Generaciones de sud y centroamericanos viven el sueño de llegar a los Estados Unidos y llevar allí una vida vinculada a lo que se ha dado en llamar “el sueño americano”, una meta que mezcla ideas y propósitos confusos que se vinculan a las oportunidades que, sienten o entienden, sus naciones de origen les niegan: empleo, estudio, ascenso social, seguridad y justicia.
Pero también los sueños pueden devenir en pesadilla. Así le ha ocurrido al joven Israel Hernández, un artista talentoso con grandes ideas y un futuro brillante, según varios conocidos. Hernández murió luego de que la policía utilizara una pistola Taser contra él en Miami. El joven se había encontrado cara a cara con los agentes, pero rehusó cumplir con sus órdenes de detenerse, según una declaración del jefe de la Policía de Miami Beach, Raymond A. Martínez.
La declaración no agrega más detalle sobre la muerte, y dice que el caso sigue bajo investigación. El reporte policial del incidente tampoco aclara la manera en la que murió Hernández, pues fue escrito por un oficial que no presenció directamente el momento de su arresto. El oficial que preparó el reporte participó en el evento pero sólo parcialmente: ayudó a perseguir a Hernández, pero posteriormente lo perdió de vista. Luego de que otros oficiales lo arrestaron, lo vio “sentado en el suelo y contra una pared”, y escuchó que otros oficiales pedían ayuda médica.
Un amigo de Hernández que estaba con él cuando ocurrió el incidente, alrededor de las 5 de la mañana, dijo que vio a unos cinco policías persiguiendo a Hernández y empujándolo contra un muro. Luego vio a su amigo en el piso, rodeado por los agentes.
Esta crónica, con variantes, se ha publicado en todos los diarios hispanos de USA y buena parte de la América de habla hispana. Este trágico episodio se suma al que produjo la muerte del joven Treyvor Martin a manos de un vigilador voluntario, que salió impune del hecho por decisión de un jurado el pasado mes de julio.
La creciente violencia policial está ya siendo un escándalo en la Unión americana. En New York, murió recientemente bajo las balas policiales Shaaliver Douse, de 14 años, quien se enfrentaba en un tiroteo a otro joven, quizás de una banda rival, y se negó a soltar su arma cuando la policía se lo requirió. Las imágenes captadas por algunas cámaras de seguridad muestran a Douse mientras dispara contra un grupo de hombres fuera de una tienda, y después mientras persigue a una persona que huye por la Courtland Avenue.
El episodio se produjo en torno a las tres de la madrugada del pasado domingo, en lo que es definido como un “barrio impacto”, que significa que tiene altos índices de criminalidad, por lo que hay muchos agentes de policía para tratar de reducir la violencia.
Dos agentes de 26 y 27 años que estaban patrullando la zona, al oír la balacera, se acercaron al lugar y exigieron a Douse que soltase el arma. El joven se negó y disparó otra vez: el proyectil acabó estrellándose en el edificio ubicado a espaldas de los agentes. A ese punto, uno de los policías disparó y alcanzó en la cabeza, exactamente en el maxilar inferior izquierdo, al adolescente, que murió en el acto. En el lugar fue recuperada la pistola del joven, una semiautomática de 9 mm.
La situación no es nada clara, y en ambos casos se anuncian investigaciones para intentar establecer la verdad de los hechos. Familias pobres, sectores de ingresos bajos, cada día reclaman con mayor presencia por lo que consideran un in crescendo intolerable de la violencia del Estado, aplicada por los policías de cualquier lugar de Estados Unidos. Un sueño, para muchos, que cuando se hace realidad, es una realidad de terror, tan lejana del sueño original como es posible.