Quizá fue que el cantante conocido como “el Dippy” se haya mostrado junto a Mauricio Macri, o alguna encuesta de las que a diario leen con fruición en el Instituto Patria, o algo de todo eso lo que llevó a la ex presidenta, hoy vice de la nación, a llamar la atención sobre el cantante trapero Elián Valenzuela, conocido como L-Gante.
Para la ex jefa de Estado en su universo particular, lo único que está bien es lo que ella protagoniza per se o lo se protagoniza en su nombre. Para Cristina en ese predicamento, la historia de Valenzuela está unida a la felicidad proba del programa Conectar-Igualdad. Vinculó dos hechos: una contrafigura popular juvenil —el Dippy— y un programa de su gobierno. Cristina utilizó la historia de vida del joven Valenzuela para contar que pudo progresar en la música gracias a la computadora del plan Conectar Igualdad que había recibido del gobierno. Ergo, el Estado con su política es el responsable de la elevación por medio de la música a un estadío superior.
Duró poco el relato. El propio cantante, en declaraciones a diversos medios, puntualizo: “la netbook del gobierno yo no la obtuve en la escuela, no me acuerdo si la cambié por un celular o vendí el celular y me compré la netbook, pero un negocio así fue”. La suya fue una vida difícil y dura, sin educación, tal como señaló el propio joven tomado como ejemplo. Señaló que tuvo que dejar la escuela para “ganarse el mango”.
Nadie le preguntó de dónde o cómo obtuvo el celular que vendió o canjeó por la computadora. Nadie le preguntó quién es el que, habiendo recibido la computadora, la canjeó o vendió por un celular. Lo que reveló la anécdota de Cristina es que dos jóvenes nacidos y criados en la marginalidad no se escolarizaron, y no son ejemplo de un Estado presente. Todo lo que está mal.
En el mismo esquema de demonizar y alabar lo impropio y lo incorrecto, el gobierno se lanzó en un ataque de odio a los que viajan al exterior. Basados en una muestra menor de cumplimiento de la cuarentena pos viaje, cerraron Ezeiza impidiendo el regreso a miles. Una medida anticonstitucional, resuelta por una manda administrativa. Tal es el odio, que la orden al servicio consular es la de no ayudar a nadie.
En esta situación maliciosa e irritante, la sociedad dio su respuesta: desde el sitio Turismo City se lanzó la iniciativa para ayudar a los argentinos varados en el exterior. Por medio de sus redes en Twitter e Instagram, Turismo City abrió una lista de argentinos en el exterior que brindan residencia, comida, o una ducha a los varados en los cinco continentes. La sociedad civil se aúpa ante un Estado violento con sus propios compatriotas.
Los cambios que vienen son inexorables, más allá de la danza de dirigentes y claudicantes. Hay liderazgos que merecen respeto, pero la base es la sociedad. La gente que no se calla, y que acciona. La respuesta urgente que recibió la propuesta del sitio de viajes marca una impronta nueva y necesaria.
No hay relato que se sostenga cuando la sociedad decide hacer de lo obvio, algo evidente.