La designación del general César Milani al frente del Ejército argentino ha quitado las frazadas de la incómoda cama en que han convivido representantes de las autodenominadas organizaciones por los Derechos Humanos y el Gobierno desde la asunción de Néstor Kirchner a la Presidencia de la Nación.
A diferencia de lo ocurrido con el escándalo Schoklender/Bonafini, en el cual, con el justificativo de “no dar razón al enemigo” (¿?), organizaciones de todo tipo y color vinculadas al esclarecimiento y juzgamiento de los años de plomo callaron su verdad o o hablaron desde un temor reverencial -hacia Bonafini-, en este caso nadie parece querer dejar de emitir su parecer o su denuncia.
Hay dos textos imprescindibles para entender la grave situación de tensión en la que la designación de Milani deja a todo el espectro reconocido de instituciones en salvaguarda de los derechos humanos. Uno de ellos ha sido expuesto por el periodista Omar Barberis: “La designación de César Milani como Jefe del Ejército, nos dejó en una encrucijada: preservar al Gobierno que más hizo en defensa de la Memoria y la Justicia con los crímenes de la dictadura cívico-militar, o decir la verdad, cuando estamos -honestamente- convencidos de ella.
No es cierto lo que dicen Horacio Verbitsky y el CELS. Es falso. Milani SÍ figura en los archivos de la represión. No figura denunciado. Figura mencionado en dos lugares: 1.- En el Informe de la Comisión de Derechos Humanos de La Rioja, de 1984 (insospechada de ser una “operación de Clarín o La Nación” como algunos descalifican), mediante un testimonio que tengo a la vista (el de Olivera).
2.- En las listas del Batallón 601 de Inteligencia. Milani figura en la primera página, tercera columna, cuarto lugar, contando de abajo hacia arriba, del primer tomo. Ahí encontramos a un “Milani, César Santos” con el grado de “Teniente Primero”.
Salvo que se trate de una increíble coincidencia, creo que estamos hablando de exactamente el mismo personaje: el que estuvo en La Rioja, en el Batallón 141, y que tenía bajo su mando, como asistente, al desaparecido conscripto riojano Alberto Ledo. Después, ambos, destinados en Monteros, Tucumán, entre el 20 de mayo de 1976 hasta la fecha oficial de la “desaparición” de Ledo: el 17 de junio de 1976”.
El otro texto corresponde a la Asociación de Ex-Detenidos Desaparecidos, la Asociación de Profesionales en Lucha, el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos, el Colectivo de Abogados y Abogadas Populares La Ciega, el Colectivo Memoria Militante, Hijos La Plata, Liberpueblo y Unión por los Derechos, que señala que Milani “ha sido también denunciado como consustanciado con los levantamientos carapintadas en los ‘80 y su condenable carrera la ha desempeñado en el área de Inteligencia del Ejército”.
En ambos casos los elementos son muy fuertes. La presentación de Milani ante un juez federal en La Rioja fue considerada “un circo” por el diputado nacional (UCR) Julio Martínez, quien apuntó: “Lo enviaron a limpiarse la cara, pero sigue teniéndola pintada”.
Hay detrás de este tema otra cuestión en foco, y es la posición en la que quedan tanto el CELS como Horacio Verbitsky, e incluso la propia Estela de Carlotto. La lucha que más debía resguardarse, la que más prístina debía ser, está hoy envuelta en un lodo que huele a negociados repugnantes y repudiables.