La crisis en América Latina revela hasta qué punto los gobiernos del castro chavismo no han procurado resolver los problemas de sus países, dejando auténticas bombas de retardo en las políticas fiscales que se han expresado, por ejemplo, en la crisis de Ecuador, en lo que fue un intento de derribar el gobierno de Lenin Moreno.
Fue el inicio de un octubre ardiente que pasa por la convulsión en Chile y la batalla por el poder en Bolivia. Los casos pueden parecer diferentes, y de hecho cada caso tiene peculiaridades, pero sustentan una línea común: una lucha ideológica entre sistemas políticos y económicos basados en una cultura de baja intensidad democrática, en la que líderes del momento se ven a sí mismos como salvadores del pueblo.
En la F. M. 99.9 de la ciudad de Mar del Plata, el ex vicepresidente de Bolivia, Sánchez Bersain, señaló: “Hay una disputa en las Américas que marca este siglo, la disputa entre la democracia y las dictaduras de crimen organizado”. Luego abundó: “esto aparece por la expansión de la Cuba castrista con el dinero que le lleva Chávez de Venezuela y hace que, durante todo el siglo XXI, se expanda con el gobierno kirchnerista en Argentina, con el Partido de los Trabajadores en Brasil, con Correa en el Ecuador, con Chávez y Maduro en Venezuela, con Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia”.
La batalla por las urnas en Bolivia es tremenda por el nivel de violencia política que implica que Evo Morales obtenga un pase a la re-re elección mediante una acordada judicial viciada de toda legitimidad. Sánchez Bersain indica “se ejerce una presión muy fuerte sobre las democracias porque quieren tener una permanencia indefinida en el poder, con bandera populista, pero en verdad con un sistema de gobierno criminal que viola todos los principios de derechos humanos e independencia de poderes a situaciones extremas como las de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Bolivia y Argentina están luchando para no seguir en eso. Si le agregamos lo que pasa en Perú y en Ecuador, tenemos un panorama completo. La región está en un complejo de concursión porque el castro-chavismo está en un contra ataque para sujetar sus regímenes que están en crisis en Cuba y Venezuela”.
En este escenario, con la cuestión pendiente en Argentina sobre el poder presidencial, la situación de Chile es significativa. La explosión de la sociedad del país transandino en donde tiene dos fases. Una, a partir del aumento del transporte, con ataques violentos, quema de equipos y estaciones del sistema de subterráneos. Otra, como reacción al acto político del presidente Sebastián Piñera de decretar el estado de sitio y poner a los militares en la calle. La frase del mandatario “estamos en guerra” fue un disparador tremendo sobre el colectivo social de Chile. La movilización de un millón y medio de chilenos disparó el cambio de gabinete y el llamado a consulta a las fuerzas de oposición. Con una velocidad que no se dio en el caso Venezolano, se urge a pedir la renuncia del premier y el llamado a elecciones anticipadas. Tal como indico Miguel Ángel Toma en la 99.9, “los hechos de violencia que vienen cruzando tangencialmente el continente no tienen que ver sólo con este complot. Hay una suerte de malestar en la sociedad y a partir de esas expectativas no resueltas tanto en lo económico como en lo cultural, se monta la acción deliberada, específica, y metodologías perfectamente establecidas y una conducción no en el terreno, sino en la concepción de las maniobras que está originada en los documentos del foro de San Pablo”.
América Latina está bajo fuego. La responsabilidad de los dirigentes democráticos es el desafío de la hora.