La crisis del 2001 marcó una impronta en Argentina que impuso dos elementos en la cultura popular: el “que se vayan todos”, y el cacerolazo como marca de agua de la protesta cívica no violenta. La sociedad argentina se adelantó una década a lo que hoy es un movimiento intenso, un ramalazo telúrico que surge no de las entrañas de la política, sino de las entrañas de la sociedad.
Tal como se ha señalado en este mismo espacio, las nuevas tecnologías basadas en el soporte de internet han dado un giro a los movimientos sociales, dando “voz a los mansos” como se dijo en la campaña de 30 ciudades en 30 días que protagonizó el presidente Mauricio Macri convirtiendo lo que se anunciaba como una derrota estrepitosa en un final abierto con un resultado que, aún antes de asumir el nuevo gobierno, anticipa una sociedad alerta y expectante.
Tanto en Ecuador, Chile, Bolivia, y ahora Colombia, los mansos, el ciudadano del común que en muchos casos denostan la política pero espera de ella respuestas a sus reclamos y padeceres, dice “no nos callamos más”. No es una voz univoca, y contiene el germen de la anarquía. Aún con ese riesgo, marca un fin de era a los gobiernos de todo el orbe.
Un capitulo que no puede soslayarse es el de la violencia y la lectura política de acciones de desestabilización que están en el contexto presente. En cada capítulo de estos hechos hay violencia. Se enfrentan dos visiones, dos discursos fuertemente contrastantes. El de la izquierda y su habilidad discursiva apoyada en años de práctica revolucionaria —a veces apoyada económicamente por Cuba— y una extendida contradicción de amplios sectores burgueses que se expresan anticapitalistas.
La salida es un interrogante. No obstante, debe señalarse que el gobierno de Lenin Moreno supero el brote insurreccional y en Bolivia los acuerdos políticos prevén elecciones en 2020, en donde el MAS se presentaría sin Evo Morales. Interrogantes presenta la salida chilena, donde su presidente, Sebastián Piñera, no parece hallar un punto de apoyo para contener la crisis violenta en la que está inmerso el país trasandino.
La situación en Colombia es demasiado reciente, aunque se advierte claramente al presidente Ivan Duque demasiado solo, aislado de la clase política del país. En Colombia como en Hong Kong, en donde la situación de tensión continúa, los estudiantes universitarios son clave en el armado de las movilizaciones. Cada país o lugar tiene sus razones: a veces no similares, pero todo tiene un hilo conductor: la asimetría económica y las necesidades insatisfechas en una cultura de consumo exacerbado, en donde nada parece ser suficiente.
La otra conexión es la asimetría observada en lo que al estado de bienestar se refiere. En el Líbano toda la sociedad, sin distinción de creencias religiosas, se lanzó a las calles el 17 de octubre y se mantiene movilizada, exigiendo el fin de la corrupción y un cambio de políticas que hagan ceder el peso de la economía vía impuestos sobre los hombros del ciudadano de a pie.