Hay que buscar entre los regímenes políticos autoritarios antecedentes que se puedan comparar al escenario de miseria política que atraviesa, en este momento, la República Argentina.
A diario, los actores políticos —del gobierno, en particular— se empeñan en ir sobre el ex presidente de la nación Mauricio Macri, llegando hasta el absurdo. Es que no pueden hablar de lo que hacen, porque no están haciendo nada, ni de lo que planifican, porque no tienen planes. En el colmo del absurdo, elevaron una denuncia en contra del ex mandatario acusándolo de violar la cuarentena tras su retorno al país tras una reunión política legítima al aire libre con tres intendentes del PRO, la cual fue expuesta por uno de los presentes en las redes sociales.
La denuncia la hizo el secretario de Seguridad del partido de Malvinas Argentinas. Así lo deja establecido el documento con el que se inicia la causa, la que decidió procedía a derecho el juez Federal Juan Manuel Culotta. El documento señala que el comisario de Los Polvorines, Gustavo Gabriel Cabrera, rubricó con su firma la denuncia, en la que figura que su dependencia tomó conocimiento “a través del Secretario de Seguridad de la Municipalidad de Malvinas Argentinas que el ex presidente Ing. Mauricio Macri (…) habría violado la cuarentena”. De acuerdo con el expediente, fue así —luego de la información aportada por la municipalidad—, que se inició la causa judicial contra Macri por la que fue allanada su quinta.
Ante la negativa repercusión provocada por el allanamiento, en una acción cobarde, el Partido Justicialista salió a desmentir los hechos, buscando introducir la idea de la “auto denuncia”. Los términos con los que se expresaron en el comunicado, que busca crear un vinculo entre Mauricio Macri y el juez Culotta por haber concurrido, así sostienen, al colegio Cardenal Newman, son muy interesantes. La declaración asume que la denuncia es espuria, y propone la estrafalaria idea de una auto denuncia por motivos de exposición política. En donde se lleva las palmas, es cuando afirman que los justicialistas no andan “con la gorra calzada” soplando delitos o infracciones a la justicia. El párrafo es interesante, porque revela la relación compleja de la dirigencia justicialista con el delito y el poder, la idea misma de la marginalidad como estructura de dominio y el consentir el crimen como algo que debe aceptarse, sin más. Una idea miserable del poder que es propia de gánsters o mafiosos, lejos de la republica, la patria y los derechos civiles de la ciudadanía a la que la política debe cubrir con el manto del derecho y la razón de estado, volcada a la búsqueda de la estabilidad económica y la igualdad de oportunidades.