La semana pasada el obispo de Mar del Plata, Gabriel Mestre, convocó a una reunión de dirigente de la ciudad con el declarado propósito de abrir un canal de diálogo por el «bien de la Patria».
Los convocados fueron los mismos que habitualmente exhiben su vanidad en la revista Central. Hubo excepciones pero, en general, no hubo, en esta reunión expuesta con pompa, un reflejo de la sociedad real. Representación legítima, sí; pero no estuvieron presentes actores que sean parte de nuestra vida diaria.
El obispo habló exultante del logro que ha significado construir, durante el gobierno comunal de Carlos Fernando Arroyo, lo que en su momento se dio en llamar la «Pastoral del Basural», mutada hoy en una «Mesa del diálogo por las periferias». En el primer caso, fue funcional al acoso sufrido por el difunto fundador de Agrupación Atlántica.
Se llame como se llame, nada de toda esa exposición política y mediática ha significado cambio alguno para nadie. Coincidiendo con su estadía en Roma, el titular del dicasterio papal, Juan Grabois, lanzó una carga brutal en contra del partido de General Pueyrredón. En ese contexto, la pauperización de las barriadas en Mar del Plata es un hecho a la vista, al tiempo que el aumento de la población en situación de calle golpea a nuestra ciudad como a toda gran urbe del país.
Estos encuentros como el organizado por el obispo generan una enorme frustración en el ciudadano de a pie que ve a un conjunto de dirigentes y funcionarios reunidos en ámbitos muy agradables hablando sobre la nada misma. Durante el encuentro, el obispo se jactaba de la presencia del rector de la UNMDP, Alfredo Lazaretti, de quien dijo que es «un ateo que ve con agrado las encíclicas papales». ¿?
Con su enorme presencia, la Iglesia Católica podría ser parte de la solución, pero es parte del problema de estas instituciones vaciadas de contenido que no dar respuestas ciertas y concretas. La postura de los grupos liderados por Grabois —un individuo que ha prometido sangre en nuestro país sin pedir disculpas ni mostrar el más mínimo arrepentimiento por ello— no amerita crítica alguna ni por parte de Mestre, ni de ningún otro obispo.
Según se ha conocido, el grupo que lidera el titular del dicasterio papal viene a quedarse con 140 hectáreas en El Marquesado. Es parte de sus acciones que buscan un objetivo político cuyas bases comparte Jorge Bergoglio, quien está en cabeza del Papado: la visión de un mundo de pobres, que sean todos iguales en su miseria.
Mar del Plata no está «pacífica» como señaló el obispo Mestre. Por el contrario, las tomas de tierras avaladas por Grabois han puesto en pie de guerra a los vecinos del común, a esos que no fueron invitados a participar del encuentro fraterno por una Argentina en paz.
Es un doble rasero: la Iglesia tolera el atropello de los mapuchistas en el sur, calla ante la toma de tierras en Mar del Plata, y clama al mismo tiempo por una paz que sólo se afianzará a derecho respetando los preceptos constitucionales, que son la base del contrato cívico de la sociedad argentina.