Fueron tres semanas de locura en las que buena parte de los medios, en particular los metropolitanos, arrojaron sobre la sociedad millones de minutos y centímetros jugando a una crisis terminal de la moneda que afectara seriamente al Gobierno nacional; todo ello sazonado por una puja fenomenal por la pauta oficial y la recurrente falta de pago en tiempo y forma por parte del Estado, lo cual ha agitado pasiones inconfesables expresadas en críticas irónicas y zócalos tremendistas que llevan a la histeria colectiva.
Lo que ocurrió es de libro, y el Gobierno accionó con toda la fuerza de los cincuenta mil millones de dólares líquidos que están en las arcas del Banco Central. El denominado “súper martes” nunca tuvo la mínima oportunidad de ser dramático para el Gobierno. Pero el mote buscó jugar en la memoria colectiva con el fatídico martes 29 de octubre de 1929, también conocido como “martes negro”, fecha que marcó el inicio de la espantosa recesión económica de la década del treinta, y que aún hoy es un tópico fuerte en el análisis económico del presente.
El Gobierno exhibió las contradicciones que están a la vista: el “fuego amigo” de Carlos Melconián o Alfonso Prat Gay, que lo exponen sin pudor alguno en su pulseada con el set de economistas que rodean al Presidente, que en esta pelea de fondo ha revelado que posee recursos y timing para salir de sus propias marradas. Eso fue lo que ocurrió con un ingreso fenomenal de inversión financiera por parte de dos grandes fondos de inversión que aparecieron de la mano del ministro Luis Caputo, en una acción coordinada que armó el umbral del valor del dólar en veinticinco pesos por cada unidad de la moneda norteamericana.
Los días por venir definirán una agenda que ahora está marcada por el acuerdo con el FMI, que, como bien señaló su presidenta, Christine Lagarde, “es la agenda de Argentina, definida por sus propias autoridades”. Claramente, el FMI necesita de Argentina, porque Argentina es el más enorme fracaso del organismo multilateral, y si este acuerdo de asistencia funciona virtuosamente, implica un cambio de paradigma en su historia, en particular en el continente americano, donde por décadas fue la piedra de toque de la pelea política entre gobiernos de distinto signo en la región.
Lo que ocurra de aquí en más será relevante para marcar el cronograma hacia el 2019 y las oportunidades que los propios argentinos quieran crear para sí y para su descendencia en las próximas décadas.