Las actuales generaciones de mujeres están enmarcadas por una ola de cambio en el paradigma de lo femenino que lo envuelve todo. La literal batalla por el empoderamiento femenino tiene un escenario privilegiado en las naciones occidentales siendo las acciones por el “Me Too” y el aborto legal, vinculados en el pañuelo verde como símbolo visible del cambio.
Los movimientos occidentales no miran con la debida atención la situación de la mujer bajo el Islam en cualquiera de sus formas. La interacción en occidente, y especialmente en Europa, ha generado un choque que falsamente se denomina como “choque de culturas”. Lo que hay es una opresión aduciendo el poder de lo divino para imponer a las mujeres condiciones oprobiosas usando el peso del estado hasta extremos de crueldad repudiable.
Ese fue el caso de Sahar Jodari, una Iraní que se quitó la vida a lo bonzo desesperada por la persecución a la que la sometió el régimen de los ayatola por el inconcebible pecado de disfrazarse de hombre para asistir a un partido de futbol.
No son diferencias culturales: es poder, sólo eso, del modo más cruel que se pueda concebir. Jodari fue condenada a seis años de prisión por su pecado mortal a los ojos del régimen. Duele ver que los movimientos feministas, en particular los europeos, ignoran estos cruciales temas aduciendo factores culturales. En Europa, las culpas del colonialismo siguen condicionando la lectura de la realidad.
Sahar Jodari marcó un punto de inflexión brutal. El régimen debió volver sobre sus pasos y autorizar, luego de 40 años, a que las mujeres ingresen al estadio en donde se jugó el partido por la clasificación a la copa del mundo 2022 entre Indonesia e Irán.
Ataviadas con banderas, vuvucelas y luciendo los colores de su país, unas 3.500 iraníes han vivido una jornada histórica en el estadio Azadi. Y no sólo por la goleada —la tercera mayor de la historia de Irán—, si no por haber podido disfrutar in situ de un partido de fútbol, algo que las mujeres tenían prohibido en este país desde 1979. La apertura se dio con condiciones: se habilitó una tribuna en donde 3.500 mujeres coparon dichas gradas separadas del resto del estadio, que lucía increíblemente vacio.
No lejos de allí, en el Kurdistán, los cuerpos de combatientes Kurdos dan hoy batalla al régimen de Tayip Erdogan. Destacan las féminas que integran el YPG, el grupo combatiente que acorraló a ISIS en la triple frontera entre Siria, Turquía e Irán, y fue clave para la derrota de este grupo criminal.
Hay un cambio que recorre el planeta. Luce imparable, pero no exento de desafíos, errores y excesos.