Desde el mismo momento en que se inició la catástrofe acontecida en la ciudad de La Plata, en medio de las operaciones de prensa y las miserias humanas expresadas en la política, se escuchó una y otra vez que es casi imposible detener a la naturaleza cuando se expresa con tanta ferocidad y contundencia. Sin embargo, estamos en presencia de otro cliché, que apenas disimula las responsabilidades humanas que tal situación merece considerar.
En 2007fue publicado el libro “El cambio climático en el Río de la Plata”, que el climatólogo Vicente Barros escribió junto a Ángel Menéndez y Gustavo Nagy, y que puede leerse completo en la página del Laboratorio de Climatología Regional (LCR). Precisamente, ese laboratorio del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA) es uno de los centros de investigación que reúne a la mayor cantidad de expertos en el tema; y está aquí, en la Argentina.
En dicho trabajo se deja establecido que el problema es que el cambio climático no es algo futuro. Está pasando ahora. Y que en nuestro país, la primera y más gravosa señal es el incremento en la frecuencia de tormentas intensas, se sostiene a los ojos de quien quiera explorar tal material.
La relación entre el cambio climático y el aumento en las precipitaciones es materia de estudio en el laboratorio. “La teoría supone que habrá aumento de temperatura y el aire tendrá más humedad, lo que favorecerá que haya más precipitación. En la Argentina, esto empezó a sentirse en la década del ’90, pero no tomamos conciencia hasta hace muy poco”, asegura Barros.
“Lo que sucede en nuestro país es paradigmático –continúa-: empezó en abril del año pasado (2006) en Salta y continuó con inundaciones en Río Grande, los dos extremos del país. Luego hubo inundaciones en Neuquén y en Formosa; varias en Córdoba; en Reconquista hubo un tornado; granizadas espectaculares en regiones poco habituales, y terminamos con una inundación tremenda en Santa Fe y Entre Ríos”, se lamenta.
Por todo esto, uno de los proyectos llevados adelante en el laboratorio tiene por objetivo analizar las grandes inundaciones en el litoral argentino y en la ribera del Río de la Plata en función del cambio climático regional observado y estimado para el futuro. La idea es, también, poder recomendar líneas de acción que permitan reducir los daños socioeconómicos de estos eventos.
Entonces, no se necesitan expertos de otros lares, están aquí. No los han tenido en cuenta, simplemente. Parecería que se prefiere dilapidar recursos públicos en fines vanos y rimbombantes, cuando las soluciones suelen estar cerca y ser mucho menos costosas.
Esta semana, el diputado nacional Carlos Brown aseguró en la 99.9 y este medio que desde 2011 el Fondo Hídrico recaudó más de nueve mil millones de pesos. Los fondos aplicaron a otros fines y no a obras hidráulicas, como hasta el momento cincuenta y cuatro muertos en La Plata permiten verificar.
Retornando al estudio de marras, los expertos argentinos señalan: “Los modelos climáticos globales indican que el desplazamiento del borde occidental del anticiclón del Atlántico continuará hacia el sur; ello contribuirá a una mayor rotación de los vientos hacia el este, lo que incrementará aún más el nivel del río. Por eso se debe considerar como área de vulnerabilidad futura a toda aquella que esté por debajo de los 5 metros sobre el nivel del mar”. Se calcula que la población de Buenos Aires y el Conurbano afectada en el futuro por estas consecuencias podría ascender a 1,5 millones de personas. La mayoría de ellas reside en ambas márgenes de la cuenca Matanza-Riachuelo, de los arroyos del norte de la ciudad y del río Reconquista.