Es evidente de toda evidencia que la blitz lanzada contra la persona del ministro de Trabajo Jorge Triaca no es inocente, y está en el rango de las denominadas operaciones políticas o “carpetazos”, que son hoy un elemento clave de cualquier puja de poder, tanto en Argentina como en el país que se desee mencionar.
Sin embargo, lo que no se altera es que, ceñido a su discurso y apalancado en una expresión tan intensa como lo es “Cambiemos”, la tolerancia hacia prácticas como las expuestas no deben ameritar otro camino que la renuncia del ministro. Con reflejos de la política tradicional, el jefe de Gabinete Marcos Peña dijo que “si bien lo que pasó es cuestionable, no le va a costar el puesto al ministro Triaca”. Peña marca una posición que desde el propio Gobierno critican: Laura Alonso, titular de la Oficina Anticorrupción, abrió un expediente para que, más allá de la torpeza virulenta de Triaca, se investigue en qué circunstancia su casera y persona de confianza familiar Sandra Heredia fue designada en la intervención del SOMU.
Obvio es que los hechos existieron y que, cuando menos en las contrataciones surgidas en la intervención del SOMU, hay situaciones como mínimo impropias y se ha actuado con abuso de poder. El ministro de Trabajo fue denunciado por Carlos Broitman, abogado del sindicalista preso Omar “Caballo” Suárez, en tanto que el SOMU pide investigar el pago de sueldos en negro de Triaca a su empleada a través del sindicato intervenido. Según la denuncia se acepta como un hecho —así lo expresa Broitman— que Triaca tenía a Sandra Heredia en negro y que lo hacía a través de la delegación del SOMU en San Fernando, donde también trabajaba. Triaca reconoció que él fue quien la ubicó a ella ahí. El escándalo, recordemos, se destapó por un audio de whatsapp que registró que él la despidió a puro insulto.
Actores en juego hay y muchos. En el hotel de los gastronómicos en Mar del Plata, a través de un documento que expresa la intensa preocupación de los dirigentes gremiales que contribuyeron activamente a la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, se cuestionan las políticas del Gobierno y se expone una idea de poder y fuerza que ya no está. Ni Jorge Triaca es Chacho Álvarez ni hay plafón para que Hugo Moyano acuse al Gobierno de usar “la Banelco”. Los millones secuestrados en las cajas de seguridad de Marcelo Balcedo en Uruguay pueden más que los documentos en la conciencia colectiva.
Es harto probable que al retorno al país del presidente Mauricio Macri, luego de su gira europea y presencia en Davos, el episodio de Triaca y los contratos de la intervención del SOMU tengan carnadura política suficiente como para provocar su renuncia, que ya debió haber presentado de manera indeclinable. Serán de ver los próximos movimientos, pero está claro que el Gobierno ya no se sobresalta por las amenazas de Barrionuevo / Moyano: en la intimidad de la Rosada hablan de viejos leones herbívoros, que ya no pueden clavarle los colmillos ni quedarse con un pedazo de nada ni de nadie.