En las redes, el bramido por el triunfo electoral de Juntos por el Cambio se enreda con el reproche a Horacio Rodríguez Larreta, el arquitecto de una victoria no tan impactante como muchos anhelaban. El intendente de CABA se vistió con los ropajes de su propia literatura, y se consideró líder antes de serlo.
En 2019, apuntaba a una derrota castrófica de Mauricio Macri. Los 20 puntos que Axel Kicillof le sacó a María Eugenia Vidal, fueron el diferencial que evitó una segunda presidencia del PRO. A partir de allí, junto a su amigo y socio en la idea de cerrar «la grieta», se lanzaron a jubilar al hombre que capturó la imaginación del 41% de los argentinos en una épica remontada que no tiene comparación en la historia política del país.
En las redes el bramido del triunfo electoral de Juntos por el Cambio se enreda el reproche a Horacio Rodríguez Larreta arquitecto de un triunfo no tan impactante como muchos anhelaban. El intendente de CABA se vistió con los ropajes de su propia literatura y se advirtió líder antes de serlo.
En 2019 apuntaba a una derrota catastrófica de Mauricio Macri. Los 20 puntos que Axel Kicillof le saco a María Eugenia Vidal fueron el diferencial que evito una segunda presidencia del PRO. A partir de allí junto a su amigo y socio en la idea de cerrar “la grieta”, Sergio Massa, se lanzaron a jubilar al hombre que capturo la imaginación del 41% de los argentinos en una épica remontada que no tiene comparendo en la política del país.
Aupado por el arrullo de las consultoras —que en su mayoría, están bajo contrato con el gobierno de CABA—, Rodríguez Larreta y un escuadrón de publinoteros buscaron instalar que la sucesión ya era un hecho, y que sólo había que empujar en el plano político para hacerse de la presidencia en 2023. Sin embargo, algo salió mal.
Desmenuzando los votos de la elección general, comparándolos con los de las PASO, es un hecho que gran parte de las adhesiones que colectó Facundo Manes en la provincia, fueron a José Luis Spert. En CABA, lo dijo Patricia Bullrich: «esperábamos una mejor elección». Los votos colaron para Javier Milei, develando en los cruces que hay una sólida masa de argentinos que busca liquidar el debate en el país al respecto de si somos una república en democracia con desarrollo capitalista y libertades públicas garantizadas, tal como indica la Constitución Nacional.
Terminada la elección y contados los votos, es un hecho lo que parece poco al paladar de muchos: un gran triunfo de la oposición, en buena parte aupado en los 52 mil kilómetros que recorrió Patricia Bullrich, impulsando junto a Mauricio Macri la participación en provincias clave que cambian, con cinco senadores ganados para la oposición, el manejo de la cámara alta. No obstante, debe observarse que el resultado electoral, si esta hubiera sido una elección a presidente, habría consagrado en primera vuelta al candidato opositor.
La postura del oficialismo, impulsada por sus líderes, de no reconocer la derrota y festejarla, es más para la psiquiatría que para la politología. En esta semana, la sociedad ha visto cómo el gobierno desgrana una vez más vicios instalados, como es el uso de las organizaciones políticas a las que los medios les hacen la gracia de llamarlas «sociales». Cristina Elizabeth Fernández permanece en un silencio que exégetas de turno explican como estratégico. El gobierno busca, revolviendo en el fondo de los tachos de la economía, cómo maniobrar para evitar un colapso que lo arroje al fondo de la historia.
El 2022 está preñado de luces de alerta. Pasado el verano, llegará el momento de la verdad. Las diferencias entre los individuos y sus ambiciones estarán en balance con una sociedad alerta y dispuesta a castigar tanto a propios como ajenos, si no se define un camino de salida para un país que lo tiene todo, y sólo necesita un poco de cordura para ser una nación plena, y frondosa en oportunidades.