La violencia está instalada en la conducta humana desde su mismísimo origen; sociólogos e historiadores sostienen que, incluso por inaudita en su tenor que parezca, esta sociedad contemporánea es infinitamente menos violenta que cualquier otra de anteriores etapas de la historia. No obstante esta consideración, el día a día suele ser muy brutal.
El episodio ocurrió en la Escuela N° 50, ubicada sobre la calle 826 entre 897 y 898 de San Francisco Solano. Según trascendió, la niña de 13 años había tenido un altercado con una profesora de Educación Física, que le había impedido el ingreso al establecimiento educativo. Una vez en su casa, la chica le dijo a su madre que la profesora “la había agredido”. Enfurecida, la madre reunió a otros familiares y amigos y “se presentaron en la escuela con cadenas enroscadas en las manos, para agredir al personal”, contó Silvia Emateguy, de ATE Quilmes. Los agresores eran 6: 4 hombres y 2 mujeres. Al profesor de Música, que intentó calmar los ánimos, le pegaron hasta desmayarlo y le rompieron la mandíbula. A otra docente le quebraron un dedo, y a una auxiliar le pegaron varias piñas en el pecho.
Desde la escuela llamaron a la policía y a los bomberos, que llevaron a los docentes heridos al hospital. Durante este fin de semana se realizó una asamblea de docentes en la que participaron los gremios ATE y Suteba, en la que se exigió custodia policial para retomar las clases, ya que los familiares de la alumna amenazaron con volver “para vengarse”. La asamblea discutía, entre otros temas, la posibilidad de suspender las clases hasta que reciban custodia.
“Hay una degradación de los valores y de la educación social en general, y lo terminamos sufriendo en la escuela”, dijo Lidia Braseras, secretaria de Suteba, en declaraciones a los medios. “La escuela es de puertas abiertas, los padres pueden venir a plantear sus disidencias. Pero una cosa es venir a plantear disidencias y otra cosa es venir a agredir. Hay un límite que no se puede pasar: la agresión verbal y física”, señaló.
Algunos padres se acercaron hasta la escuela, atemorizados por lo que pudiera pasarles a sus hijos si los agresores, que viven en la esquina del colegio, regresaran. Allí también denunciaron que la escuela no tiene personal de maestranza, y que los docentes pagan los materiales de limpieza de su bolsillo. Según declaró una madre, los docentes van más temprano a la escuela para limpiarla antes de que lleguen los alumnos.
La denuncia revela asimismo otra clase de violencia: la de un Estado que gasta millones en propagadas falaces y cobertura mediática, pero no aplica el dinero de los altísimos impuestos que cobra al ciudadano para desarrollar como corresponde escuelas, hospitales o una policía eficaz que provea seguridad en los ámbitos públicos. Frente a lo ocurrido, la respuesta del Estado provincial fue expresar en una reunión en la que participaron los gremios, que “la situación vivida se debe fundamentalmente a la extrema precariedad en la que vive la familia agresora”, desdibujando así la responsabilidad de los vicitimarios frente a una comunidad inerme que no tiene quién la proteja.