Un cambio que se acelera, de forma peligrosa

Con la brutal escalada provocada por Hamas tras el progromo del 7 de octubre, la cuestión del poder del dinero de los estados del golfo y de Arabia Saudita ha expuesto la grave infección ideológica y cultural que, en los últimos años, ha ido creciendo en las universidades estadounidenses.

La toma de los campus lleva a los memoriosos al feroz movimiento estudiantil que se opuso y creó las condiciones internas para llevar al final a la Guerra de Vietnam. Final para Estados Unidos, no para los vietnamitas del sur, quienes debieron huir a como pudieron de su país, ni para los cientos de miles que terminaron en campos de reeducación.

Hoy, el dinero que provee el petróleo llena las arcas de los países árabes, beneficiarios directos de dichos preces naturales, brindándoles un poder inimaginable. A tanto, que han provocado una fuerte corriente anti judía de pavorosa magnitud, que pasó por debajo del radar de todos los servicios de inteligencia del mundo.

El escenario actúale es sumamente complejo: no se trata sólo de inmigrantes, sino que hay —cuando menos, en Estados Unidos— ya dos generaciones de islamitas nacidos en dicho país y, por lo tanto, ciudadanos de pleno derecho. Similar tenor tienen los sucesos que ocurren en Europa y en particular en Gran Bretaña, en donde muchos municipios son controlados por hombres que profesan el Islam. El caso más notorio, es el de Sadiq Khan, quien fue reelegido alcalde de Londres.

El laborista, primer musulmán en alcanzar la Alcaldía de la capital británica, obtuvo más de un millón de votos frente a los 813.000 de la candidata conservadora Susana Hall. No es el único caso: Khan Khan, que antiguamente fue diputado por la circunscripción de Tooting, en el sur de Londres, es responsable de una metrópolis con más de ocho millones de habitantes, en la que el 44 % de la población forma parte de una minoría étnica.

En distintas cuentas en X se pone en foco algo que la media global calla aún: «El alcalde de Londres es musulmán. El alcalde de Birmingham es musulmán. El alcalde de Leeds es musulmán. El alcalde de Blackburn es musulmán. El alcalde de Sheffield es musulmán. El alcalde de Oxford es musulmán. El alcalde de Luton es musulmán. El alcalde de Oldham es musulmán. El alcalde de Rochdale es musulmán».

Todo esto lo lograron sólo 4 millones de musulmanes de los 66 millones de personas que viven en Inglaterra. En la actualidad, hay más de 3.000 mezquitas en Inglaterra. Hay más de 130 tribunales islámicos. Hay más de 50 consejos de la Sharia. El 78% de las mujeres musulmanas no trabajan, reciben asistencia estatal y vivienda gratuita. El 63% de los musulmanes no trabajan, también reciben ayuda estatal y vivienda gratuita. Las familias musulmanas apoyadas por el Estado tienen una media de 6 a 8 hijos y se benefician de alojamiento gratuito.

El drama esta en ciernes: «El extremismo se ha convertido en un verdadero problema en un país donde, según el último censo, ya casi una décima parte de los bebés y niños pequeños de Inglaterra y Gales son musulmanes. En algunos casos, la radicalización comienza mucho antes de la adolescencia. La ministra de Educación británica, Nicky Morgan, advirtió el viernes de que seis colegios privados musulmanes del este de Londres serán clausurados si no cambian sus métodos de enseñanza ante el riesgo de que estén transmitiendo a sus alumnos ideas radicales».

Un problema grave, que se desarrolla a una velocidad vertiginosa a la que los gobiernos de occidente no parecieran capaces de reaccionar.