La presencia de líderes mundiales que han llegado hasta nuestro país marca un punto alto tanto en la agenda global como en la local, permitiendo al Gobierno, por primera vez desde la crisis cambiaria de este año, exhibir músculo por organización y logros en materia económica.
A la pregunta de si este encuentro del poder que concentra al 88% del PBI mundial le sirve hoy al país, debe responderse que sólo los acuerdos ya firmados con Estados Unidos y China involucran mil novecientos millones de dólares en inversión directa en infraestructura en las áreas de transporte, energía y caminos. La firma del acuerdo con la agencia estadounidense para la inversión privada en el extranjero soportará, entre otras acciones, el financiamiento de la autopista que unirá Mendoza con Capital Federal, en el contexto del programa PPP que se daba por liquidado merced al escándalo de los cuadernos de la corrupción.
Según ilustró el ministro Guillermo Dietrich, el financiamiento chino por mil millones de dólares tendrá por objeto reactivar ramales de ferrocarriles abandonados por décadas, en particular por la política de abandono y saqueo que se llevó adelante en los años en que el expresidente Carlos Menem lanzó el predicamento de “ramal que para, ramal que cierra”, celebrado por aquellos años como una señal indubitable de firmeza política. Dietrich señaló además que la reactivación de los ramales que vinculan los puertos argentinos permitirá bajar los costos de transporte en hasta un cincuenta y cinco por ciento respecto de los valores que hoy impactan en el precio final de los productos argentinos, tanto internamente como en venta al exterior.
Esta reunión del G20 en el país es un dato mayor en el sentido de mirar a la Argentina en su inserción internacional. Lo acontecido en la gala del Teatro Colón en la noche del viernes 30 no debe -o no debería- quedar en la superficie de la mención sobre las lágrimas incontenidas del presidente Macri, inusuales y por lo tanto subrayables, sino en la dimensión de un escenario que habla de la extraordinaria oportunidad que ofrece nuestra nación al mundo en materia de negocios e inversión.
Después de años de saqueo al patrimonio público, la tendencia cambia, y negocios en energías renovables, minería -en particular litio-, y la expansión del shale gas y el shale oil abren un panorama negado a nuestra sociedad por décadas, desde que los acuerdos del carbón y el acero, embrión de la Comunidad Europea, desataran la guerra de precios entre Europa y los Estados Unidos. Esos acuerdos llevaron los precios de nuestros granos y carnes a valores que no cubrían con su exportación el flujo de dólares que el país necesitaba para sostener el equilibrio de su balanza de pagos, fuente recurrente de nuestras crisis económicas.
Estamos viendo la luz al final del túnel. No es poco, y aún queda mucho por hacer. .