A excepción de la inteligencia de los Estados Unidos y del gobierno ucraniano, nadie creía que Vladimir Putin se lanzaría a una guerra por la ocupación de Ucrania. Hoy nadie ríe, y muchos lamentarán, en el futuro cercano, el no haber tomado debida cuenta de los riesgos que implica el haberse abrazado al gas ruso, cuyos precios de oferta jugaron un rol tan grande, por ejemplo, en la competitividad de la industria alemana.
Hoy, con un frente de guerra estabilizado territorialmente, comienzan a aparecer elementos que hablan de la impronta tecnológicamente superior de Estados Unidos, que da información precisa a las tropas ucranianas y les permiten abatir el orgullo nacional ruso en el campo de batalla. El vocero del Pentágono, John Kirby, apuntó que, efectivamente, Estados Unidos comparte información con la inteligencia de Ucrania, pero relativizó que la misma haya sido crucial para el hundimiento del crucero Moscú, al igual que indicó que de ningún modo dieron información sobre la ubicación de los generales rusos que fueron asesinados en el conflicto.
A pesas de sus declaraciones, el ejercicio siniestro de los asesinatos selectivos es una práctica habitual de las fuerzas armadas norteamericanas, inspirados en la doctrina que Israel desarrolló en la década de 1980 en adelante para acorralar a los movimientos terroristas que operaban desde la franja de Gaza. Zaida Cantera —ex militar español y diputada del PSOE— ha señalado: «España no usa drones para asesinatos selectivos, pero otros países como Estados Unidos e Israel ve perfectamente moral su uso para evitar sus bajas, para ellos el valor de sus muertos es mucho mayor que el de los rivales».
En este esquema de guerra electrónica, basada en alta tecnología, siempre un dato de alto impacto y de debate, es el denominado «daño colateral». En un escenario de guerra, sin embargo, el debate desaparece, y todo blanco pareciera ser legítimo. La eliminación de los generales rusos es, en este contexto, legítima. Es obvio que la relación de las fuerzas armadas ucranianas con la OTAN les ha brindado capacidades tecnológicas que resultan cruciales, y que sirvieron para devastar la marcha triunfal del ejército ruso que desfilará en derrota el próximo 9 de mayo por las calles de Moscú.
Mientras cientos de toneladas de explosivos caen sobre la acería de Azovstal, aún falta mucho para avizorar el final de este conflicto. Pero, si algo está en la superficie, es que los libros de guerra que fueron escritos a partir de las experiencias vividas durante la Segunda Guerra Mundial, han caducado. Una nueva doctrina surge hoy a la luz de esta guerra desatada por Vladimir Putin, la cual impacta en el tablero mundial de un modo que aún es difícil de comprender en todas sus consecuencias.