La derrota que el gobierno de Alberto Fernández sufrió en la elección del presidente del BID es de un impacto que aún está por evaluarse. Mauricio Claver Carone fue el primer funcionario de la administración Trump que se reunió con el actual presidente.
De la reunión, que se dio entre la elección primaria y la elección general, no trascendieron mayores detalles, pero fue obvio que el objetivo era tantear la posición de Alberto Fernández frente a Venezuela y Cuba en el continente. La búsqueda de presidir el estratégico Banco Interamericano de Desarrollo por parte de Argentina fue un claro desafío a la administración estadounidense, y un mensaje cierto que implica en el análisis, y podía en los hechos, convertirse en un instrumento de financiación para el castro chavismo.
Lejos de la idea de ver al gobierno argentino como un cálido compañero de ruta, el gobierno de México, atosigado por sus propios problemas, se corrió de la movida y dejó en claro que no acompañaría la candidatura de Gustavo Beliz. Manuel López Obrador demostró que no va a sacrificar a su país por los delirios continentales de un presidente que está de prestado y que no ha logrado construir poder propio. De prestado, claro es, porque su poder viene de, y está arbitrado por, la vicepresidente Cristina Fernández, cuya agenda marca claramente la dirección en la que va este gobierno.
La administración Trump busca con el BID generar un flujo de recursos que compitan con la ofensiva de los capitales chinos en la región, que hoy son fuente de temor: Estados Unidos ve, en esta masiva participación del régimen de Beijing en la zona, un riesgo político y militar de alto perfil.
Latinoamérica no logra despegar con fuerza propia, y sus gobiernos débiles caen como moscas. Esta semana, en un proceso que se llevará las palmas de la historia de la corrupción, el presidente de Perú, Martin Vizcarra, podría ser impetrado por el Congreso de su país, previo a su destitución, por la contratación de un cantante por parte del Ministerio de Cultura.
Más bajo no se puede caer, Vizcarra atraviesa una crisis de enormes proporciones por el impacto mortal del Covid-19, el cual diezma a la población más pobre de la nación, a aquellos que no cuentan con una infraestructura hospitalaria y viven en paupérrimas condiciones, lo que agrava la magnitud de la pandemia.
En un contexto de tanta debilidad política, dejar en manos de dirigentes latinoamericanos el manejo de millones de dólares destinados a programas de ayuda e infraestructura sería, en la visión de cualquier dirigente estadounidense, una autentica locura.
La derrota argentina es una derrota anunciada de un gobierno que presumió de líder mundial en el enfrentamiento de la pandemia, y hoy lidera el ranking de infectados con más criticidad médica del mundo. Un juego de absurdos en el que, la derrota por la presidencia del BID, casi parece un chiste de mal gusto.