A diario se publican encuestas que hablan de escenarios electorales basados en estudios cuya tecnología atrasa, cuando menos, veinte años. Suena muy tecnológico escuchar al analista encuestador decir “utilizamos un mix de llamadas domiciliarias y tecnología IVR”. Los muestreos suelen estar basados en universos de no más de seiscientas personas y, obvio es, realizados sobre la base de preguntas orientadas a buscar un resultado determinado.
En ese predicamento es posible ver publicado, por ejemplo, que Sergio Massa, quien no reúne ni quince puntos de intención de voto en primera vuelta, sería ganador en un ballotage ante el presidente Mauricio Macri. Un oxímoron, dado que, si no califica en primera vuelta, ¿cómo estaría presente en el tramo decisivo de la elección?
El propio Massa señaló —en una verdad de Perogrullo— que la candidatura de Cristina Fernández viuda de Kirchner implicaría el triunfo de Macri en segunda vuelta. Los artículos diarios que hablan de la decepción de los votantes de Cambiemos por la situación económica, no revelan la auténtica naturaleza del voto en octubre. Ese día, ante la urna, habrá en la consideración de los argentinos mucho más que una valoración económica.
En los prolegómenos de la elección de octubre, salpicada de sufragios previos en provincias chicas, habrá mucho para expresar y nada para analizar, ya que esos comicios, por su carácter localista, no tienen hoy peso para definir tendencia en el voto presidencial. Lo que sí afecta al conjunto del electorado es cuando personajes como Luis D ‘Elia amenazan con frases como: “Los que se prestaron a meter presos a los compañeros, ni piedad. Esos van a ir a la cárcel, hijos de puta. Esos que privan ilegítimamente de la libertad a nuestros compañeros, con causas truchas, con pruebas truchas y testigos truchos”. O las de Juan Grabois asolando a los countries de la zona norte del gran Buenos Aires, en donde militantes de la CTEP les exigieron a las autoridades de esos barrios alimentos, útiles escolares y trabajo de mantenimiento: “Llegamos a sus puertas para acercar nuestros reclamos”, dijo. Hace correr sudor frio por la espalda de la clase media aspiracional.
El ciudadano de a pie que trabaja, estudia y busca mejorar su vida fuera de la mendicación institucionalizada, se espanta ante anuncios de encarcelamientos masivos por venganza política y saqueos por doquier como instrumento forzoso de redistribución económica.
El silencio de la ex presidenta suma interrogantes. Nada dice de sus intenciones, desojando una flor de quien sabrá cuantos pétalos sin dar mayor pista de sus intenciones. La extensa confesión del contador Alejandro Manzanares, hoy testigo protegido, arroja luz sobre los montos, flujo de recursos y estimación del dinero saqueado en los años de gobierno de Néstor y Cristina; un condimento esencial que define el ánimo social de las clases medias. Octubre definirá el futuro gobierno entre la decepción, y el espanto.