En la cruz

Es como un retroceso en el tiempo, un viaje alucinante a lo peor de la conducta humana. No son los campos de Hitler, o los de Pol Pot en Cambodia. Es hoy, y ocurre en Siria, perpetrado por aquellos a los que una mentalidad extraviada como la del Tea Party en los Estados Unidos pretendió dar patente de “freedom fighters” (luchadores por la libertad). Estos sujetos hacen hoy extrañar al régimen, por cierto impiadoso con sus oponentes, de la familia Al-Assad.

Desde que los yihadistas del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL, rama de Al Qaeda) se hicieron con el control de la ciudad siria de Raqqa hace ya más de un año, la lista de brutalidades y violaciones de derechos humanos atribuida a este grupo no ha dejado de aumentar. Su última salvajada es la crucifixión pública como forma de castigo, en una serie de ejecuciones ejemplarizantes.
De acuerdo con la información disponible, al menos tres personas han sido víctimas de este tormento. El primero, según el Observatorio Sirio deDerechos Humanos, fue un presunto ladrón ejecutado de esta manera el pasado 16 de abril. Pocos días después, apareció en Internet un breve video en el que puede verse a un joven con los ojos vendados agonizando en una cruz, frente a un panel negro en el que se lee el nombre de este grupo radical.
Esta semana les ha tocado el turno a otros dos hombres a los que el ISIL acusó de atacar a sus militantes. «Hace diez días, unos agresores en unamoto lanzaron una granada contra un militante del ISIL en la rotonda de Naim. Un civil musulmán perdió su pierna y un niño murió. De inmediato, nuestros combatientes establecieron un control de carretera y lograron capturarlos. Pudieron también detener a otros miembros de la célula», afirmó la organización en su página de Twitter, acompañando las imágenes de ambos hombres crucificados en una de las plazas de Raqqa.
La actitud criminal tiene de ahora en más un componente netamente político /religioso, toda vez que el propio Papa se ha hecho cargo del asunto al señalar que lloró al enterarse de que “varios cristianos fueron crucificados en un país no cristiano”, dijo durante su homilía en la misa cotidiana en la capilla de la Casa de Santa Marta, donde se aloja.
Este horror fue relatado a la radio vaticana por la hermana Raghida, una monja greco católica. Raghida vive ahora en Francia, pero su madre y sus seis hermanos están todavía en tierra siria, ensangrentada por una guerra civil que ha costado ya al menos 150.000 muertos. La vida de esos familiares “está en peligro todos los días”, señaló la edición en francés de la radio Vaticana.
También hay gente así que en nombre de Dios mata y persigue”, dijo el Papa aludiendo a los asesinos, que pertenecen a un grupo ultraislámico que lucha contra el gobierno sirio, pero también contra otras facciones musulmanas armadas. “Los yihadistas (que cultivan la “Yihad” o guerra santa) y grupos musulmanes extremistas ofrecen a los cristianos dos alternativas: decir públicamente la shahada, o profesión de fe musulmana, o morir”, dijo la hermana Raghida.
No es el único escenario en el que los cristianos de todas las variantes de la fe están en riesgo de su vida por sus creencias religiosas. En Nigeria, un grupo radical Boko Haram, que en la lengua local hausa significa “la educación occidental es pecado”, se creó en 2002 con el objetivo de propagar la yihad y crear un Estado islámico en Nigeria regido por la sharía o ley islámica. En 2009 comenzó sus acciones armadas, y ese mismo año su fundador, Mohamed Yusuf, murió cuando se hallaba bajo custodia policial. Yusuf fue sustituido por Abubakar Shekau, que perdió la vida en una operación antiterrorista en 2013. Desde el inicio de su ofensiva armada, Boko Haram ha causado más de 4.000 muertos, 1.500 de ellos en lo que va de año. Nigeria, el país más poblado de África, tiene unos 170 millones de habitantes integrados en más de 200 grupos tribales. Los musulmanes son mayoritarios en el norte, mientras que el sur es predominantemente cristiano.
Quizá las palabras de Jorge Bergoglio, el Papa Francisco I, traigan al mundo a asumir un estado de interés y acción del que hasta ahora se ha carecido ante esta tremenda y horrible situación.