La invasión criminal de Rusia a Ucrania marcó el final de setenta años de paz —el más extenso período de tranquilidad y prosperidad— en el continente europeo.
A caballo de la caída de la Alemania nazi y a conformación de las dos grande superpotencias mundiales, la Unión Soviética y los Estados Unidos, se dio en el mundo el llamado proceso de descolonización que, esencialmente, llevó a la creación de naciones surgidas del mapa colonialista creado por los europeos entre los siglos XV y XVII.
La primera guerra mundial había provocado ya un ajuste en las divisiones del mapa del poder en África, en particular, al apropiarse los vencedores de dicha lid de las colonias alemanas en el continente. Seis de las colonias principales del África alemana, junto con los reinos y las políticas nativas, fueron los precedentes legales de los estados modernos de Burundi, Camerún, Namibia, Ruanda, Tanzania, y Togo. Partes del Chad contemporáneo, Gabón, Ghana, Kenia, Mozambique, Nigeria, la República Centroafricana y la República del Congo también estuvieron bajo el control de África alemana en varios puntos durante su existencia.
La derrota alemana llevó a que esas colonias se las repartieran entre los vencedores, en particular Inglaterra, Bélgica, Francia y Sudáfrica. Mucho de lo que pasa hoy en el mundo, incluido el brutal y repudiable atentado cometido en Moscú por ISIS, tiene sus raíces en las políticas de los estados europeos hacia el continente africano en los pasados siglos.
Y tiene que ver, porque estos grupos están financiados ora por los saudíes o por los iraníes. La brutal pelea entre estas dos concepciones del Islam hace del mundo un territorio único en donde la batalla no toma prisioneros. La situación de estados fallidos y la continua retaliación de los grupos enfrentados es la madre, entre otras situaciones, de la continua expulsión de la población que llega masivamente cada año a Europa llevando en sí una simiente de cambio poblacional por inversión de la tasa de natalidad que provoca augurios sombríos.
El ataque perpetrado por ISIS en Moscú y un ataque anterior en Irán, tiene la misma matriz de terror y matanza indiscriminada. El objetivo es la dominación mundial bajo la sola impronta del islam más cruel y retrógrado. La crisis desatada por la invasión rusa a Ucrania expone así los costos de desviar la atención de las naciones en actos irrazonables. Rusia, quien debería ser un aliado central en la búsqueda de contener la expansión del islam extremo, se distrae y debilita a las naciones occidentales con su accionar.
En la particular, en lectura de los mullah iraníes en su alianza con Putin, nunca previeron que la maldición del terrorismo los golpearía por igual. Juegan un juego de crímenes que pagan con su sangre sus propios pueblos.