La presidencia Trump se deteriora a pasos agigantados, y nada parece poder evitar que se asome al precipicio. Fue una brisa de primavera la que aupó al mandatario americano por setenta y dos horas luego de su discurso ante el Congreso. Sin embargo, más tarde, la historia que los medios, la oposición demócrata y los republicanos disidentes agitan con gran entusiasmo, es la relación que vincula a Trump con el embajador ruso Serguéi Kislyak, de quien, se sostiene, fue el nexo con los servicios secretos de su país para interferir y provocar la derrota de Hillary Clinton -rumor que, se pruebe o no, es ya parte del folklore establecido de los Estados Unidos-.
Según se señala, Kislyak no puede decir que no haya habido diálogo. Se reunió con el ya defenestrado consejero de seguridad Michael Flynn (un hombre siempre dispuesto a hablar para los medios rusos, por cierto), con el fiscal general de la Administración Trump, Jeff Sessions, y con el yerno y asesor del presidente, Jared Kushner.
El fiscal general Jeff Sessions abandonó su cargo en la investigación que el Departamento de Justicia está llevando a cabo sobre los posibles contactos entre miembros del equipo de campaña del presidente Trump y funcionarios rusos. Había una creciente presión para que se retirase de dicho comité, tras hacerse público que -a diferencia de lo que había asegurado públicamente- mantuvo dos encuentros con el embajador Kislyak durante la campaña para las elecciones presidenciales de su país, unas reuniones que no reveló durante su proceso de confirmación en el Senado.
Kislyak es un hombre tranquilo, ingeniero de profesión, pero está en el centro del huracán. Ya protagonizó otra polémica hace algunas semanas al saberse que el responsable en Seguridad Nacional de Trump, el general Michael Flynn, había mantenido contactos frecuentes con él, de cuyo contenido engañó a altos cargos del Gobierno. La situación también cae sobre el yerno de Trump, quien mantuvo reuniones con el polémico embajador, aunque, a diferencia de los funcionarios cuestionados, la reunión fue a posteriori del triunfo de su suegro.
La situación es compleja no sólo para la relación entre Estados Unidos y Rusia, con todo lo que ello implica. Europa toda está en vilo ante un Trump que exige más compromiso en la defensa, por la tensión que involucra para los exigidos presupuestos públicos de naciones que no saben, Brexit mediante, cuál será su destino político en este tiempo. Rusia, una nación en ruinas desde hace una década, economía menor a nivel global, mientras tanto obtiene éxitos increíbles a caballo de la confusión política de un sistema capitalista globalizado, que olvidó a la sociedad que hoy voto tras voto reclama atención.