Celebrado por todo lo alto por el universo de cultivadores canábicos fue el anuncio del presidente Alberto Fernández de la firma del decreto que permite el cultivo de marihuana para uso medicinal y otros rubros. Durante el anuncio, muy a su estilo, el presidente elegió una frase para celebrar ese momento junto al ministro Kulfas y los activistas canábicos: «Es otro triunfo contra la hipocresía».
Así se expresó quien entiende que el objetivo de su gobierno es brindar más derechos que los que se otorgaron durante el gobierno de Cristina Fernández. La celebración de esta firma por parte de los distintos grupos presentes quedó reflejada en las palabras de la fundadora de Mamá Cultiva Argentina, Valeria Salech: «este es el kilómetro cero, ahora hay que empezar a trabajar y mucho».
En donde advirtieron que hay que trabajar mucho, es en Balcarce. Allí convocados estuvieron María Fernanda Ruzza, de la Defensoría del Puablo, el intendente Esteban Reino y el fiscal Rodolfo Moure, junto a los jefes policiales del distrito. En esa oportunidad, Moure señaló su desacuerdo con la norma, aunque aceptando que es ley, y que se debe acatar. Sugiere sin embargo medidas de acción municipal, bromatológico y de seguridad, ya que de por sí el cultivo de marihuana genera situaciones lejanas al idílico modelo que proponen las organizaciones pro cultivo y libre distribución.
Un ejemplo claro de esto último, es la situación en California, en donde se liberó el cultivo de marihuana en todo el estado en 2016. El medio The San Diego Sun Tribune publicaba en junio de 2021: «El auge del cultivo de cannabis en el desierto de Mojave comenzó poco después de que California votara para legalizar la marihuana, en 2016. Desde entonces, los cultivadores del mercado negro han acudido en masa al desierto, que ofrece un entorno casi perfecto para la agricultura a gran escala: la constante luz del sol, espacios abiertos baratos y prácticamente sin vigilancia de la policía. Aunque los plantíos de cannabis del desierto requieren enormes cantidades de agua, los cultivadores descubrieron que pueden comprar o robar todo lo que necesitan».
La violencia se ha disparado extraordinariamente. Los crímenes son un cotidiano sin interrupción. Dice el medio, basándose en una investigación de Los Ángeles Time: «“Hay más marihuana en el mercado negro que nunca, mucho más que antes de la Proposición 64”, comentó William Bodner, agente especial a cargo de la división de campo de Los Ángeles de la Administración Antidrogas de EE.UU. “Muchos de los cultivos ilegales están a cargo de organizaciones criminales mexicanas, chinas, rusas, armenias y laosianas”, remarcó Bodner, un veterano de 30 años en la agencia». Aquí no más, en Uruguay, el presidente Lacalle Pou afirmo: «No creo en que los Estados cultiven y vendan marihuana. Cometimos un error». Privado o estatal, basado en el beneficio económico y no en la salud de la población, algo es claro con las drogas: matan.