Está en fuerte entredicho en Argentina la razón misma del soporte de la sociedad organizada, su sistema de justicia. No se trata sólo de la conformación, desde el propio Poder Ejecutivo, de “Justicia Legítima”, o de las situaciones que devienen del manejo del Consejo de la Magistratura, sino de la misma matriz del armado judicial, que día tras día coloca a la sociedad a un tris de la indefensión cívica.
El origen de las tensiones se halla en las mismas entrañas del poder político, en el modo en que el poder político entiende el funcionamiento de la sociedad. Siendo Néstor Kirchner presidente de la Nación, en su visita a Francia en 2005, la por entonces senadora de la Nación y primera dama Cristina Fernández le señaló al por entonces presidente galo Jacques Chirac su agrado por estar en la República francesa, con una frase que pasó cuasi desapercibida para el público: “Nosotros (el matrimonio presidencial) somos bonapartistas”, dijo con ninguna inocencia la consorte presidencial. La cita fue recogida y publicada por el diario La Nación en su cobertura del viaje, pero no tuvo mayor repercusión en la política doméstica.
Recientemente, Mirtha Legrand expresó en su programa televisivo su parecer al respecto de la Presidenta, indicando que, en su opinión, Cristina Fernández viuda de Kirchner es una persona que se maneja dictatorialmente. La frase se transformó en un pequeño escándalo, menor, claro, pero mediática y políticamente intenso, con sujeción a si en Argentina alguien puede referirse a un presidente surgido del voto popular con un término que hoy sólo aplica al denostado Jorge Rafael Videla.
Para no caer en esa comparación falaz que pretende diferenciar lo políticamente correcto de lo que no lo es, se vuelve interesante mirar, más allá de las citas habituales, quién fue Napoleón a la hora del uso del poder. Lionel Jospin, dirigente del partido socialista francés y ex primer ministro, ha escrito un libro cuyo título por sí solo es provocador: “El mal napoleónico”. En su trabajo, Jospin busca enfrentar el mito de Napoleón y poner en datos el ejercicio del poder de quien fuera emperador de Francia, etiqueta que ya es toda una definición en sí misma. Dice Jospin: “Napoleón Bonaparte comparte con Fouché y Savary la inclinación de sus funcionarios por la atenta lectura de los boletines que le envía cada día el ministro, los cuales muestran cómo se desenvuelve la vigilancia política y social del régimen. Auténtica oficina política, independiente del ministerio de policía general que tiene incorporado bajo su control al correo. De hecho será una constante de la corriente bonapartista el mezclar el culto a la gloria con el atractivo por las operaciones policiales de poca monta”. En un párrafo singular también se ocupa de señalar: “Napoleón era un líder cercano al pueblo, como lo indica el mito bonapartista, aunque nada de ello surge si se mira la política fiscal del régimen que no era favorable a las clases populares. La inequidad fiscal permitió preservar la exigüidad de la contribución de los burgueses y propietarios de bienes raíces”.
Cristina no es comparable con Videla, sino perfectamente comparable con quien ella se identifica por sí misma y ante terceros, tal como ilustró al ex presidente francés: “Somos bonapartistas”. A confesión de parte…