El fin de la inocencia
Daban cátedra de moral, cuando menos pública. Crearon la fantasía de un reino (literal) de bondad política que sólo actuaba en beneficio del gobernado. Por años nos dieron el espectáculo –sobre todo a los hijos putativos- de los debates en las Cortes. “Que diga usted, señor González”, correctamente retrucado por un “mire usted, señor Aznar”. Todo un ejemplo a seguir, cómo dudarlo, con un dejo de envidia ante semejante despliegue de civilización política.