Hay que ser muy idiota o estar pago para titular que la reunión entre la vicepresidenta de la Nación y el intendente de la ciudad fue poco menos que un café al respecto de la nada. La reunión de Gabriela Michetti y Carlos Fernando Arroyo se extendió por hora y media y desarrolló una extensa agenda de la situación en Mar del Plata, incluido un puntilloso repaso a pedido de la segunda más alta autoridad nacional sobre la naturaleza de la relación entre la provincia y la comuna.
El primer gesto obvio fue que la reunión se llevara a cabo en el Costa Galana, donde por la noche de la misma jornada, el intendente y parte de su equipo participaron de la fiesta de la revista Gente. Lo conversado fue volcado por Michetti en una suscinta reunión con el presidente Macri en Chapadmalal.
Otro gesto que dice y mucho, es que, por más que lo buscó, a la gobernadora María Eugenia Vidal se le negó la foto final de la reunión del Presidente y el gabinete más los presidentes de bloques de Cambiemos y el de la Cámara Baja Emilio Monzó. Ni hubo foto con Vidal, ni se le franqueó el acceso al diputado nacional Guillermo Montenegro. Las señales hablan de una separación política cada vez más profunda entre la tropa que lidera el jefe de CABA, Horacio Rodríguez Larreta, y el Presidente de la Nación, con vistas al futuro político de ambos. No sólo hay recelos, sino cuestiones políticas de carácter cierto, por caso el lugar de los aliados, la Coalición Cívica y la UCR, que alistan armas con vista al 2019 para unas PASO donde se establezca el poder de fuego de cada sector en el armado de las listas.
Quienes dieron cuenta a la prensa de lo que sucedía en Chapadmalal son quienes expresan el círculo de máxima confianza política y capacidad de desarrollo de gobierno para el Presidente: Patricia Bullrich y Marcos Peña. Frente al maremágnum de citas y textos que hablan de la caída de la imagen presidencial, un dato significativo resalta en estas horas. Según la consultara Analogías, que suele ser citada por su vinculación con el kirchnerismo, el sondeo entre los mayores de 60 años -es decir, jubilados y próximos a jubilarse- es donde la aprobación del Gobierno obtiene sus mejores resultados: un 47,2% hace una evaluación positiva de la gestión macrista, mientras que el 39,8% hace una negativa. En comparación con las otras franjas etarias, los encuestados de 60 años o más son los que más aprueban al Gobierno y los que menos lo desaprueban. La muestra se tomó días antes del anuncio del último aumento concedido a este sector, que es el primero de 2018.
Nada parece indicar que en el breve término que efectivamente falta para 2019, las acciones de una oposición fragmentada y una oferta integrada por los saldos y retazos de quienes devastaron la hacienda pública, puedan encontrar un rumbo que coloque al país en otra senda política.