Política y negocios turbios en nombre de la política

Los cuadernos del chofer Oscar Centeno, investigados primariamente por el periodista de La Nación Diego Cabot y procurada la causa por el fiscal Stornelli y el juez Bonadío, adquirieron la particularidad de dar un impulso único a la figura del “colaborador arrepentido”, abriendo en esa acción una caja de Pandora de incalculables derivaciones: aparecen de debajo de las piedras pagos por adelantado, acuerdos entre grupos para repartirse obra pública, y mayoritariamente millones en sobreprecios, que hacen al deterioro de la hacienda pública y al tremendo demérito que sufre hoy la economía argentina y pagan los argentinos de a pie.

Todo se ha justificado en nombre de la necesidad de financiar la política, planteando una y otra vez que la presión enorme que implica tener cobertura mediática todo lo justifica. Lo blanqueó con brutal crudeza el senador Miguel Ángel Pichetto, que le reclamó al Gobierno por su actitud de no dar pauta publicitara a los medios. Pichetto lo dijo en un ámbito que a veces parecería tan lejos de la mirada pública que cualquiera puede decir cualquier cosa. El video con sus palabras, que recorrió ampliamente las redes, lo estigmatiza, pero del conjunto de los senadores, nadie salió al cruce de sus palabras. Por algo muy simple: todos, o casi todos concuerdan.

La necesidad de financiar la política es motivo de escándalo en prácticamente toda democracia. Parece una realidad imposible de erradicar. Sin embargo, aunque no es la primera vez que queda expuesto, esta exposición dará condenas mediante hacerle lugar a un cambio que aún no se sabe de qué modo se desarrollará y cómo afectará a la política misma.

Hay capítulos abiertos desde el pasado reciente que aún tiene claroscuros; por caso, todo lo que rodeó la muerte de Ángel Salvia, asesinado en Vidal en un contexto difícil de creer. Salvia, muy conocido en Mar del Plata, fue, desde los años de la dictadura, dueño de Petrolera Mar del Plata, empresa que dominaba el mercado de combustibles local, y tenía cercanos contactos con el poder, gobernase quien gobernase. La caída de Salvia ocurre en un contexto políticamente complejo, en el que adquiere un rol protagónico el juez Canicoba Corral, hoy bajo sospecha de enriquecimiento ilícito en una investigación que macera a ritmo extremadamente lento en el Consejo de la Magistratura.

La acción de Canicoba Corral determinó el fin de una operación de lavado de dinero que Salvia, como actor destacado, llevaba en conjunto con Nicolás Di Tullio, ambos hoy fallecidos. La muerte de Salvia, aún con una condena a su sicario, está plagada de interrogantes. En el juicio a los hermanos Lanatta, celebrado en los tribunales de La Plata, resonaron nuevamente estos nombres, que sin ningún lugar a dudas vinculan narcotráfico, política y financiación de campañas electorales.