Los medios en Argentina no dan a la sociedad la pintura plena de los eventos que sacuden al mundo, un desarrollo de la ira que se abanica al compás de necesidades y ambiciones compartidas por naciones y culturas que se presumen diferentes.
Unidos por la tecnología, libaneses de todas las confesiones, bolivianos de la sierra y del alto, colombianos de los llanos y de las grandes ciudades, así como chilenos a lo largo de su breve geografía, sienten que el sistema abusa de ellos y que muy pocos se llevan la porción más grande la torta.
Nadie sabe bien qué ocurre porque, como pasa en Francia con los chalecos amarillos, no hay líderes visibles, y la violencia campea suelta a su propia dinámica que nadie sabe bien cuál es. Un ejemplo claro de esto es el chileno. Bolivia, por otro lado, parece hallar un camino a las elecciones dado que, allí, los grupos en tensión lideran facciones que pujan por el poder, pero son capaces de acordar en función de su ambición política de disputar la presidencia de esa nación.
En tanto estos eventos transcurren, otras luchas se advierten en el horizonte. Hay un cruce ideológico global que va mas allá de la puja que propone el islamismo extremo en Europa. Francia y Alemania se vieron atravesadas por el desafío de los agricultores, que se lanzaron a los caminos y arribaron a las ciudades para hacer ver su descontento.
En Alemania, unos diez mil agricultores con cinco mil tractores y otros vehículos pesados entraron a la ciudad, mil ochicientos de los cuales arribaron antes del amanecer. El consejo de ministros de la canciller Ángela Merkel aprobó en septiembre una serie de proyectos que imponen mayores restricciones en el uso de pesticidas y herbicidas para proteger a los insectos, y en los fertilizantes para proteger el agua subterránea.
Los agricultores, por su parte, sostienen que las restricciones ambientales previstas son excesivas y que no les permitirán competir contra las importaciones de alimentos de otros países. En las pancartas podían leerse consignas en este sentido. “Hay 7.500 millones de personas; 200 millones pueden alimentarse como cazadores y recolectores. El resto necesita agricultores”, decía un cartel. Otros, más sencillos, sostenían: “No hay agricultores, no hay comida, no hay futuro”. “¿Cómo te atreves? Matas mi futuro como agricultor”. “Nosotros te damos de comer”. En Francia, procedentes del norte y del sur, cientos de tractores cortaron las principales rutas de acceso a la capital y arrojaron heno en los Campos Elíseos con la intención de paralizar el comercio y el turismo en la zona. La protesta fue similar a un bloqueo llevado a cabo por agricultores irlandeses en Dublín el miércoles, aunque los dos eventos no fueron coordinados.
Urge recuperar el balance. Lo que está en debate es la esencia misma del capitalismo.