la elección de 2015 está ahí, amenazante y esperando un fracaso económico para manifestarse, esencialmente porque no hay castigo judicial para quienes violan la Constitución, impulsan brutales caídas económicas y pujan por mantener un status quo de saqueo al erario público en beneficio de unos poquísimos.
Esta semana, una carta abrió el arcón que revela que lo ocurrido en la caída de Fernando de la Rúa no fue producto de la simple incapacidad del expresidente, sino el resultado de maniobras de actores que aun pareciendo dispersos, fueron concurrentes en su propósito de voltear un gobierno legítimamente elegido, y siguen operativos, con una vigencia que preocupa y lastima. Así lo confiesa el prófugo de la justicia Sebastián Romero, militante del Partido Obrero, quien en misiva abierta señala: “Soy un obrero como tantos otros, pero hace más de tres meses que no veo a mi familia, mis amigos, a mis compañeros de la fabrica ni a mis vecinos. Estoy siendo perseguido como si fuera un terrorista porque fui parte de los miles que el 18 de diciembre resistimos en las calles contra el robo que estaban haciéndole a los jubilados en el Congreso. A pesar de que votaron la Previsional, ese día le paramos la mano a la Reforma Laboral y eso no lo perdonan”. Agrega el prófugo con pedido de detención y encarcelamiento por sus actos públicos y notorios: “Esto no da para más. Los trabajadores, las mujeres que están peleando por los derechos, los jóvenes y todos los sectores populares tenemos que sacar a Macri como sacamos a De La Rúa en el 2001. Hacer asambleas con todos los compañeros en cada lugar de trabajo, organizar la bronca. No hay otro camino: son ellos o nosotros”.
“A confesión de parte, relevo de pruebas”, reza el dicho judicial. La caída del gobierno constitucional de Fernando De la Rúa no fue producto de la ira popular: fue la consecuencia directa y sombría de un escenario montado por muchos de los mismos actores que hoy interactúan buscando dar por tierra con el trabajo y esfuerzo de quienes, pese a todo, siguen día a día sosteniendo el sueño de una Argentina inclusiva, ética y abarcativa en democracia. La distopía (expresión que expone un futuro imaginario de truculenta realidad) es lo que desean estos grupos, que accionan convencidos de que el imperio de la ley y el apego a las normas es traición al mandato del pueblo. No obstante, no hay más pueblo que el que se expresa libremente en las urnas, acata el resultado electoral, trabaja, paga sus impuestos, cree y persiste en la idea de un futuro superador.