Nada es casual. Las cifras dadas por el Instituto General Mosconi son clave: US$150 mil millones erogó la Argentina entre 2003 y 2022 en concepto de importación de combustibles, una cifra que equivale a cuatro planes Marshall, la clave de la reconstrucción económica de la Europa de la posguerra.
Al concluir el mandato de Mauricio Macri, se estaba cerrando la sangría de divisas en importación de petróleo y hasta se habían colocado dos envíos de GNL desde Vaca Muerta. Este año, las cifras crecieron a un ritmo alocado, en parte por la situación global provocada por la invasión rusa a Ucrania.
De haberse mantenido la política vigente en 2019, ya estaría listo el gasoducto de Vaca Muerta, aunque, por cierto, no se llamaría Néstor Kirchner. Argentina tendría superávit en la balanza de pagos. Por el contrario, estamos ante una salida salvaje en materia de aumentos en un contexto mundial absolutamente desfavorable, que será de recordar.
El derrumbe del peso argentino es pavoroso y, obvio es, ha destrozado la capacidad adquisitiva del salario. En este contexto, y sin asambleas públicas, se impulsa un cambio tarifario de hasta el 400%. No es lo único, ya que el costo de la transportación públicas sufre el mismo esquema de descompensación, producto de políticas basadas en armar cajas negras con la economía nacional.
El valor de la transportación pública está tan distorsionado que, sin subsidios, en General Pueyrredón, la tarifa plana estaría en $192 el tramo. El aumento que comienza a regir en CABA y en el AMBA —el primero en tres años—, ni de lejos es el valor real del servicio. Todo está alterado mal, y las correcciones de los precios harán temblar toda la economía, al igual que la vida de los argentinos.
Todo esto sucede en un escenario de inversión en energías limpias como nunca se vio en el país que fue torpeadeado por el actual gobierno, que buscaba negocios imaginarios que involucraran a la familia Macri. En este momento, los medios de la cadena kirchnerista de comunicación anuncian que emitirán programas para incentivar el consumo energético responsable y solidario.
Se trata de los mismos medios que agitaron a diario la política de ordenamiento tarifario del pasado gobierno. Los Fernández-Fernández recibieron las tarifas con una corrección del 60% del valor real sin subsidios y el dólar a $60. El desastre es tan mayúsculo, que Ignacio Labaqui, analista senior de Medley Global Advisors en Buenos Aires dijo que los factores económicos, son sólo una parte del problema: «Incluso si el gobierno anunció un plan económico coherente, Fernández carece de credibilidad», dijo. La coalición gobernante no ha logrado tranquilizar al público: «es una cuestión de cuándo devalúan, no de si devalúan».
Estamos ante un cuadro dramático, provocado por un cruce de ideologías que escuda negocios espurios por doquier, como los alegatos del fiscal Diego Luciani en la causa «Vialidad» vienen demostrando.