Es el título de la canción que acompaña la serie “El general Naranjo”, compuesta por Alejandro Sanz. Se trata de un himno al hombre común del que hablaba Benjamín Solari Parravicini. La letra simple dice: “mi honor es mi compás, no voy a descansar, los buenos somos más y vamos a ganar. Mi patria es mi verdad, los buenos somos más y vamos a ganar”.
El 24 de septiembre fue el día en que la angustia y la tristeza que se había apoderado de amplios sectores de la sociedad argentina fue conjurada en una epifanía maravillosa de los ciudadanos del común que salieron a la calle a decir su presente a un presidente de la Nación elegido para ser el articulador y eje central de una experiencia democrática inédita, construida de abajo hacia arriba sin aparatos, sin gestores del voto, sin medios afines o, cuando menos, sin aquellos medios que desde la metrópoli habían dictaminado que las PASO eran una definición cerrada de la elección del próximo 27 de octubre.
Los actores habituales de la política argentina actúan como saben hacerlo: corporativamente. Jueces que ordenan liberaciones en rápida sucesión, desdiciéndose de sus propios predicamentos en sólo días, ni siquiera semanas. Una media que, adocenada, no advierte o no comprende que hay un universo de argentinos que no les creen y un ser humano, el presidente de la república, que muta del laboratorio de la política a un escenario de energía masiva que alimenta y retroalimenta la misma idea del milagro político que tantos ansían y reclaman fervorosamente en las redes y las calles.
En estos días, el presidente Mauricio Macri, bañado de afecto humano como nunca se vio en democracia, camina el país y da gestos de gobierno inéditos. El homenaje a los familiares de los caídos en la defensa del cuartel de infantería de monte en Formosa, atacado por la guerrilla montonera en el trascurso del gobierno constitucional de Isabel Perón, es un hito central. Un mensaje a favor de lo correcto que los movilizados de todo el país valoran en la mayor medida.
Hay ya un elemento crucial en danza: la PASO fue violentada fuertemente. El charlista televisivo Sergio Berenstein dijo en TN “a lo sumo será un 5% de los votos”, ergo, reconoció que el fraude estuvo y marcó una diferencia importante que ayudó a construir el último intento de llevar al presidente a la abdicación, buscando cerrar la profecía del helicóptero que agitó el kirchnerismo desde 2015.
La denuncia que presentó Juntos por el Cambio es clara: hubo apropiación de la fiscalización por una maquinaria montada a tal efecto. Hubo 4.614 personas designadas irregularmente como presidentes de mesa, y 34 denuncias penales. Los apoderados de Juntos por el Cambio señalan que las urnas fueron tomadas por asalto. No es menor que, sistemáticamente, Elisa Carrio señale al ministro del Interior Rogelio Frigerio como responsable por esta situación con duros términos. La defensa formal del presidente a su ministro del Interior no salda el tema de ningún modo y nadie desmiente al senador Miguel Pichetto cuando afirma que la calve para dar vuelta la elección es fiscalizar y fiscalizar.
El vecino de a pie, el hombre gris de cada día, parece decir en cada acto hacia el 28 de octubre: Los buenos somos más.