Drogas y violencia: un cóctel de inmensas consecuencias

La muerte en manos de un numerario de la policía bonaerense en Miramar trae nuevamente al centro de la escena la cuestión del consumo de drogas y su impacto en la sociedad.

En una de las tantas crónicas al respecto de la muerte de este joven de 16 años a manos de un policía de 25, y vecino del barrio, se cita que el agente en cuestión, Maximiliano González, «vivía puesto». En el diario Clarín citan, en su edición del sábado, que en el velatorio se dijo que no es sólo él el que «hace todo mal», sino que son varios. Los nombran tal como los conocen: «El Gordo» Posse, Mariano Bobes, «Kiko» Albornoz. «Son los más picantes de la noche», asegura uno de ellos. «Te buscan droga y, si no tenés, te pegan en los bolsillos. Te ven pinta de ‘plaguita’, en moto, y te quieren parar. El barrio es chiquito. Te enterás de todo».

Es obvio que aquello de lo que todos están enterados parece que no llegara a los oídos de los funcionarios del intendente Sebastián Ianantuony, si no, no se explica que en una comunidad de 45 mil habitantes se dé el tráfico y venta de drogas al punto que los funcionarios policiales se hacen su agosto mejicaneando a los jóvenes de la localidad.

No este pueblo el único caso: hay una mirada bucólica sobre la vida en las pequeñas localidades del interior del país. Hay descontrol y violencia, quizás demasiada. En un caso que apenas tuvo cobertura en los medios locales sucedido en septiembre de este año, Tomás Bereciarte, un joven de 24 años, fue apuñalado en la vía pública en Coronel Vidal y falleció en el HIGA de Mar del Plata. Los perpetradores —uno de ellos, un menor—, fueron detenidos. Todo ocurrió a la madrugada, a la salida de un boliche en una localidad de 6500 habitantes, en donde durante una pelea en la madrugada dos hermanos menores de edad se llevan la vida de Tomás. No hay en esta historia policías involucrados, ni durante el hecho en cuestión, ni tampoco haciendo control de la nocturnidad.

En este caso intervino el fiscal de menores Yáñez Urrutia, quien en diálogo con la FM 99.9 decía: «solicité una medida de seguridad a los fines de trabajar con el joven en un nivel psicológico, psiquiátrico y socio-ambiental para que no vuelva a reincidir en estos hechos. Está privado de su libertad ahora pero en poco tiempo va a salir con alguna medida, pero que no tiene que ver con la privación de la libertad». El joven en cuestión, a pesar de sus 14 años, ya tenía una causa previa, por lo que evidentemente se trata de un niño con problemas severos: «al mayor se le secuestró un cuchillo y el menor desapareció del lugar del hecho pero después lo trajo el padre. El menor además, tenía otro conflicto con la ley penal anterior por amenazas contra otro joven. Pero al tener 14 sigue siendo inimputable. Hay que trabajar fuertemente con la familia y con la gente de minoridad. No me explico como un chico de 14 años en una ciudad más chica esté en la calle como si fuera un adulto». Interrogante que cabe ampliamente y nos señala como sociedad.